Pepe Barahona Fernando Ruso

El destierro, la pérdida del destino, es de los peores castigos que puede sufrir un guardia civil. Implica decirle adiós a una casa, a la familia, los amigos, los compañeros de cuartel... El exilio, más que una deshonra, desbarata años de sacrificios y son muchos los que renuncian al tricornio antes que empaquetar toda una vida y poner tierra de por medio. La agente Alicia Sánchez (43 años), consignada al puesto salmantino de Monleras, se juega su plaza por usar el chaleco antibalas que ella mismo compró y usó en contra de la orden de su capitán, que le exigía vestir el reglamentario (y de hombres).

"Tengo tetas y caderas y no me vale el chaleco antibalas de hombre que me da la Guardia Civil"

“La Guardia Civil no está hecha para las mujeres”, afirma rotunda la guardia civil Alicia Sánchez en la primera entrevista que concede a un medio. EL ESPAÑOL llega a su casa de Monleras, un pequeño pueblo al norte de Salamanca, situado casi en la frontera con Portugal, que vive de la ganadería: vacuno para carne y ovino para elaborar quesos ecológicos. Allí llegó la agente en 2003 y de ahí podría irse en los próximos meses si prospera el expediente disciplinario que pende sobre ella. Por medio, dos hijos, una pareja, amigos, una casa... Toda una vida.

“El año que viene se cumplirán 30 de la primera mujer guardia civil y siguen sin estar preparados para tener mujeres, seguimos sin vestuarios, de hecho, mis primeros zapatos de cordón me los compré yo porque salía a trabajar con falda y zapatos de tacón”, narra rápida, en plena retahíla liberadora. “Y la uniformidad ha empezado a incluir el corte y las tallas femeninas no hace mucho, antes todo era unisex”, sostiene Alicia, madre de dos adolescentes de 19 y 17 años. Los tres viven en su casa de Monleras, una cálida vivienda de dos plantas, con una fachada ladrillo y vigas de madera.

A cuenta de las tallas y las formas femeninas, hace ocho años decidió —como otros compañeros varones— comprarse su propio chaleco antibalas. Le costó 550 euros que salieron de su bolsillo y que pudo pagar en cómodos plazos. Eran las beneficiosas condiciones que le aplicaron a todos los agentes por adquirir un buen número de prendas. “Lo compramos casi todos los efectivos de mi cuartel, también de otros cuarteles de la zona”, detalla Alicia.

El chaleco antibalas que usa Alicia y que ella misma tuvo que comprar.

El chaleco antibalas que usa Alicia y que ella misma tuvo que comprar. Fernando Ruso

—¿Y la Guardia Civil no se lo ofrecía?

—No, cuando nos los compramos, hace ocho años, creo que no los había en stock en estas provincias. Igual en el norte y en algunas zonas complicadas, sí. Pero aquí no.

—¿Qué interés podía tener en comprarse un chaleco antibalas?

—El interés es mi vida, mi integridad. No sé si es poco o mucho. [Ironiza]. Me pueden dar unos pantalones mejores o peores, pero como no me proveían de un equipo de seguridad que yo entiendo que es necesario opté por comprármelo, aunque la economía no estaba rimbombante.

Su chaleco hecho a medida llegó a las pocas semanas. Se adaptaba bien a su figura y, a diferencia de los oficiales, le permitían acceder a sus herramientas de trabajo: la pistola, los grilletes o el cargador. “Aquí importa la comodidad y la seguridad, cuanto más ajustado esté, menos huecos crea y más efectivos son en caso de impacto”, detalla la agente, que cuando cavilaba la compra buscó información para tomar la mejor decisión. “Es como cuando te compras un televisor, te haces una experta en el tema”, recuerda Alicia.

Alicia Sánchez, guardia civil en Monleras (Salamanca), con sus amigas en el bar.

Alicia Sánchez, guardia civil en Monleras (Salamanca), con sus amigas en el bar. Fernando Ruso

DERECHO A LA AUTOPROTECCIÓN

Los chalecos antibalas tienen una vida útil de diez años. Caducan, como un yogurt. Puedes seguir usándolos, pero la empresa no garantiza la efectividad. Y un par de años antes de que cumpliese, Alicia decidió pedir uno a la Guardia Civil. La economía renqueaba y no estaba en disposición de invertir cientos de euros. La comandancia le responde que no los hay, que están pedidos y que ya vendrán. 

—¿La Guardia Civil permite usar un chaleco propio?

—El reglamento de la Guardia Civil no habla de chalecos pero sí hay una Ley Orgánica, de derechos y deberes de la Guardia Civil, la 11/2007, que en el artículo 31 dice que los guardias civiles tienen el derecho a la autoprotección y la Administración proveerá de esos medios. Y lo dice una ley, no un reglamento. 

—¿Recuerda algún momento difícil en el que fuese necesario el uso del chaleco antibalas?

—Quitando cuatro peleas, no se viven momentos especialmente complicados en esta provincia, pero un botellazo, un cuchillo, una patada en el pecho… siempre te protege más. Pero, sí, hay compañeros que se han enfrentado a hombres con escopetas, es zona de cazadores. 

Alicia Sánchez, guardia civil, saludando a un vecino en Monleras (Salamanca).

Alicia Sánchez, guardia civil, saludando a un vecino en Monleras (Salamanca). Fernando Ruso

Semanas después, justo antes de hacer un control de carretera, le pide a su capitán un chaleco adaptado a sus necesidades. La respuesta: “Me dice que no hay y que me ponga el que mejor se me adapte”. “Es como decir que tengo una talla 40 de pantalón pero la que mejor se adapta es una 44”, recuerda la guardia civil. 

Ya en el control, el capitán sitúa a los efectivos, reparte órdenes y exige a los agentes el uso del chaleco antibalas reglamentario. Alicia levanta la mano y se dirige a su superior. “Le pedí permiso para usar el mío ante la falta de chalecos femeninos, pero no me dejó ni acabar”, rememora. La respuesta fue un ‘no’. Ella insistió. “Y el oficial me respondió que si los chalecos le servían al resto de compañeros también le servirían a ella”. “Traté de hacerlo entrar en razón, pero él no quería entender”, defiende quien también es la secretaria de Igualdad de la Asociación Unificada (AUGC) de la Guardia Civil en Salamanca

Tengo tetas, tengo cadera, cintura, no soy igual que un hombre, no me vale el chaleco para hombres que me da la Guardia Civil”, razona Alicia. “Le dije que bajo mi responsabilidad yo me ponía mi chaleco”, recuerda. “¿Sabe usted lo que es una orden?”, le preguntó el oficial, que le deslizó la idea de que se pusiera el chaleco propio debajo del personal. Y se zanjó la disputa dialéctica entre ella y el capitán.

QUEJAS POR DISCRIMINACIÓN DE GÉNERO

El mismo capitán al que en 2013 Alicia había interpuesto una queja por discriminación. En varias ocasiones, sostiene la agente, su superior la apartó del servicio argumentando que lo hacía “porque era mujer”. “La comandancia me respondió que yo era muy sensible; y sí, puedo ser sensible, pero son ellos los que deberían estar sensibilizados”, añade. 

Minutos después del choque de argumentos, ya en mitad del control, el capitán se percató de que Alicia no llevaba el chaleco oficial. “¿Por qué no se ha puesto usted el chaleco oficial?”, le preguntó. “Porque no me siento protegida”, respondió ella. Tras esto, él llamó a varios testigos, le pidió la papeleta de servicio y empezó a escribir. “Me dijo que desde ese momento finalizaba el servicio por apertura de procedimiento judicial por insubordinación y que me marchara de inmediato”. 

Alicia Sánchez, guardia civil en Monleras (Salamanca), ante el cuartel de la localidad.

Alicia Sánchez, guardia civil en Monleras (Salamanca), ante el cuartel de la localidad. Fernando Ruso

—¿Cree que su capitán se la tenía guardada?

—No quiero acusar a nadie de perseguirme, pero sí es cierto que después de aquel hecho tuve un poco de seguimiento por parte de este capitán. Pareció que se había calmado. Pero esperó la oportunidad. O no. 

Días después, en otro control de carretera, se repetía la discusión. “Esa vez, ni mi compañero ni yo llevábamos el oficial; pero ese día sí obedecí para que él viese que no me quedaba bien, que no podía desarrollar bien el trabajo”, cuenta Alicia. Acabó su turno y sufrió un cuadro de ansiedad. El médico le firmó una baja psicológica.

De forma paralela, seguía su curso la propuesta instrucción contra Sánchez por un delito militar de insubordinación, que el pasado enero, la jueza del Juzgado Togado Militar Territorial número 42 decidió archivar.

En su auto, la magistrada subrayaba la “discriminación” que padecen las guardias civiles en cuanto a su acceso a chalecos femeninos. “A juicio de esta Juez, es evidente que la razón de la actitud de la guardia Alicia Sánchez no fue otra que poner de manifiesto la dificultad que le entraña la prestación del servicio haciendo uso del chaleco antibalas oficial y la discriminación en la adquisición de los equipos de trabajo para el desempeño de la actividad policial”, detalla en un comunicado la AUGC, la organización con mayor representatividad de la Guardia Civil con más de 30.000 afiliados. 

Alicia Sánchez, guardia civil en Monleras (Salamanca).

Alicia Sánchez, guardia civil en Monleras (Salamanca). Fernando Ruso

EL DESTIERRO DE ALICIA 

Sin embargo, pese al archivo de la causa, la guardia civil salmantina deberá esperar para saldar su caso. Ahora, meses después, la Dirección General pide que se sancione a la agente con una falta grave, lo cual podría llegar a suponerle incluso la pérdida de destino profesional y su consiguiente destierro.

—¿Cómo ha encajado este proceso?

—El mismo día que a mí me comunicaron la apertura del procedimiento judicial por insubordinación, el 4 de agosto, ingresaron a mi padre con un cáncer terminal. Me lo callé. No dije nada. Jugué con la suerte de que mi padre no leyera la prensa. Y mi padre falleció dos meses después sin enterarse de esto y orgulloso de su hija.

Monleras es un apacible pueblo de casas con muros de piedra. Apenas pasan coches que silencien el piar de los gorriones. Los pocos vecinos, apenas doscientos, con los que se cruza Alicia de camino a la panadería saludan con familiaridad a quien es su guardia civil aunque esté de baja. En el bar Tormes, un grupo de amigas entre las que está la mujer del alcalde comenta con Alicia el proceso.

“Solo mi familia y mis amigos saben por lo que estoy pasando”, confiesa. “He tenido mis arranques de ira, mis ataques de ansiedad y aún a día de hoy lloro por alguna cosa; mis allegados saben que lo paso mal hablando de la Guardia Civil”. 

Monleras (Salamanca).

Monleras (Salamanca). Fernando Ruso

“A un guardia civil se le puede hacer muchísimo daño, tanto que están muy latentes el tema de los suicidios. Se le puede hacer mucho daño. Joderle la vida”, insiste con la cabeza puesta en su posible destierro.

“¿Rompes con todo? Porque no me van a mandar a la provincia de al lado para que pueda ir y venir, para que pueda seguir con mi vida”, comenta agitada. “Creo que hay veces que intentan hacer el mayor daño posible”, defiende la guardia civil. “Rompen con tu vida e incluso prefiero que me metan cuatro días en calabozos antes que un destierro”, zanja.

LA RESPUESTA DE LA GUARDIA CIVIL 

Fuentes de la Dirección General de la Guardia Civil, en declaraciones a EL ESPAÑOL, aseguran que “comparten la necesidad de que todos los agentes dispongan de un chaleco individual acorde a sus características físicas”. “Es el objetivo que buscamos conseguir en breve, pero hasta ahora no ha sido posible, en parte por las limitaciones presupuestarias y en parte porque hasta hace muy poco tampoco existían chalecos adaptados a la anatomía femenina, sino que únicamente solían ser más pequeños de tamaño”. 

También explican que el expediente disciplinario que afecta a la guardia civil Alicia Sánchez no se abre por llevar un chaleco propio, sino por desobediencia, ya que la agente se niega a quitarse una prenda que no forma parte de la uniformidad del Cuerpo.

“La Guardia Civil no puede permitir que un agente lleve un chaleco que no pertenezca a la uniformidad en primer lugar para garantizar su propia seguridad, ya que desconoce dónde se ha adquirido ni si está homologado, por lo que no puede hacerse responsable de que salvaguarde la integridad del agente”. 

También detalla que dicho expediente disciplinario no se abre ahora, sino que se abrió en su momento pero se paralizó al abrirse la vía penal y una vez archivada por el Juzgado Togado Militar vuelve a activarse. “La apertura del expediente no implica una sanción, sino que una vez estudiado el caso y presentadas las oportunas alegaciones, se adoptará una decisión, que puede ser sancionar o no”, sostienen las citadas fuentes. “Estamos convencidos de que este caso acabará de un modo justo y satisfactorio para todos”, concretan.

A propósito del caso de la agente Sánchez, la Dirección General de la Guardia Civil recuerda su “firme voluntad” de proteger la seguridad de sus agentes y de garantizar chalecos antibalas adaptados al cien por cien del personal destinado a las unidades de seguridad ciudadana. 

Para ello, recuerdan las citadas fuentes,  se ha iniciado el tramitación de un expediente plurianual para adquirir en los próximos tres ejercicios económicos unos 21.000 chalecos antibalas externos para personal de distintas unidades, de los cuales se han reservado dos tallas para efectivos femeninos, así como un 20 por ciento adicional para atender necesidades de personal, tanto masculino como femenino, con medidas antropométricas especiales. Este año se van a adquirir 5.250 chalecos antibalas externos, de los cuales 3.500 serán especiales para mujeres.