Ripoll (Girona)

Es un edificio de color amarillo próximo a la estación de Ripoll. El nido de los yihadistas está en la planta baja. La puerta aparece forzada por la intervención de los Mossos. El inmueble no está acordonado, por lo que se puede acceder con un leve empujón a la puerta. Con los codos, para no dejar huellas dactilares. El piso está removido, como si acabasen de robar dentro. Cajones vaciados, ropa apilada, documentos, cartas, maletas apiladas… Nadie diría que dos días antes había vida en ese piso. Y mucho menos que una semana atrás se estaban planeando allí los atentados que ahora conmocionan a todo el planeta.

En los bajos del 27 de la calle de Antoni Gaudí i Cornet (Ripoll, Girona) vivían Moussa y Driss Oukabir, dos hermanos de origen marroquí que se han convertido en el foco principal del atentado de Barcelona: Moussa fue abatido en Cambrils y, al parecer, Driss alquiló el vehículo que causó el terror en el centro de Barcelona. Ese piso, que este viernes congregaba por igual a periodistas, vecinos y curiosos, es la base desde el que presuntamente se idearon los atentados de Barcelona y Cambrils.

OTRO TERRORISTA EN EL EDIFICIO

En la tercera planta de ese mismo edificio vive Mohamed Hychami, marroquí de 24 años e íntimo amigo de la familia Oukabir. Trabajaba en una empresa metalúrgica: “Lo conocemos como el del coche rojo porque siempre se paseaba con un coche rojo por el pueblo”. Según la Policía, Mohamed era otro de los integrantes de la célula yihadista de Ripoll que ha organizado los atentados de Barcelona y Cambrils. Bajaba del tercero a los bajos para diseñar el ataque terrorista.

Otros de los yihadistas implicados en la masacare son Said Aallaa, de 19 años, y Younes Abouyaaqoub, de 22, ambos marroquíes pero residentes en Ripoll, muy cerca del piso de los Oukabir. “Pero míralos, si son unos críos. Unos tirillas. Te los encuentras de cara y les pegas una hostia que los desmontas”, comentaba una vecina al ver las fotos de los terroristas. En efecto, impresiona la juventud de los yihadistas.

Tras el atropello, las autoridades han ordenado a la gente huir de la zona y resguardarse. EFE

La Policía autonómica catalana irrumpió en el edificio amarillo a las siete de la mañana del viernes. “Ese ha sido nuestro desayuno: los Mossos d'Esquadra con ametralladoras y pasamontañas rompiendo la puerta”, cuenta la vecina del Bajo 2ª, que no quiere dar su nombre “porque ya estoy un poco cansada de preguntas de periodistas”. A la misma hora se practicó otra detención en un edificio del mismo pueblo, en la calle Pont d'Olot. Según testigos, el detenido es Sallah H., un marroquí residente en Ripoll que trabaja en un locutorio, pero que no aparece en la lista de los terroristas buscados.

CRÍOS CON BICICLETAS

Los integrantes de esta célula iban siempre juntos, pero a nadie le dieron impresión de ser terroristas: “Claro que sabíamos quienes eran; en un pueblo nos conocemos todos. Iban siempre todos juntos y se reunían cada tarde en la pista de fútbol sala, pero ni llevaban barbas largas, ni iban vestidos raros, ni solían ir a la mezquita, ni nada. Eran todos muy jóvenes. Unos críos. Los veíamos juntos y pensábamos que estarían jugando y hablando de deporte, porque muchas veces iban con las bicicletas”, cuentan en un bar próximo. Nadie imaginaba que, en lugar de hablar de fútbol, se dedicaban a planear uno de los atentados yihadistas más sangrientos de la historia.

Moussa Oukabir tiene 17 años y conducía la furgoneta que atropelló mortalmente a 13 personas E.E.

EN UN COLEGIO DE MONJAS

Moussa es el único de los terroristas que ha nacido en Cataluña. Es hijo del pueblo de Ripoll. Todos los demás integrantes de la célula son nacidos en Marruecos pero con nacionalidad española. Otro dato curioso es que, Moussa, durante su infancia, estudió en el colegio Joaquima de Vedruna, una escuela de monjas.

“Era un niño encantador. Lo conozco desde que nació, porque él es nacido en Ripoll. Siempre sonreía y saludaba. Nadie sospechaba que pudiese andar metido en algo así”, cuenta una trabajadora social del Ayuntamiento de Ripoll, que recuerda que “los Oukabir son una familia muy amplia e integrada en nuestro pueblo. Llevan muchos años con nosotros y jamás han dado un problema”.

Otros sí que apuntan a preocupantes cambios de carácter. Un chico ecuatoriano de 16 años coincidió con Moussa en el EFS Ripollet, el club de fútbol sala del pueblo. “No nos relacionábamos mucho, porque los marroquís aquí suelen juntarse solamente entre ellos. Era un chaval muy serio. No era demasiado conflictivo, pero a veces se le cruzaban los cables y la liaba. Le daban como ataques”, cuenta.

DRISS, EL TRAFICANTE DEL VOLKSWAGEN GOLF

Su hermano Driss, que fue el primer detenido, es conocido en el barrio por ser el más conflictivo de los cinco hermanos y por sus escarceos con el menudeo de drogas. Fue detenido por los Mossos d'Esquadra el mismo jueves, tras ser hallada su documentación en la furgoneta del atentado. Las primeras versiones apuntaban a que fue el propio Driss el que compareció de forma voluntaria en la comisaría de Mossos d'Esquadra cuando vio su foto publicada como presunto autor del atentado; quería denunciar la desaparición de su documentación. Los Mossos desmintieron esa versión posteriormente: fue la Policía la que lo detuvo cuando lo vio por la calle. El extravío de su documentación fue la excusa que arguyó una vez en comisaría cuando no la pudo presentar a requerimiento de los agentes.

Driss Oukabir, de 28 años, es el hermano del autor materia del atropello masivo en Barcelona

Driss era el más malo de los hermanos. Había tenido épocas muy complicadas, de liarla mucho. De un tiempo a esta parte parece que estaba más tranquilo. Seguía fumando porros pero ya no se peleaba” cuenta un vecino de su calle sobre este chico de 27 años nacido en Marsella pero afincado en Ripoll desde hace 18 años. Driss era un delincuente de poca monta. “No trabajaba; se dedicaba a sus trapicheos de drogas”, cuenta este mismo vecino.

Driss era conocido por el menudeo de hachís y marihuana. Tenía antecedentes por agresión. Se paseaba a toda velocidad con su Volkswagen Golf por las calles de Ripoll: “Hace unos días avisé a la Policía Municipal para advertirles de que ese chaval algún día iba a atropellar a alguien”, cuenta Carme una vecina de su misma calle: “Tengo un niño pequeño, íbamos por la acera los dos caminando y nos rozó cuando pasó a toda pastilla con su coche. Llamé a la policía para avisarles de que iba con el coche como loco por el pueblo y que algún día íbamos a tener un susto por culpa. Pero lo que nadie se imaginaba aquí era que el susto iba a ser de esta magnitud”, concluye Carme.

SE CONOCIERON EN EL INSTITUTO

Moussa, por su parte, no había dado señales, ni de estar convirtiéndose en un niño conflictivo, ni mucho menos de estar en proceso de radicalización. Moussa era, según su entorno, un chico inteligente al que no le gustaba demasiado estudiar. “Había estado en el colegio Vedruna, luego en el Abat Oliva, que fue donde coincidió con mi hijo y después en el Tomás Raguer”, cuenta Laia, la madre de un excompañero de colegio de Moussa. Es decir: había pasado por casi todos los colegios del pueblo. Tras acabar la enseñanza obligatoria, pasó por una escuela taller y en la actualidad estaba haciendo prácticas como administrativo. “No parecía mal tío. Era un poco chulito, como casi todos los marroquíes de este pueblo, pero tampoco se metían con nadie”, asegura el hijo de Laia. En el Instituto Abat Oliva fue donde se conocieron todos los integrantes de la célula.

Según las autoridades, Moussa Oukabir habría robado la documentación de su hermano Driss para alquilar la furgoneta. David López Frías

Los vecinos no lo sabían, pero Moussa ya había presentado indicios de radicaización hacía un par de años, cuando publicó en las redes sociales que si él fuese rey, mataría a todos los infieles y sólo permitiría que los musulmanes siguiesen practicando su religión. Este y otros comentario similares fueron publicados en la red social Kiwi. Pero nadie le dio mayor importancia y todo el mundo en su entorno consideró que se trataba de “la típica travesura de niño de 15 años”.

RADICALIZACIÓN EXPRÉS

Pero el auténtico proceso de radicalización empezó hace pocos meses. En su entorno sospechan que fue antes de verano cuando empezó a tomar contacto por internet con otros radicalizados de Francia. “Hará como una semana que empezó a ir a la mezquita de forma casi compulsiva”, cuenta la vecina del bajos 2ª. Es decir, en cuestión de una semana, Moussa dio rienda suelta a su latente proceso de radicalización. Empezó a asistir a todas las ceremonias que se celebraban en la mezquita de la calle Sant Antoni, un templo que por fuera tiene el aspecto de un almacén cerrado y en el que ayer no había un alma.

La fachada de la Mezquita de Ripoll con aspecto de garaje E.E.

Tampoco sospechaban de la radicalización de Moussa en su entorno más cercano. La familia Oukabir está compuesta por siete miembros: Said, el padre, un leñador que se separó de su mujer y se marchó a vivir a Francia; Fatima, la madre, desempleada y residente de este piso de la calle Antoni Gaudí; Khatifa y Hannam, las dos chicas, camareras ambas y las dos personas que realmente aportaban dinero a casa, los dos chicos, Driss y Moussa, sin oficio conocido ninguno de los dos, y una niña menor de edad.

En el bar Les Graelles, que está a 300 metros de la casa de los Oukabir, habían trabajado las dos hermanas de Moussa: “La mayor ya no viene porque está embarazada. Hannam, la pequeña, sigue trabajando aquí los viernes por la noche para hacer de refuerzo. Pero hoy no creo que venga. No hemos hablado con ella, pero bastante tiene con lo que tiene”, confiesa Alfons, el propietario. “Son dos chicas de diez. Trabajadoras, honestas, simpáticas… Jamás nos han dado un problema”.

Los vecinos todavía no dan crédito a lo que ocurrió el jueves trágico. “En Ripoll nunca pasa nada. Es un pueblo de 11 mil habitantes y nunca hay incidentes. Lo más reseñable que ha pasado en los últimos tiempos es que tocó la loteria de Navidad”, cuenta el dueño de La Graella, que todavía se estremece cuando mira hacia el edificio amarillo de la calle Antoni Soler i Cornet. “Eran unos críos. A esas edades, a todos nos da por hacer locuras, pero nadie se imaginaba que la fuesen a liar tan fuerte. Creo que a estos se les fue de las manos”, sentencia un vecino.

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