El empresario alicantino-murciano Trinitario Casanova Abadía (Orihuela, 24 de marzo 1964) vuelve a estar de moda esta semana. La eterna reforma del Edificio España de Madrid parece entrar en una fase definitiva. Tras las dudas sobre cómo se financiará este macroproyecto urbanístico, el Grupo Baraka, liderado por Trinitario Casanova, ha confirmado que lo hará recurriendo a fondos propios.
La firma española cerró un acuerdo el pasado mes de julio con el conglomerado chino Wanda Group para adquirir el emblemático inmueble por 272 millones de euros, cifra que dice poder asumir con su propia tesorería y así firmar la escritura de compraventa del inmueble sin recurrir a financiación bancaria a final de mes. Es más, el holding inmobiliario de Casanova ha presumido de músculo financiero esta misma semana con el cierre de la compra de dos inmuebles comerciales más en el centro de Madrid, que suman una superficie total de 5.000 metros cuadrados y tienen un valor aproximado de 150 millones de euros.
Aunque el acuerdo se realizó el pasado verano, las adquisiciones del hotel Carlos V, cerca de las Descalzas Reales, y del edificio situado en el número 13 de la millonaria calle Preciados se han formalizado esta semana. Anteriormente ya se hizo con más de 10 millones de metros cuadrados en Valdebebas (Madrid), muy cerca de la ciudad deportiva del Real Madrid, por un importe cercano a los 75 millones de euros y consiguió jugosas plusvalías cercanas a los 3 millones de euros con la venta de un inmueble en Gran Vía 44, una antigua sucursal de Bankia.
Pero en la vida de este frutero reconvertido en ladrillero, no todo es oro, a pesar de que se ha alzado a sí mismo como un todopoderoso hombre de negocios y un nuevo actor en la compra y gestión de inmuebles emblemáticos de alto valor en la capital de España. Trinitario pretende asemejarse a corporaciones como Mutua Madrileña y a ilustres nombres de la lista Forbes como Amancio Ortega, dueño de Inditex, que ya desarrollan aquí buena parte de su actividad inversora. Una trayectoria meteórica de crecimiento, con múltiples aventuras empresariales, pero también con la sombra de varios escándalos. Y más de un cadáver detrás.
Un frutero hecho a sí mismo
Trinitario Casanova Abadía empezó su trayectoria profesional muy joven, en 1980 con tan sólo 16 años. Lo hizo de la mano de su padre, también llamado Trinitario (fallecido en 2009 a los 81 años), en el negocio de distribución y exportación de frutas y otros productos hortofrutícolas que regentaba en la región murciana. Desde allí fue construyendo su trayectoria de hombre hecho a sí mismo, con la única formación de la experiencia, el trabajo y, según sus críticos, “de coger a veces atajos para conseguir sus objetivos sin mirar si el camino es o no lícito”. Se independizó y se casó muy joven, con tan sólo 22 años con Fina Mari Pujante, que regentó una joyería en Murcia, de donde dicen que han salido buena parte de los regalos con los que Trinitario ha ido agasajando a muchos de sus clientes a lo largo de su trayectoria profesional. Con ella tiene sus dos hijos: Trinitario y Fuensanta, un nombre en honor a la patrona de Murcia, a la cual veneran.
Su hija se licenció en Filología Inglesa por la Universidad de Salamanca e hizo su posgrado en Londres, donde vive actualmente. Allí trabaja en una inmobiliaria. Su hijo, Trinitario Casanova Pujante, vive en Murcia y es su mano derecha en los negocios. Estudió en la elitista Lugano (Suiza), donde pernoctan los hijos de los poderosos y donde es administrador único de Plaza de Santo Domingo SL, una de las empresas familiares dedicada a la joyería y a los relojes, como también del Grupo Le Mien SL., una empresa textil que ha vestido a varias celebrities como Nuria Roca o la ex de Kiko Rivera, Jéssica Bueno. Preside la fundación Trinitario Casanova junto a su padre y también desde el 2015 es administrador único de Hispania Capital Group SL, la inmobiliaria que centra su principal actividad en Madrid, con sede en la calle Lagasca de la capital de España.
Comprar barato y vender caro
Trinitario fue probando suerte en variados negocios, pero pronto vio en el sector inmobiliario la forma en la que ganar más y más rápido. Fue abandonando o cerrando algunas empresas. En 1994 echó el candado de Protemur SL, compañía dedicada a servicios de limpieza de edificios; en 1998, fue Distribuciones King Kong SL; y en 2003, Capital de la Vega SA. En todos esos negocios también aparecía su hermano José Manuel Casanova Abadía. Sin embargo, Trinitario fue poco a poco consolidando el que se convertiría en su buque insignia principal: Grupo Inversor Hispania, con el que daría el primer pelotazo. Suerte o anticipación, se preguntan sus críticos.
En el año 2008, en lo más alto del boom inmobiliario, el frutero Casanova vendió este holding en una operación especulativa valorada en 700 millones de euros a otro tiburón, el constructor malagueño José Ramón Carabante de la Plaza (1952). Lo hizo a través de la Corporación Financiera ISSOS, que presidía en ese momento el ya fallecido ex ministro socialista Miguel Boyer.
ISSOS pagó a Trinitario Casanova unos 100 millones de euros y, además, asumía otros 600 millones de deuda de la compañía del frutero. De este modo, dos tiburones de los negocios se unían. Carabante, dueño del Grupo 2002, un personaje de carácter jovial, de rudo mostacho, encantador de serpientes, poseedor además de una extensa colección pictórica, rodeado siempre por la polémica, había fichado a Miguel Boyer tan sólo dos años antes.
Lo hizo porque le consideraba la persona más adecuada para rentabilizar financieramente sus cuantiosos ingresos producidos por la especulación inmobiliaria en la costa española y lo puso al frente de su área financiera, situándolo en diciembre de 2006 al frente de la presidencia de su buque insignia de inversión, la Corporación Financiera Issos. Más tarde, los dos se aliaron para crear una sociedad conjunta de inversión en bolsa, denominada Inversiones Delos, cuyo objetivo final era invertir en los mercados de valores por entonces inseguros.
Con la compra del holding a Trinitario Casanova, Carabante, Boyer y la corporación ISSOS se hicieron con la práctica totalidad de los bienes del Grupo Hispania, entre los que figuraba la emblemática torre que Casanova tenía en la céntrica Plaza de la Fuensanta de Murcia, frente a El Corte Inglés, desde donde se había propuesto dominar, no sólo con la vista, toda la región murciana y del Levante. Trinitario poseía ya una decena de centros comerciales en Murcia, incluyendo uno en construcción en la avenida Juan de Borbón cerca del complejo Thader, varios inmuebles en Alicante y una importante participación en el Banco Popular, entidad financiera con la cual tendría a posteriori una vinculación de negocios ruinosa para el banco.
Todas estas propiedades pasaron en el verano de 2008 a manos de Carabante. Pero muy pronto llegaron los problemas. El empresario malagueño comenzó, ya en la semana posterior, a incumplir sus compromisos de pago. No llegó a pagar ni la mitad del precio de compra del Grupo Inversor Hispania. Solo 40 millones fue la cantidad pagada en el momento de la firma del contrato, el resto del precio se aplazó. En septiembre de 2009, Trinitario Casanova comenzó a enviarle burofaxes y requerimientos notariales a su antiguo amigo con el fin de exigirle el pago de los más de 50 millones de euros que le debía. Ya en noviembre, el nuevo dueño del Grupo Hispania recibió la notificación de que se había iniciado un juicio en su contra por tal motivo. Entonces, Carabante se decidió a echar mano de una de las cláusulas existentes en el contrato de compraventa, que establecía que ambos empresarios, en caso de desacuerdo, aceptaban ponerse en manos de un tribunal arbitral. Presentó una solicitud de arbitraje.
La Justicia dio al final la razón a Trinitario, sentenciando que tenía que recibir 47,5 millones de Carabante. Por ello, la situación financiera del empresario malagueño se agravó rápidamente. Ya en el año 2010 tuvo que acudir al Banco Popular para refinanciar 400 millones de euros de deuda de su conglomerado.
Al final, Carabante y el Popular se quedaron con la deuda y Trinitario salió indemne de la crisis con 100 millones de euros en el bolsillo y ganando a su ex amigo en los Tribunales. Esos son los atajos de los que hablan sus críticos. “No le importa el cómo, sólo la rentabilidad, da igual cómo se consiga”, afirman.
Condenado por alterar el precio de las acciones del Banco Popular
Pero no todo fue redondo para Trinitario en ese año 2008. Ese mismo ejercicio el constructor frutero cerró una oscura operación financiera, en pleno derrumbe bursátil. El Banco Popular, como la mayoría de las entidades financieras, empezaba a sentir los efectos de la burbuja que estalló de pleno meses más tarde. Hoy sus acciones apenas alcanzan los 0,90 céntimos de valor, pero en 2007 cotizaban a 14 euros. En ese momento, en máximos, Trinitario decidió entrar en el capital del banco, pero pronto vio que el negocio no era bueno.
Desde los máximos en los que cotizaba unos meses antes, el Banco Popular empezó a derrumbarse y perdió el 50% del valor. En ese entorno, Trinitario jugó para minimizar sus pérdidas y no lo hizo al parecer con buenas artes, sino en una operación en la que incluso implicó al actual ministro principal de Gibraltar, Fabian Picardo, a través de una OPA fantasma (Oferta Pública de Adquisición de Acciones).
Según declaró Picardo en el juicio celebrado el año pasado por este caso, Trinitario Casanova le hizo creer que había un grupo de inversores mexicanos que quería comprar el 20% del Banco Popular y lanzar así una OPA a la entidad bancaria. Le convenció de que él era el representante de estos inversores en España, a los cuales vendería el 3,5% de acciones que poseía. Lo que no sabía es que de los 527 millones de euros que invirtió en la compra de esas acciones, consiguió 394 por un préstamo del banco belga Fortis (BNP Fortis en la actualidad), el cual como garantía le había dejado en prenda sus acciones. El acuerdo por la adquisición de este paquete de 46,5 millones de acciones fue cerrado por el banco belga y su empresa, Titánica Capital Investments SLU entre julio y noviembre de 2007.
Esto conllevaba que, si la acción bajaba de un mínimo, la entidad se quedaría con las mismas, además de que Casanova no podía venderlas sin la autorización de ésta. "La operación no existió nunca. No fue más que una operación fantasma", aseguró Picardo en su declaración como testigo durante la vista oral. Se dio cuenta de la farsa a posteriori, cuando Casanova ya le dijo que los inversores mexicanos, entre los que supuestamente estaban el empresario Carlos Slim, no iban a acudir a la firma del contrato, sino que iba a ir en su lugar una persona de origen libanés, Salomon Dumani. "Hicimos una investigación y no conseguimos confirmar que esa persona exista ni haya existido nunca", añadió.
Casanova aseguró en su interrogatorio todo lo contrario: que había sido el ahora máximo dirigente de Gibraltar quien le había ofrecido comprar sus acciones en nombre de un grupo de inversores mexicanos, pero que desconocía tan siquiera quienes eran. La guerra entre Picardo y Casanova fue cruenta. El líder gibraltareño aportó al Juzgado todos los correos electrónicos cruzados con el constructor. Incluso, aportó la copia informática para certificar que el correo a través del cual el empresario le escribía es real.
La caída de precio de 14 euros por acción a 7 euros en julio de 2008 llevó a que el banco belga Fortis exigiera a la empresa de Trinitario, Titánica Capital Investments, la constitución de doce depósitos por cantidades comprendidas entre los 17 y 65 millones. Desde el 3 de junio de 2008, Titánica no atendió a ninguno de los diez requerimientos que se le hicieron, lo que permitió a Fortis ejecutar la prenda y proceder a la venta de las acciones pignoradas. En este escenario, Casanova hizo circular durante el verano de 2008 entre los diarios económicos el rumor de la OPA de los empresarios mexicanos a “un precio muy ventajoso”. Toda una operación especulativa controlada mediáticamente.
Según las investigaciones judiciales, el promotor continuó enviando información falsa a los medios de comunicación durante un tiempo con el fin de mantener las acciones de Popular al alza. Trinitario llegó incluso a viajar a Londres para constituir una sociedad de cartera llamada Blueprime.
Según los jueces, el constructor habría manipulado el mercado para que pudiese vender parte de sus acciones a un precio más elevado. “Esto afectó a la libre formación del precio de cotización de la acción de Banco Popular", señaló en un escrito la Fiscalía. Sin embargo, nada de aquello fue suficiente y finalmente Fortis ejecutó las acciones de Trinitario Casanova en el Popular. La operación acabó con pérdidas para el banco belga, que tenía empeñadas las acciones por valor de 170 millones de euros.
El escándalo de La Zerrichera
Trinitario Casanova fue condenado en el año 2016 a 12 meses de cárcel por el caso Banco Popular. No fue el único escándalo en el que se vio envuelto. De hecho, el que le pudo llevar a consecuencias más graves fue el caso La Zerrichera, conocido en la región como la “Malaya Murciana”. La Zerrichera es un pequeño valle de alto valor ecológico, encajonado en la Sierra de Almenar, cerca del municipio de Águilas, donde Trinitario Casanova planeó construir un resort de lujo de 4.000 viviendas, hotel y campo de golf. La Justicia lo impidió.
El pelotazo empezó a generarse en 2005 cuando tanto el pleno del ayuntamiento de Águilas como el Gobierno de Murcia recalificaron y desprotegieron esta finca, incluida en una zona catalogada como Lugar de Interés Comunitario (LIC) y Zona Especial de Protección para las Aves (ZEPA), para permitir la construcción de una macrourbanización de lujo a semejanza de las que ya se construían en Totana, Los Alcázares, Torre Pacheco, Librilla o San Javier y que en la mayoría de los casos han acabado en los Tribunales.
La investigación comenzó tras la petición de Trinitario Casanova, amigo personal del entonces consejero de Obras Públicas, Joaquín Bascuñana, de quien dependía la reclasificación definitiva del paraje. También dependían de él los permisos para construir el macroproyecto del frutero. Todo ello contó con la oposición del entonces director general del Medio Natural, Carlos Brugarolas, quien aseguró en un informe que "la finca debe preservarse del proceso urbanizador por estar sujeta a un régimen específico de protección incompatible con su transformación urbanística".
Sin embargo, esta negativa cambió meses después, cuando llegó su sucesora, Encarna Muñoz, esposa de otro de los considerados padres de la reclasificación de los terrenos, Antonio Alvarado. Ambos acabaron imputados. La fiscalía señala que tenía "un interés incomprensible en reclasificar el terreno".
Según la investigación del fiscal Manuel López Bernal, durante la tramitación del expediente se llegó a realizar la declaración de impacto ambiental en 24 horas, apareciendo publicado en el Boletín Oficial de la Región de Murcia con una fecha diferente. Este interés llegó hasta el punto de que la entonces directora general, Encarna Muñoz, solicitó a la Unión Europea la modificación del perímetro protegido, coincidiendo con los intereses del promotor, quien adquirió los terrenos rústicos en 2004 a una cooperativa agrícola por 30 millones de euros, y los vendió casi de forma instantánea después a la Caja de Ahorros de Guipúzcoa y San Sebastián 128 millones. Todo fue beneficio. Trinitario Casanova no adelantó ni un euro ya que el acuerdo con los dueños de la cooperativa establecía la permuta de las 250 hectáreas a cambio de 44 de los chalés que allí se iban a construir.
El 17 de octubre del 2005, Trinitario Casanova recibió de la promotora de la Kutxa un primer pago de 23,2 millones de euros como anticipo por la compra de La Zerrichera. Tan sólo habían pasado quince días desde que el consejero Joaquín Bascuñana firmara la resolución que hacía los terrenos urbanizables. Por tanto, se cerró la venta por la cantidad mencionada.
Pronto el mal olor que desprendía todo aquello no se pudo disimilar. Tras un viaje a China, el entonces consejero de Industria y Medio Ambiente, Francisco Marqués, anunció su fichaje por una empresa privada. Negó que su salida tuviera ninguna relación con las críticas de la Comisión Europea que pidió la paralización del expediente de urbanización. Unos meses después, el nuevo consejero de Industria y Medio Ambiente, Benito Mercader, paralizó la urbanización alegando la falta de un plan de ordenación de los recursos natural del parque en el que está enclavada La Zerrichera.
Tras la denuncia de los grupos ecologistas y del PSOE de Murcia, el fiscal López Bernal abrió unas diligencias informativas que finalizaron con una querella contra siete miembros del PP y la investigación a Trinitario, al que se le relacionó con pagos irregulares. De hecho, incluso eludió ser detenido en una ocasión porque se encontraba de viaje.
Los vendedores originarios, la empresa Alhóndiga Agrisel, propietarios iniciales de la finca de La Zerrichera, también presentaron en los juzgados de Lorca una querella por estafa contra Trinitario Casanova y solicitaron cuatro años de prisión, al no recibir “ni un euro por la venta de los terrenos y ser engañados por el señor Trinitario Casanova” según declaró el abogado de los querellantes. No sólo se trata de la permuta no realizada por 44 chalés con piscina cuando la urbanización estuviera concluida, también Casanova se comprometía en el citado contrato a no vender la finca sin el consentimiento expreso de sus primeros compradores, que explotaban las parcelas y plantaban lechugas en la misma.
Según la querella de los dueños de la cooperativa Agrisel, Trinitario Casanova les entregó avales bancarios del Banco Popular para convencer a los cooperativistas de que eliminaran una condición resolutoria del contrato de permuta. De este modo, si en un plazo de tiempo no se hubieran construido los 44 chalés que les correspondían, los terrenos volverían a su propiedad. Cuando fueron a cobrar los avales, en el banco nadie sabía nada. “Tras la estrategia de Casanova y el Banco Popular, no han percibido ni un euro por los terrenos mientras que Casanova ha ganado 128 millones de euros”, afirmaron los abogados de los demandantes. La cooperativa agraria, de momento, no ha tenido éxito con ello.
El tercer fleco de La Zerrichera sigue abierto. El Juzgado de Instrucción número 8 de Murcia investiga un presunto fraude fiscal de ocho millones de euros. Las investigaciones apuntan a que Casanova habría cometido esa supuesta defraudación a la Hacienda Pública en la liquidación del IVA y del Impuesto de Sociedades entre los años 2004 y 2006. Presuntamente, lo logró mediante la presentación de facturas falsas que además de pagar menos IVA le pudo haber permitido hacer transacciones en efectivo. Como ejemplo de esas facturas supuestamente falsas que Trinitario Casanova habría adquirido y presentado al fisco destaca la que el 26 de octubre de 2005 (un día antes de la aprobación provisional de La Zerrichera) abonó a 'Explotaciones el Trebolar', por importe de 2,2 millones de euros. Lo hizo “a cuenta de la gestión en la venta de las propiedades que se relacionan en el contrato”. Este caso es uno de los grandes escándalos que le puede estallar en breve al dueño del Edificio España.
Gusto por la buena vida
Tras vender Hispania e ir esquivando todos estos escándalos se centró en Baraka. Se trata de un conglomerado de empresas diversificadas en distintos sectores: Bolsa, explotaciones agrarias, alquiler de pisos, promoción de centros comerciales, inversión inmobiliaria y construcción de viviendas de protección oficial. Todas ellas ubicadas en el edificio Hispania, en la plaza de la Fuensanta, el mismo que en su momento vendió a Carabante. También hizo sus pinitos en los medios de comunicación cuando fue dueño del desaparecido El Faro de Murcia. En la actualidad ocupa más de 58 cargos en distintas empresas.
Trinitario Casanova es un tipo discreto en su vida privada, pero no en sus gustos. Amante de las americanas de colores chillones, le encanta viajar en su avión privado, un Bombardier al que le redujo sus 42 plazas a sólo 12 para incluir un despacho y dormitorio. Lo ha alquilado varias veces a clientes de renombre. Jugadores del FC Barcelona, como Messi o Neymar, son algunos de los que han usado el avión de Casanova para poder desplazarse a las concentraciones de sus selecciones o para regresar a España. Así, el empresario viaja frecuentemente a Qatar y Nueva York, donde pasa algunas temporadas.
El agasajo es otro de sus puntos controvertidos. No escatima en obsequiar con joyas, relojes de oro o viajes a clientes y otras personas. Es una costumbre que también mantiene el actual presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Si finaliza con éxito la operación del Edificio España también compartirá con él el poseer una “torre” emblemática en la principal ciudad de sus respectivos países. Ambición y osadía le sobran para nuevas metas, en una vida llena de claroscuros.
Este periódico ha intentado ponerse en contacto con Trinitario Casanova para que pudiera verter sus opiniones. La invitación fue declinada por el nuevo rey del ladrillo.