Si la Policía Nacional y la Guardia Civil fuesen una región de España, tendrían una de las tasas de suicidios más alta del país. La media estatal es de unos 11 suicidios anuales por cada 100.000 personas. En las fuerzas de seguridad nacionales la cifra se aproxima a los 17. En Alcalá la Real, el pueblo con más suicidios de España, están en algo más de 20.
El policial es uno de los sectores profesionales con las tasas de suicidio más altas en todo el mundo. Cada año encabezan esta luctuosa clasificación junto a los abogados y los médicos (donde curiosamente destacan los dentistas). Pero es que en España el problema se agrava por momentos. La Guardia Civil, con algo más de 77.000 habitantes, está sufriendo un repunte dramático: este año llevan ya 14 víctimas mortales por suicidio. Sólo durante los meses de verano se han quitado la vida ocho agentes. La situación en la Policía Nacional no es mucho mejor. Tienen 65.000 agentes y en lo que llevamos de año contabilizan una media de un suicidio al mes. El método que utilizan es casi siempre el mismo: un disparo con su propia arma reglamentaria.
Hoy, que se celebra el Día Mundial de la Prevención del Suicidio, EL ESPAÑOL aborda los motivos por los que las fuerzas de orden público en España sufren ese incremento.
Cinco causas principales
¿Por qué se suicidan los policías? Como en cualquier otro caso, no hay una causa concreta. Como Mercedes Navío, psiquiatra especialista en suicidios, "no se puede hablar nunca de una causa concreta. El suicidio es un problema multifactorial en el que influyen muchas variables". Pero en lo concerniente a las fuerzas de seguridad hay una serie de patrones coincidentes. Desde Guardia Civil y Policía apuntan los mismos cinco factores comunes.
El primer factor es la misma naturaleza del trabajo y la presión y el estrés inherentes a esta profesión: “El agente está expuesto cada día a asesinatos, robos, peleas, agresiones. Es muy difícil desconectar de eso. Te llevas el problema contigo” explican desde la Asociación Sindical de Policía (ASP), tal vez el sindicato policial que más está peleando para prevenir suicidios. Señalan que “durante la jornada laboral puedes haber visto cosas horribles que te han provocado un trauma o te agravan una depresión. Eso afecta a las relaciones con los tuyos cuando vuelves a casa”.
Precisamente ese es el segundo de los factores que apuntan desde los cuerpos de seguridad: la dificultad para conciliar la vida familiar. Los cambios de turno constantes, las guardias de fin de semana, las jornadas nocturnas. Todo ello dificulta la convivencia con la pareja y/o los hijos. “La familia también quiere verte y hay semanas que apenas coincides. Los ves cuando vuelves de patrullar y ellos se van al colegio o a trabajar. Es duro para todos, porque este desequilibrio genera a menudo tensiones familiares. Y el agente de policía se siente culpable”, explican desde ASC.
Dejar tu casa y tu familia
El tercer factor es el geográfico. Y es que en todo este asunto hay un dato extraño pero relevante: las policías autonómicas y las municipales no tienen tasas de suicidios tan altas como Policía Nacional o Guardia Civil. ¿A qué se debe?.
El policía municipal tiene su ciudad como ámbito de actuación. El autonómico un poco más de territorio. Pero el policía nacional que quiere promocionar está sujeto a cambios constantes de residencia. Un ascenso suele conllevar un cambio de destino. La movilidad por toda España no es fácil de llevar: "O te marchas tú solo a un lugar nuevo que no conoces, o tienes que obligar a tu familia a irse contigo. No siempre se adaptan a un nuevo destino, un nuevo trabajo o un nuevo colegio. Si se van contigo les estás obligando a que renuncien a parte de su vida. Si se quedan, tienes que irte solo", cuentan desde el sindicato. Muchas veces, para evitar estos dilemas, el policía opta por no promocionar. No progresar. "Prefieres estancarte profesionalmente antes que perjudicar a tu familia. Y eso hace que el policía pierda autoestima”.
Para un Guardia Civil, además, el problema se agrava por el particular concepto de hogar en el que tienen que convivir. “Cuando te toca vivir en una casa cuartel es imposible desconectar. Nunca te acabas de marchar del trabajo. Vives en él”, resume Juan Fernández, portavoz de AUGC (Asociación Unificada de Guardia Civiles). Es el sindicato que ha dado la voz de alarma este año sobre este problema, tras registrar 14 casos de suicidios en el cuerpo en lo que llevamos de 2017. El problema de las condiciones de vida de algunas casas cuartel ya está siendo denunciado desde dentro del cuerpo.
“Tú estás loco y no quieres trabajar”
Como cuarta causa apuntan al estigma. El agente que entra en depresión es señalado por los jefes, por los médicos y por sus propios compañeros. Se trata de cuerpos en los que cualquier síntoma de debilidad está muy penado. “Los policías tenemos que ser superhéroes. No podemos estar mal ni mostrar debilidad. Muchos agentes entran en depresión pero no pueden contárselo a nadie. Si se entera según qué compañero te dice que estás loco. Si se entera tu superior te acusa de ser un flojo. Si se lo cuentas a los médicos te dicen que lo que no quieres es trabajar”, denuncian desde ASP.
En el caso de la Guardia Civil existe además otro problema añadido: se trata de un cuerpo dependiente del ejército, por lo que el código penal que rige es el militar: “Una discusión con un superior puede llevarte a prisión. Las relaciones laborales en el cuerpo no se han adaptado a los nuevos tiempos. Siguen primando los valores y la disciplina férrea de cuando se fundó el cuerpo en el siglo XIX”, recalca Juan Fernández.
En ambos cuerpos se producen a menudo hostigamientos por parte de superiores. Pero la misma idiosincrasia de estas instituciones dificulta que un acoso laboral acabe en sanción. Las jerarquías pesan. El 'jefe tirano' no es una figura extraña dentro de las fuerzas de seguridad, porque goza casi de inmunidad en el trato hacia sus subordinados. Así, los agentes prefieren callar ante los abusos porque saben que denunciar será contraproducente: no sólo no se arreglará el conflicto, sino que además les acarreará represalias. Este silencio, unido al que ya rodea de por sí a la problemática del suicidio, contribuye a la ocultación absoluta del problema.
La quinta causa es la posesión del arma. Contar con un método letal para morirse influye en las tasas de suicidio por profesiones. Por ejemplo, los médicos conforman uno de los sectores con un índice más alto de muertes autoinflingidas. Por norma general lo hacen ingiriendo pastillas, porque tienen acceso a esa medicación. En el caso de las fuerzas de seguridad, es relativamente fácil que un policía resuelva una depresión pegándose un disparo en un momento de debilidad, porque ya lleva la pistola encima.
“A todo ello le podemos sumar el agravante de que tanto Policía Nacional como Guardia Civil somos los cuerpos de seguridad peores pagados de España, por detrás de autonómicas o municipales”, concluyen desde el sindicato de CNP.
La administración mira para otro lado
¿Qué se está haciendo para prevenir esta lacra? Desde la administración pública se está haciendo poco y mal, según explican los sindicatos. “En 2002 se aprobó un plan para prevenir conductas suicidas. En 2004 se renovó pero era casi idéntico al anterior y seguía siendo insuficiente”, recuerdan desde AUGC.
¿En qué consiste ese plan? Ese es otro de los problemas: los recursos son escasos y se limitan a que, en caso de que un agente decida sobreponerse al estigma e informar de que padece una depresión, lo visitarán psicólogos y psiquiatras. Pero no los que quiera el paciente, sino los que pone el cuerpo a su disposición. Dichos médicos en realidad son guardias civiles que se han sacado la carrera estando en el cuerpo. Son agentes. “Existen muchas posibilidades de que lo que le cuentes a ese médico llegue a tus superiores. A menudo, los agentes prefieren no acudir al médico para evitarse represalias posteriores”.
El problema es similar en la Policía Nacional. “No hay un plan específico de prevención de suicidios más allá del genérico para todos los funcionarios del estado, con ligeras variaciones. Evidentemente la policía no tiene los mismos riesgos que el resto de funcionarios”, cuentan desde ASP. Por si fuese poco, la administración pone trabas a las nuevas iniciativas: “Diseñamos un plan de prevención que bautizamos como Proyecto Vence. Lo hemos elaborado nosotros, sin ayuda. Pero desde la Dirección General de Policía nos han puesto trabas porque este tipo de iniciativas no se pueden tener relación con nuestro sindicato”, protestan.
El Ministerio de Interior lo niega
Los agentes ven con indignación cómo la administración pasa de puntillas por este problema. Desde las esferas más altas se niega la relación de la profesión con el elevado índice de suicidios. Como ejemplo, las declaraciones del Secretario de Estado de Seguridad, José Antonio Nieto, que aseguraba en junio que “el 90% de los casos de suicidio en la policía tiene como causa cuestiones relacionadas con el ámbito sentimental, personal y familiar”. Ese tipo de interpretaciones no hace más que esconder bajo la alfombra una problemática real. Porque si de verdad fuesen causas familiares, las tasas de suicidio serían similares a las de cualquier otro sector profesional.
Desde el Ministerio del Interior sostienen que ya se está aplicando un protocolo de actuación en tres fases: vigilancia en el proceso de selección, de los agentes con perfil de riesgo y de aquellas personas que ya hayan protagonizado un intento de suicidio. Sin embargo, y a la vista del preocupante incremento de casos, lo que se está haciendo no es suficiente.
“Entre los agentes hay miedo a coger una baja por una depresión. A la que pueden intentan jubilarte. Eso lo empeora todo”, lamentan desde la ASP. Es decir: caer en una depresión por motivos laborales puede acabar siendo una razón para que te jubilen.
Dificultad para identificar
Identificar a un potencial suicida no es sencillo. Juan es un exagente de CNP en Barcelona que perdió a su compañero por suicidio hace siete años. "Él era de Antequera y se vino con su mujer. Al parecer nunca se adaptó, pero yo nunca le vi conductas sospechosas. Al principio estábamos estábamos en los Zetas, con intervenciones diarias en la calle. Pero él se fue a policía científica, que son los que están constantemente en la escena del crimen tomando huellas. Eso es duro. Un martes no vino a trabajar porque se había quitado la vida disparándose en la bañera".
"Después de aquel suceso", prosigue Juan, "en uno de los muchos cursos que hacemos en Jefatura de Barcelona, nos hicieron hacer un test de estrés autocorregido. Cuando sabes que las respuestas sólo las vas a conocer tú y nadie más, eres más sincero y dices la verdad. Y fue ahí cuando me di cuenta del estrés tan fuerte al que estoy sometido y que todos estamos en riesgo de caer en una depresión. Nadie piensa en suicidarse cuando está bien. Nadie se imagina que puede acabar quitándose la vida. Hasta que lo hace. Nos puede pasar a todos", concluye.
Soluciones fáciles… a priori
¿Hay solución? Los agentes creen que sí. Y en ocasiones, es mucho más simple de lo que podría parecer desde fuera: “Una medida buena sería poder acudir a psicólogos externos que no sean otros agentes”, apunta Juan Fernández. Desde el sindicato de la Policía Nacional coinciden en este punto: “Los psiquiatras que tiene el cuerpo no miran siempre por el paciente y dan el alta aunque realmente no estés en condiciones de trabajar”.
Ambas fuerzas piden que la administración sea consciente de las particularidades del trabajo de las fuerzas de seguridad y faciliten la aplicación de medidas para la prevención: "Que no pongan trabas a estos proyectos es fundamental".
Pero lo que piden realmente los agentes es comprensión. Concluye Fernández que “necesitamos más asertividad. Que nos escuchen. Que no se mire mal a un agente que tiene una depresión. Eso son patrones de comportamiento que hay que cambiar si no queremos que el problema siga creciendo". Que se hable del tema. El suicidio se lleva cada año en España al doble de personas que los accidentes de tráfico, pero los tabús que rodean al tema y el hermetismo con el que se trata, hace que siga siendo una lacra soterrada y silenciosa que aumenta cada día.