Hace justo un año, la serie de televisión Occupied, esa que juega a qué pasaría si Rusia invadiera Noruega, estuvo a punto de provocar un conflicto diplomático real cuando el Embajador de Rusia en Oslo cayó en la cuenta de que esta historia de inminente estreno en el país escandinavo no dejaba demasiado bien a sus compatriotas. El buen señor vino a decir que menuda panda de ingratos, que si no fuera por el ejército soviético allí estarían todos hablando alemán. Y la productora le despachó con un burlón “ay, pero si es ficción, tonto, no te lo tomes tan a pecho”, aunque sabía perfectamente que buen rollo los dos países no tienen. Cuando no se están pegando por un trozo del océano Ártico lo hacen por las minas que contaminan la frontera.
O sea, tensión con el vecino peninsular de verdad, no como cuando yo era pequeña y fantaseábamos con la idea de ir a saltar a Portugal hasta que se hundiera para que Badajoz tuviera playa. Ningún portugués que yo conozca se ha tomado jamás a mal esto (sobre todo, porque la mayoría ha sufrido en carne propia algún verano pacense), claro que gastarte diez millones de euros en una serie que escupe a las claras un “me caes mal” al de al lado no es una elucubración pueril, precisamente.
Occupied (que está disponible completa en Yomvi) se ha vendido fenomenal a todo el mundo. Es un thriller sin demasiadas sorpresas con un armazón previsible, lo cual es una ventaja porque el mogollón está en el subtexto, interesantísimo, envenenado con una animadversión atávica, real y enconada, con esa rabia que sólo consigue provocarte el del piso de arriba cuando te fastidia la moldura de escayola con misma gotera año tras año. Maldito sea.
Traidores y patriotas
Rusia va pisando juanetes por doquier. La serie no se ha inventado la premisa, es bien sabido que los rusos entrenan a sus cadetes simulando la invasión de países colindantes. Llevan mucho tiempo ya asumiendo el papel de villanos en cualquier historia y no parece importarles demasiado. Occupied, no obstante, no se ceba, no cede a un planteamiento maniqueo y equilibra el reparto entre buenos y malos, traidores y patriotas que entienden que algunas fronteras son negociables. Y se aventura más allá de esta gresca en la Europa extracomunitaria. Hay estopa para todos.
Rusia y Noruega, dos países enfrentados, gruñendo con los belfos llenos de babas y que necesitan pocas excusas para por fin lanzarse a las respectivas yugulares
Porque el señor embajador ruso puede decir misa que en Occupied lo que provoca sonrojo de verdad es el papelón de una Unión Europea incapaz de luchar sus propias batallas, que manda a los rusos como sicarios cuando Noruega renuncia a seguir produciendo combustibles fósiles y se queda esperando que le resuelvan la papeleta mirando para otro lado cuando los dos países se enzarzan. Incluso Estados Unidos aparece como secundario en plan aliado desdeñoso.
Rusia y Noruega, dos países enfrentados, gruñendo con los belfos llenos de babas y que necesitan pocas excusas para por fin lanzarse a las respectivas yugulares. Dos países no miembros que se miden de igual a igual mientras la tonta del bote (o sea nosotros) sigue a sus cositas. Así nos ven por ahí arriba.
Lo que me ha dejado perpleja de Occupied no es intuir lo cerca que puede estar la gran batalla por las energías alternativas o qué bien plantea la serie la inestabilidad de una democracia sólida, qué fácil resulta descalabrar un país con malas decisiones, políticos torpes y un buen caballo de Troya. Lo asombroso es que una ficción audaz y ambiciosa como es ésta reserve el papel de convidado de piedra a los veintiocho unidos. Más de la mitad de los noruegos votaron en referéndum a final de los sesenta del siglo pasado que no querían ingresar en la Unión. Viendo Occupied da la impresión que, igual que no pueden fingir simpatía por los rusos, su aliento de europeos independientes permanece intacto.
Pasé la noche de la votación del Brexit viendo River, una serie (magnífica) en la que un sueco mira con tristeza infinita a un Londres hostil y desabrido. Se me antoja como una imagen muy representativa (y muy cursi) de aquella vigilia y de mi perspectiva viendo Occupied. A ver si en la segunda temporada (según el director de la serie, Erik Skjoldbjærg, ya está en marcha) nos dan un poco más de bola.