“El paso del tiempo no mitiga el ardor de sus recuerdos”. Laura Restrepo, escritora colombiana.
16 horas del miércoles 26 de julio de 2017. Un pueblo barcelonés a unos 50 kilómetros de la capital catalana.
Marimar, como le llamaba Miguel Ángel, no ha cambiado tanto: sigue con el pelo rubio y suelto, aunque ahora lo lleva alisado. Viste un polo verde y unos pantalones negros. Sostiene un bolso de mimbre con un corazón pintado de color rosa. La mujer acaba de salir de un restaurante en el que ha comido un menú del día de 12 euros.
Aquí, lejos de su Ermua natal, nadie la reconoce. Han pasado dos décadas, mucho tiempo de aquello. Ahora es madre de una niña y está casada. Pero los días anteriores y semanas posteriores a que ETA matara de dos tiros a Miguel Ángel Blanco, su novio por aquel entonces, la hizo aparecer en portadas de periódicos y abriendo informativos de televisión. Los medios mostraban su rostro desencajado, sus lágrimas o aquella imagen en la que se le veía con un jersey rojo llevándose las manos a la cabeza sólo unos minutos después de conocer el fatal desenlace del joven secuestrado. Hoy, 20 años después, EL ESPAÑOL publica en exclusiva cómo es ahora, qué hace y dónde vive (aunque omitimos la localización exacta).
Pero todo aquello ha quedado atrás. María del Mar Díaz González, la viuda de Miguel Ángel Blanco, dejó la tierra en la que nació y se refugió en un pequeño pueblo catalán para intentar rehacer su vida. Y lo consiguió.
Huyó de la presión mediática, se distanció de la familia de su novio y pidió ayuda a políticos notables del PP para poder salir del foco. Le brindaron su mano el siempre influyente periodista José María García; el por entonces presidente de los populares vascos, Carlos Iturgaiz, y hasta el mismísimo secretario de Estado de Administraciones Públicas, Jorge Fernández Díaz, cuyo jefe en el Ministerio era Mariano Rajoy.
“Nos volcamos muchos altos cargos del PP vasco y catalán. Había que echarle una mano a esa chica”, cuenta un dirigente popular que participó en la operación para sacar de Ermua a la novia del concejal asesinado.
Marimar nunca ha querido hablar en estos 20 años. Y sigue sin voluntad de hacerlo. EL ESPAÑOL, dos semanas después del vigésimo aniversario del asesinato de Miguel Ángel Blanco, viaja hasta la localidad catalana en la que la mujer, hoy con 44 años, se cobija junto a su marido, Jaume, y su hija.
Allí, entre empresas de cava y esteladas que asoman por los balcones, muy poca gente sabe que ella es, en realidad, aquella joven desconsolada que llevó al entierro de su novio las baquetas con las que él tocaba la batería con su grupo Póker. Ni siquiera lo saben sus vecinos de la torre ni los dirigentes locales del PP.
"Ya no tiene nada que decir"
Tras salir del restaurante junto a su marido y su hija, María del Mar se monta en el coche familiar. Conduce Jaume, su pareja, que trabaja como representante comercial en una empresa de una localidad del extrarradio barcelonés. En apenas dos minutos llegan a su casa. Está ubicada en una zona residencial a las afueras del pueblo. Ellos viven en un segundo piso. El edificio tiene una zona común con jardín y piscina, donde este miércoles corretean y se bañan una decena de niños.
El matrimonio accede al edificio a través de un aparcamiento subterráneo, con lo que no hay posibilidad de hablar cara a cara con María del Mar. Al poco llamo directamente al teléfono de la casa. Lo coge Jaume. Tras advertirle que soy periodista y comentarle que quiero hablar con su mujer, el hombre, de forma educada, me dice que ella no se puede poner. ¿Y si llamo más tarde? “Ella ya no tiene nada que decir”, responde la pareja de Marimar. “Lo siento”. Y cuelga.
Fuera, en la calle, encuentro a varios vecinos que entran y salen del portal del edificio en el que vive la antigua novia de Miguel Ángel Blanco desde hace 13 años, cuando se mudó aquí tras conocer a su actual pareja. Tenía 31 años. Llevaba siete fuera de su Ermua natal. Ninguno sabe que ella es quien es. “Nunca nos ha dicho nada. Es una mujer abierta, simpática, pero no nos ha hablado de eso. Tampoco tenía razones para ello. Yo la hacía de un pueblo de por aquí. Como el marido, que sí tiene acento catalán…”, dice una vecina.
Ni siquiera los dirigentes locales del PP conocían la presencia de María del Mar Díaz González en esta población. En conversación con este periódico, el portavoz del partido en la localidad dice: “Es la primera noticia que tengo. Aquí nos conocemos casi todo el mundo. Si ha querido mantenerse en un segundo plano, lo ha hecho a la perfección. Nosotros no vamos a ser quienes lo estropeemos ahora”.
Gestiones para sacarla de Ermua
Tres meses después de que ETA asesinara a Miguel Ángel Blanco, cuando tenía 29 años, María del Mar apareció en una entrevista en la revista ¡Hola!. Como era lógico, iba maquillada. También de riguroso negro. La publicación dejó claro en el texto que la joven, por aquel entonces de 24 años, no había cobrado ni una sola peseta. Aquello no sentó nada bien a la familia de la víctima de los pistoleros etarras. Los Blanco pensaron que la novia de Miguel Ángel podría estar rentabilizando la muerte del chico.
Por esos pequeños detalles que acaban determinando una relación, el distanciamiento entre Marimar y la familia de Miguel Ángel pudo deberse a un simple coche. El 9 de julio de 1997, cuatro días antes del asesinato, Miguel Ángel entregó 100.000 pesetas como señal para la compra de un Renault. Tras el secuestro y muerte del joven concejal del PP en el Ayuntamiento de Ermua, el concesionario donde iban a adquirirlo decidió regalar el coche a la familia. El vehículo, con el que los novios habían hecho planes, fue para la familia de Blanco Garrido. De hecho, Marimar Blanco sigue conduciéndolo por Madrid y lo aparca en el Congreso de los Diputados.
A la otra Marimar, que durante los dos días de cautiverio de su novio y las semanas posteriores al asesinato durmió muchos días en casa de sus suegros, también le molestó que le acusaran de pretender ser “protagonista”. Principalmente tras aparecer en el concierto que se celebró en Las Ventas (Madrid) dos meses después de la muerte del concejal popular. Aquella noche actuó Póker, la banda de Miguel Ángel, pero sin batería, el instrumento que tocaba el asesinado.
En la entrevista con ¡Hola! publicada un mes después, ella señalaba: "Me han hundido las murmuraciones de personas cerradas y retrógradas que han podido pensar que he buscado protagonismo o que han mediado intereses económicos en torno al caso de Miguel Ángel Blanco. Hago estas declaraciones para gritar al mundo entero que bastante desgracia tengo de que me hayan matado lo que más quería y que no había suficiente dinero en la faz de la tierra para paliar la muerte de un ser tan querido".
Todos estos hechos –el discutible destino del vehículo, la creencia de que estaba vendiendo exclusivas previo pago de dinero y la acusación de buscar protagonismo- provocaron que Marimar Díaz, la joven viuda, decidiera poner tierra de por medio con Ermua. Para ello, habló con dirigentes del PP del País Vasco, a quienes pidió ayuda para cambiar de vida.
Quien más atención le prestó fue el entonces presidente de los populares vascos, Carlos Iturgaiz, hoy europarlamentario. Fue entonces cuando el PNV comenzó a difundir el bulo maledicente de que ambos mantenían una relación sentimental con el objetivo manchar la imagen del político del PP.
Iturgaiz escuchó a Marimar. Ella le trasladó su idea de marchar a Barcelona, una ciudad a 560 kilómetros de distancia de Ermua. Pero no quería ir sola: quería que le acompañasen su hermana, Olga, y el novio de ésta. Inmediatamente, el dirigente del PP se puso en contacto con miembros de su partido en Cataluña.
En aquel tiempo, Alberto Fernández Díaz era presidente del PP catalán y su hermano, el exministro Jorge Fernández Díaz, ocupaba la Secretaría de Estado de Administraciones Públicas, un Ministerio que por entonces encabezaba Mariano Rajoy, hoy presidente del Gobierno.
Ambos hermanos, según cuentan fuentes directas que conocieron aquella operación para sacar a Marimar de Ermua, realizaron gestiones para facilitar el traslado de la novia de Miguel Ángel Blanco a tierras barcelonesas. Las llamadas dieron sus frutos. Al poco tiempo, María del Mar Díaz González comenzó a trabajar en Fomento de Construcciones y Contratas (FCC), la multinacional con presencia en 25 países que nació en la Ciudad Condal en 1900.
Dichas fuentes no pueden confirmar si también se trasladaron hasta allí Olga Díaz, que hoy tiene una frutería en Éibar (Guipúzcoa), y su pareja. “Ha pasado mucho tiempo. Pero Marimar aterrizó en Barcelona con un empleo en FCC”, apuntan.
Si hubiera fallado la vía del PP, Marimar podría haber recurrido a otra opción. Tras el asesinato de Miguel Ángel y el distanciamiento de la chica con la familia de su novio, el periodista deportivo José María García se enteró de que Marimar quería trasladarse a Barcelona para cambiar de aires.
El locutor de radio, hoy ya retirado, explica a EL ESPAÑOL que, aunque se ha contado que telefoneó al ministro de Administraciones Públicas de entonces, Mariano Rajoy, en realidad él habló directamente con un empresario barcelonés con negocios hoteleros para que le encontrara empleo en alguno de sus establecimientos. Finalmente, no hizo falta.Marimar ya había encontrado trabajo y había dicho adiós a Ermua y a su entorno.
Un dato apenas conocido es que Miguel Ángel Blanco era seguidor del Barça. Por este motivo, meses después de su asesinato, la familia fue invitada al palco del Camp Nou y recibida por la directiva con todos los honores.
Su madre, "Carmen la de Ermua", murió durante un viaje
Tras su llegada a tierras catalanas, María del Mar Díaz González trató de pasar lo más desapercibida posible. Su trabajo en FCC le ayudó. Hizo nuevas amistades y se movía en una ciudad cosmopolita y abierta en la que una chica de su edad, 24 años, era una más entre la masa.
Durante los primeros años no le contó a nadie que ella era, en realidad, aquella chica que toda España había visto llorando, abrazada a la hermana de su novio en el balcón del Ayuntamiento de Ermua.
Al poco de aterrizar en Barcelona, Marimar conoció a Jaume. No le fue sencillo contarle su pasado. “Había sufrido mucho”, cuenta una amiga del pueblo en el que vive ahora. “No voy a decirte nada más. Ella quiere vivir tal y como hasta ahora, sin que se la ubique”, zanja la conversación. Tres años antes de casarse, Jaume y Marimar se trasladaron a la localidad en la que ahora viven. Ambos tienen una hija de ocho años, cuenta una vecina.
Marimar sufrió un duro golpe el año pasado. El 9 de marzo de 2016 fallecía su madre, Carmen González. Encontró la muerte en un hotel de Segovia. Tenía 74 años. Fue por causas naturales. La mujer estaba de viaje junto a un grupo de excursionistas vascos.
La señora pasaba largas temporadas sola en Reina, un pueblito de Badajoz de 180 habitantes. Allí, en una casa heredada y apartada del mundo, la llamaban Carmen la de Ermua, como confirman fuentes municipales. Su hija Marimar dejó de ir después del atentado. “Nunca más la hemos vuelto a ver”. Como también se le ve poco ahora en Ermua, donde sólo va en Navidades y en contadas ocasiones.
Una esquela llevó a pensar que estaba muerta
Durante el proceso de documentación de este reportaje apareció una esquela en el sitio web rememori.com. En ella se decía que una tal María del Mar Díaz González había fallecido el 17 de enero de 2011 a los 38 años. Su entierro se produciría en el cementerio de Les Pruelles, en Sitges (Barcelona).
Los datos podían apuntar a que era Marimar, la exnovia de Miguel Ángel Blanco: el nombre, los apellidos y la edad coincidían; habían pasado 14 años del asesinato del concejal de Emura y ella tendría en ese momento 38 años; la joven había muerto en un pueblo de Barcelona. Demasiadas coincidencias… que acabaron siendo sólo eso, meras coincidencias.
La chica fallecida no era la Marimar que buscábamos. Esta otra no había nacido en Ermua, sino en Vilanova i la Geltrú. Nos lo confirmaron en el propio tanatorio de Les Pruelles, donde fue incinerada.
En cambio, la María del Mar Díaz González que dejó su pueblo natal vizcaíno para buscar una nueva vida en Barcelona sigue viva, ha formado una familia, tiene una hija y es feliz en la medida de lo posible. Todo lo que Miguel Ángel Blanco no pudo tener; ambicionaba ser padre de dos hijos. Hoy Marimar tiene 44 años. Hace 20 que sufrió el golpe más duro de su vida. Pero este pasado miércoles, mientras come en un restaurante un menú de 12 euros, su marido y su hija no hacen más que sacarle sonrisas.
Con información de Marina López.