En la isla todo el mundo pregunta por él. En las tertulias de café, en la guagua… Es la comidilla de la última semana. También en el centro comercial El Mirador, donde se selló el boleto premiado: 01 / 09 / 15 / 19 / 25 + 01 /07. “¿Se sabe quién es el ganador, mi niña?”, le cuestiona una señora mayor a Claudia, quien, tras la cristalera de su administración de Lotería, levanta los hombros y niega con la cabeza. “Ojalá lo supiera”, responde a través del interfono que le permite que sus clientes la escuchen al otro lado. “Me encantaría saber a quién le dimos tremendo pellizco”, dice con ironía.
Desde la noche del viernes 6 de octubre la isla de Gran Canaria vive pendiente de quién será el hombre o la mujer más afortunado de Europa. “¿Será un vecino nuestro? ¿Se lo habrá llevado un turista?”, se escucha en la terraza de una cafetería de Las Palmas, su capital. Ese día, alguien del que nada se sabe por el momento se embolsó los 190 millones del bote del Euromillón. Lo hizo con una apuesta de sólo 2,5 euros.
Se trata del mayor premio repartido en Europa hasta la fecha. Su dueño es ahora tan rico como aquel irlandés afortunado, Adrian Bayford, que ganó esa misma lluvia de millones en agosto de 2012. Pocas personas en el mundo disponen de tanto cash en sus cuentas como el británico y el ganador ¿canario? Ambos podrían invitar a comer ahora a Amancio Ortega, a Carlos Slim o a Mark Zuckerberg. Y les sobraría money.
El centro comercial en el que se selló el boleto se encuentra en el noreste de la isla, a una decena de kilómetros de Las Palmas. Situado en lo alto de una loma rocosa, por sus pies pasa la autovía G-1. El Mirador es un lugar de paso para muchos canarios que van de compras pero también un sitio que visitan esos miles de turistas que llegan a diario hasta Gran Canaria.
La población más cercana es la pequeña Jinámar, de 30.000 habitantes. Está a un minuto en coche del centro comercial. Analizado con frialdad, el boleto lo pudo sellar desde un canario de la otra punta de la isla hasta un jubilado de vacaciones del IMSERSO o un alemán llegado en busca de sol y mucho mojo picón. Cualquiera sabe. Y los rumores no paran de salir.
Pero Claudia Reyes, la hija de la dueña de la administración 54 de Gran Canaria, descarta que fuera un turista quien se haya llevado el premio. “Pienso que no, porque se nota mucho cuando vienen (los turistas) al centro comercial. Vienen a hacer unas compras o a comer, pero esa semana no estuvieron. Además, suelen probar suerte. Tuvo que ser alguien de esta isla”. Si confío en ella, descarto a los foráneos. Vamos acotando el target.
La administración, desbordada por la clientela
Claudia Reyes tiene 35 años. Mientras no deja de trabajar ni un instante por la gente que ahora busca suerte en su administración, explica que el ganador de los 190 millones de euros tuvo que sellar su boleto entre el miércoles 4 y el viernes 6 de octubre. ¿Por qué? Porque el Euromillón se juega los martes y los viernes, y el ahora ya archimillonario sólo jugó una apuesta y el premio salió el viernes, con lo que no participó ambos días.
“Sabemos que fue una sola apuesta, que se gastó 2,5 euros y que la numeración premiada salió de la máquina. Ni siquiera él nos trajo sus propios números. La suerte salió de aquí, tras estos cristales”, explica a EL ESPAÑOL. “Desde Loterías y Apuestas del Estado no nos dicen ni día ni hora concretos, porque nosotros tenemos cámaras y nos sería muy sencillo mirarlo”.
Este miércoles, cuando viajo a la isla para tratar de dar con el afortunado, Claudia atiende sin parar a una hilera de clientes que no le da ni un respiro. “Hemos duplicado las ventas. Incluso más. Es una locura. Ahora todo el mundo pide su apuesta a cualquier sorteo y siempre otra del Euromillón”.
Claudia dice que están sorprendidos y desbordados por el interés despertado. Mientras habla, de repente le suena el teléfono. Es una mujer de Las Palmas. Le ha pedido ocho décimos para el sorteo de El Gordo de Navidad. Al colgar, cuenta: “Le da igual el número que sea. Sólo quiere que sea de aquí. Antes, cuando nos hacían compras por teléfono o por internet, nos pedían un número concreto. Ahora eso ya da igual”.
Sin dejar de atender, Claudia da una explicación a la lluvia de millones caídos sobre su tierra natal. Hace tres semanas un incendio arrasó 2.800 hectáreas en esta isla. Murió una mujer. “Dicen que cuando hay una catástrofe así los astros se alinean en favor de la gente. Y parece que algo de esto hay”.
Desde un chino a un hindú, pasando por un reponedor en Eroski
En la isla se ha dicho de todo. Que el afortunado era un hombre de origen chino. Luego, que si era hindú. Más tarde, que la suerte se fue muy cerca de la administración, justo al bolsillo de un empleado del supermercado Eroski que hay en el centro comercial. Está a sólo 50 metros del puesto de trabajo de Claudia. Pero lo cierto es que la identidad de la persona ganadora sigue siendo un misterio una semana después.
Pero yo he venido desde Madrid a probar suerte (precisamente). ¿Y si doy con él? ¡Quién sabe! Más difícil es que te toquen 190 millones de euros y fíjate, ¡ya le han tocado a dos personas en los últimos cinco años!
Asumida mi hercúlea tarea, lo primero que hago es preguntar a varios empleados de Eroski. “Hola, nos dicen que el nuevo millonario trabajaba aquí como reponedor, ¿es cierto?”. La cara de todos ellos refleja incredulidad. “Pues es la primera noticia que tengo. Pero si me hubiera tocado a mí no habría dicho ni mú”, dice una cajera. “Yo no he echado a nadie en falta, amigo”, asegura un empleado de la sección de Electrodomésticos. “Como no soy yo, tampoco le he prestado mucha atención”.
Desisto en el centro comercial. Me marcho a otro sitio. Aunque no sé a dónde. La isla es grande y yo pequeño. Al ir hacia el aparcamiento a por el coche de alquiler me encuentro con una señora que se llama Eloísa. Tiene aspecto de descendiente de cubanos. “Así es, mi niño, mis padres nacieron en La Habana”. ¿Y no sabrá usted, por una de aquellas, quién es el ganador de los 190 millones, verdad? “Muyayo, ¿has venido aposta desde Madrid para eso? [cara de sorpresa] Dar con esa persona es más complicado que acabar con el castrismo en Cuba”.
La respuesta de la mujer me deja con el ánimo por los pies. Si no ha conseguido EE.UU. derrocar a los hermanos Castro en más de medio siglo, ¿voy a ser yo capaz de esto? Lo dicho, me vengo abajo.
¿Y ahora qué? ¿Dónde busco? Es como buscar una aguja en un pajar. En esta isla viven 850.000 personas y el año pasado la visitaron 4,2 millones de turistas. ¿Pregunto pueblo por pueblo? ¿Casa por casa? ¿Hotel por hotel? ¡Venga ya!
Por fin, una pista… que luego se desvanece
Antes de seguir la búsqueda necesito comer algo. La incertidumbre me ha abierto el apetito. Voy al mercado del puerto de Las Palmas. Allí le pregunto a un camarero si tiene papas arrugás y si, por casualidad, conoce a mi hombre o a mi mujer.
“Chico, ¿te quieres creer que anoche había unos clientes aquí hablando de eso y mostrándose una foto del ganador?”, me dice el servicial empleado. “¿En serio?”, le cuestiono. “Yo no me enteré de mucho, pero algo escuché. Pásate esta noche, sobre las nueve, que te cuento algo más porque son clientes que suelen venir a menudo”.
Cruzo los dedos. Como y me marcho. Luego conduzco hasta Jinámar. En el centro comercial alguien me ha dicho que el afortunado es de allí. Probaré suerte durante la tarde, antes de volver a ver al camarero. Mi fuente.
Jinámar es un barrio situado entre los términos municipales de Las Palmas y Telde. Su gente, tradicionalmente, se ha dedicado a la agricultura (tomates, naranja y caña de azúcar). En la parte alta está el Valle de Jinámar, otro ‘microbarrio’ constituido por varios edificios de viviendas de numerosas plantas. Al llegar me doy cuenta de que es una zona donde su gente, en su mayoría, pasa estrecheces económicas. Si el premio ha tocado aquí, habrá sido la bomba.
Pero qué va, aquí nadie sabe nada. Una señora que pasea a su nieto se ríe en mi cara (literalmente). “Aquí sólo hay piojos, niño”. Un chaval de unos 20 años que se va a montar en su moto se mosquea cuando le pregunto. “¿Me estás tomando el pelo? Mira que te doy con el casco”, dice. Un señor que hace la compra en una pequeña tienda de ultramarinos termina por desconsolarme. “Muyayo, a ti te han tomado el pelo. Si fuera de aquí ya se sabría. El ganador ya ha salido de esta isla. ¿O crees que te va a estar esperando a ti?”
Pasa la tarde. Cae la noche y vuelvo a ver a mi fuente. Pero el camarero ya no está. Pregunto por él a una compañera. Me dice que su turno ya ha terminado y que no volverá hasta el día siguiente. Pero la mujer me ve cara de desconsuelo y le llama por teléfono. Cuando vuelve, me explica: “Dice que le tomaron el pelo o que él escuchó mal, pero que no sabe nada. Lo siento”, asegura la camarera. Pero más lo siento yo.
Segundo día de búsqueda
Ya es jueves. He dormido bien. Después de la paliza moral de ayer me he levantado con optimismo renovado. Voy a encontrarlo, me digo, como esos equipos de fútbol que se conjuran en el vestuario haciendo un corro mientras su capitán les vocifera que sí, que aunque en el equipo rival estén Messi o Cristiano, ellos, con un presupuesto que no supera la ficha de ninguno, van a ganar el partido.
Pero pasan las horas y no doy con el afortunado. Visito cada rincón (es un decir) de la isla. Me planto en el sur (Maspalomas, Patalavaca); el centro (Tejeda, Artenara); el este (además de Jinámar, voy a Telde) y el noroeste (Gáldar). Calculo que recorro unos 100 kilómetros. O más, no sé. Y nada.
Todo son rumores, pero nada concreto. Que si ha sido un camionero que reparte huevos. Que si un empleado de banca que paró en el centro comercial a comer. Incluso, que si el dinero está en el bolsillo de un funcionario de Tenerife que ese día había cogido el ferry desde la isla vecina para hacer una venta de un piso heredado en Las Palmas. Pero como digo, nada concreto.
Sea quien sea el afortunado, si es canario y le gusta el equipo de la ciudad, podría darse varios caprichos. Con ese dinero podría pagar durante los tres próximos años el presupuesto de esta temporada de la UD Las Palmas (60 millones). También podría cabrear a un jeque y quitarle al PSG al francés Kylian Mbappé (180 millones) para que se enfudase la camiseta amarilla.
Pero si necesita consejo de dónde invertir y cómo gastar su increíble fortuna, el dueño o la dueña del boleto ganador del Euromillón del viernes pasado puede pedirle consejo al panadero de Pilas (Sevilla) que ganó 121 millones de euros en mayo de 2011. Tras fugarse de su pueblo durante un tiempo, años más tarde se instaló en la capital andaluza. Su vida es de vino y rosas: viaja por todo el mundo junto a un puñado de amigos viendo el mundial de Fórmula 1, conduce un Porsche azul y tiene una casa junto a la catedral de Sevilla valorada en 1,2 millones. Eso, que se sepa.
Más austera es la vida de la mallorquina a la que le tocaron 126 millones de euros en mayo de 2009. Durante los siguientes dos años trabajó en su antiguo empleo para no delatarse. Ahora usa un coche barato, viste de Zara y dio a luz en un hospital público. No quería que su hijo supiera que había nacido rico.
Yo no sé qué haría con 190 millones de euros, la verdad. Por el momento sé que mañana (por este viernes) sale mi avión de vuelta a la Península. Viajaré en turista. Quizás entre la tripulación vaya el ganador del premio y yo ni lo sepa. ¿Se imaginan?