Gran parte de los edificios del pueblo están abandonados. La basura se acumula en las calles; oscuras y sin vida, porque no hay alumbrado público. Las instalaciones deportivas están destrozadas y nadie las usa. Hay pintadas por todas las paredes, ratas que campan a sus anchas, palomas muertas en cada calle y vagabundos que han ocupado ilegalmente apartamentos vacacionales. Muchos comerciantes han echado el cierre a la persiana y se han largado. Los vecinos que quedan tienen problemas de abastecimiento de agua. También tienen miedo, porque se han incrementado los robos y hasta los asesinatos. Poco queda ya de aquel paraíso que llegó a ser el principal centro turístico de las Islas Canarias.
Su nombre es Ten-Bel. Es un pueblo que en los 80 y 90 fue la joya de la corona del turismo canaria. Ahora es conocido como el "Chernobil de Tenerife" porque, aunque viven cerca de 7.000 personas, se encuentra en un estado de abandono institucional. La causa un bloqueo administrativo: Ayuntamiento de Arona y propietarios no se ponen de acuerdo
TENERIFE-BÉLGICA: PARAÍSO PREFABRICADO
Ten-Bel es una especie de pueblo en mitad de la nada, tan artificial como su nombre; un acrónimo resultante de unir las palabras Tenerife (Ten) y Bélgica (Bel). El topónimo ya da una idea de las características del lugar: una suerte de ciudad prefabricada creada por un empresario belga que quiso construir en el sur de la isla un pueblo para que veraneasen sus compatriotas.
Jardines, un enorme centro comercial, miles de plazas hoteleras, espacios llenos de vegetación, una discoteca referente en toda la isla... La urbanización se convirtió en la envidia del turismo europeo. Hoy está semiabandonada y las condiciones de vida son duras. ¿Qué ha provocado el ocaso de Ten-Bel?
LA JOYA DE LA CORONA
Ten-Bel fue el primer punto turístico de importancia en el sur de la isla. Fue fundada en 1963 por Michael Albert Huygens, un millonario de Bruselas que quiso convertir la zona en una colonia veraniega de belgas. Pero tan bonito le quedó que tardó poco en convertirse en el lugar de moda para turistas y lugareños. Tenía miles de apartamentos vacacionales, grandes superficies comerciales, una enorme piscina de agua salada y una discoteca de salsa que era referente en la isla.
El visitante se deslumbraba con el lujo de sus calles. Jardines, fuentes, zonas deportivas… Ten-Bel fue el espacio pionero de un concepto como es la “ciudad de vacaciones”: un pueblo que, aún siendo privado, funciona como un municipio autónomo. Una fórmula que luego se extendió por todo el litoral español con lugares como Marina d'Or o Polaris World.
La semana pasada, los periódicos locales insulares abrían con un sorprendente titular: “Los vecinos de Ten-Bel, el Chernobil de Tenerife, se quedan sin agua”. El suministro de agua potable no llega a las residencias, pero no es el único problema. Las calles parecen el escenario de una guerra nuclear. Las instalaciones están destrozadas, las zonas comunes en un estado deplorable y los antaño lujosos apartamentos vacacionales están ocupados y destrozados.…
LA MUERTE DEL PROPIETARIO Y EL DECLIVE
¿Qué ha pasado para que Ten-Bel, el edén de las islas afortunadas, se haya convertido en una especie de páramo en el el día a día se ha convertido en una cuestión de supervivencia? ¿Por qué es conocido como 'el Chernobil de Tenerife'?
Los años dorados de Ten-Bel empezaron en los 70. El pueblo se mantuvo en la vanguardia del turismo isleño durante tres décadas. El declive llegó a principios de siglo. En 2002 murió Michel Albert Huygens, el fundador, que era el que mantenía el proyecto con vida. El pueblo privado pasó a manos de su hija, que lo vendió enseguida. A partir de ahí, Ten-Bel, un pueblo de ocho urbanizaciones compuestas por apartamentos vacacionales (nunca para residir de forma definitiva), se empezó a desmembrar. La zona pasó a ser propiedad de varias empresas.
Ten-Bel fue la urbanización pionera en atraer turistas de todo el sur de Tenerife. Esto provocó un efecto llamada en la zona. Otras empresas hoteleras se establecieron alrededor, conformando lo que ahora se conoce como Costa del Silencio. Se construyeron otros complejos vacacionales más nuevos. Ten-Bel se quedó anticuado y la demanda hotelera bajó.
EL BOOM INMOBILIARIO Y LA PICARESCA
Coincidiendo con el boom inmobiliario en España, los nuevos propietarios optaron por vender esos apartamentos vacacionales para que residiese la gente. Si a los turistas ya no les interesaba veranear en Ten-Bel, la opción más interesante desde el punto de vista económico era la de vender los inmuebles. Y todo a bajo coste. Mientras en el resto de España se vendían zulos de 20 metros cuadrados por 150.000 euros, en Ten-Bel se podía adquirir en propiedad un apartamento de dos habitaciones por poco más de 20.000 euros.
Así, Ten-Bel pasó de ciudad de vacaciones a ciudad de residencia. Lo que sucede es que aquella zona no estaba preparada administrativamente para convertirse en un barrio más de Arona, el municipio del sur de Tenerife donde está ubicada. De buenas a primeras, aquella zona de veraneo se convirtió en un municipio con más de 7.000 personas censadas, pero sin Ayuntamiento propio. Y ellos fueron los que sufrieron la extraña situación administrativa de Ten-Bel.
FALTA UN PAPEL
Entonces llegó la crisis. Por una parte, los propietarios dejaron de invertir. De hecho, una de las empresas propietarias se encuentra en situación de concurso de acreedores. Por la otra, el Ayuntamiento de Arona asegura no poder actuar en Ten-Bel porque es zona privada. “No hemos podido recepcionar la urbanización por una cuestión administrativa. Por tanto, no tenemos competencias ahí dentro. Así llevamos muchos años, con la situación encallada. No podemos intervenir en la zona porque es privada y estaríamos cometiendo un delito de prevaricación”, cuenta Luis García, concejal de Urbanismo de Arona. Es decir, ni propietarios ni Ayuntamiento pueden hacer nada. El problema es el de siempre: falta un papel.
¿En qué se traduce este conflicto? En una especie de bloqueo administrativo cuyas principales víctimas son los habitantes. A todos aquellos que adquirieron apartamentos vacacionales para usarlos como residencias.
A Ten-Bel no llega el agua potable como al resto de la isla. No hay un suministrador público; es una empresa privada, pagada por los propios residentes, la que ofrece servicio. Sólo hay un contador. El mismo que había cuando Ten-Bel era una zona hotelera con un solo propietario. Eso supone que a veces se den problemas serios de abastecimiento de agua, como sucedió la semana pasada. Aproximadamente 7.000 personas se quedaron sin suministro por espacio de tres días.
ROBOS, BASURAS Y OKUPAS
No es ese el único problema. No hay mantenimiento de calles. Los arbustos inundan aceras y asfalto. La carretera está llena de socavones. Las instalaciones deportivas, antaño llenas siempre de usuarios, están abandonadas, las vallas rotas y las estructuras dañadas. Hay decenas de edificios abandonados que se han convertido en un reclamo para ladrones que se llevan todo lo aprovechable. Arrancan el tendido eléctrico para hacerse con el cobre.
Casi el 40 por ciento de los comercios han cerrado sus puertas. El Centro Comercial Ten-Bel, que hace unas décadas se convirtió en el referente de los veraneantes del sur de Tenerife, está abandonado, los cristales rotos y el interior lleno de basura y pintadas. Los okupas y vagabundos campan a sus anchas por allí. Ya no queda nada más que ratas, suciedad y botellas de cerveza rotas por el suelo.
Los vecinos, además, se quejan de que todo eso ha derivado en un incremento de la inseguridad ciudadana. Las calles no tienen iluminación pública. Esa oscuridad, en una zona abandonada de la mano de dios, se convierte en el caldo de cultivo perfecto para que los ladrones cometan atracos. Incluso algún asesinato.
Las basuras se acumulan en las calles, lo que deviene en un foco de insalubridad. El servicio de alcantarillado no funciona bien. Hasta los carteles con los nombres de las calles están derribados, como si acabase de concluir una batalla en el barrio. De hecho, algunas zonas parecen un escenario de guerra: el parque infantil Demon Park fue engullido por las llamas en 2016. El fuego se originó en un montón de basuras y se agravó por la sequedad de los árboles de la zona, que obviamente no disponen de sistema de riego. Aquellos fueron los factores que provocaron un fuego de grandes dimensiones. Ahora, la zona continúa quemada y el parque infantil inutilizable.
“NADIE QUIERE UNA TIENDA EN CHERNOBIL”
Los turistas huyen a otras partes de la Costa del Silencio, mucho más modernas y, sobre todo, no olvidadas por la administración. Los pocos comerciantes que se han quedado se quejan de que no se pueden marchar “porque es nuestro único sustento, por poco que vendamos ya. Nadie nos pagaría un traspaso. Nadie quiere una tienda aquí, en Chernobil”, se queja Santiago, que tiene una tienda de cámaras de fotos en la zona.
Desde el Ayuntamiento culpan a los propietarios por no haber llevado a cabo todavía la cesión de usos de los espacios públicos. Los propietarios y los vecinos, por su parte, lo niegan. “Se trata de una zona con un 20% de volumetría, contra el 50% habitual”, cuenta un comerciante de la zona. ¿Que significa eso? Que sólo está edificado el 20% del pueblo. "El resto son zonas verdes y zonas comunes, cuyo IBI tienen que pagar los propietarios por tratarse de un espacio privado. El Ayuntamiento de Arona saca un dineral con eso. Por tanto, no le interesa firmar la cesión de espacios. Cuando eso se haga, dejarán de ingresar ese dinero en IBI y además tendrán que verse obligados a invertir en recogida de basuras, infraestructuras, reparación de carreteras, iluminación, etc. Y no están dispuestos a gastarse un duro en Ten-Bel cuando hay otras zonas que son las que hay que cuidar porque atraen a los turistas en la actualidad” cuenta otro comerciante.
¿Y qué pasa con los impuestos que pagan los habitantes de Ten-Bel? Desde el Ayuntamiento de Arona no aclararon bien este punto. El concejal Luis García apuntó que “son cosas diferentes, no hay que confundir” como toda explicación.
Los vecinos son los que tienen que hacerse cargo de los servicios. Bien contratando empresas privadas de agua, bien organizando lo que llaman “zafarranchos de limpieza”; esto no es nada más que organizar grupos de voluntarios para que limpien las calles.
Estos mismos vecinos crearon, en 2013, una plataforma llamada “Salvemos Ten-Bel”. Protestan porque, a pesar de que siguen pagando sus impuestos, no gozan de los mismos servicios básicos que el resto de sus paisanos de la isla. “En 2003 llegó una partida de 2.200.000 euros para reformar la zona. Al poco, el Ayuntamiento anunció que iba a ejecutar un proyecto por valor de 1.900.000 euros. A saber dónde se quedaron los 300.000 euros restantes”, cuenta uno de los comerciantes miembros de la plataforma.
¿Y qué pasó con ese dinero? Pues que tampoco se invirtió en mejorar la situación de Ten-Bel. “Se efectuaron obras de pavimentación en otras zonas de la Costa del Silencio, más frecuentadas en la actualidad. Aquí no llegó un euro” explica un vecino. La maniobra, según cuentan los comerciantes, se volvió a repetir en 2008, cuando recibieron otra importante dotación económica de la Unión Europea: “Aquel dinero se invirtió en construir un parque, totalmente innecesario, en la puerta del antiguo concejal de Urbanismo”.
CONTRADICCIONES
El Ayuntamiento jura que es una cuestión administrativa: “Nos encantaría poder recepcionar la obra y empezar a arreglar la zona. Da mala imagen al turismo. Pero es una cuestión de la propiedad. Hasta que no nos firmen la cesión de los espacios, no tenemos anda que hacer”, asegura el edil de Urbanismo.
Desde la propiedad, sin embargo, no han contestado a la llamada de El Español, pero personas de su entorno desmienten la versión del Ayuntamiento: “A la propiedad le encantaría poder ceder ya esos espacios, dejar de perder dinero y de pagar IBI”.
Mientras, los vecinos siguen viviendo en su Chernobil insular. Están abandonados a su suerte, a ver si en alguna de las interminables reuniones entre administración y propiedad se llega a una solución definitiva. Entretanto, los apartamentos que antaño fueron la envidia de Europa se caen. Hay comunas okupas que re rigen por sus propias normas. Los ladrones campan a sus anchas, los niños no pueden jugar en un parque quemado y la ciudad se pudre ante el inmovilismo de los que deciden. Porque falta un papel.