Las chicas Gilmore regresan para hacer frente a Trump
Madre e hija ya no aspiran a premios: vuelven en una octava temporada -desde su parón en 2007- con un deja vu lleno de cameos y guiños hasta reventar de nostalgia.
1 diciembre, 2016 14:02Noticias relacionadas
Es curioso que en la recién estrenada era Trump, definida por el analfabetismo cultural y emocional que parece impregnar a la sociedad americana, vuelvan una madre y una hija caracterizadas por devorar libros de todo tipo y discutir sobre el sentido de la vida mientras dan sorbos a un café con aire europeo (o lo que un americano piensa que es “europeo”), en un reducto de una América progre que se encuentra en peligro de extinción. Vuelven a un mundo que ha cambiado, y en el que seguramente tan solo tengan cabida dentro de la pequeña pantalla. Si algo caracterizaba a estas chicas pizpiretas era su profunda y amplia cultura sobre cualquier tema que se les pusiese por delante. Algo que claramente nada tiene que ver con los tiempos que corren en el país donde se enmarca su historia.
Resulta llamativo ver cómo cambian las tendencias. Antes, las series volvían en forma de película; ahí tenemos el ejemplo de Sexo en Nueva York, y siempre nos resultó extraño que un fenómeno como Las Chicas Gilmore no tuviese un cierre similar. Hoy en día, sin embargo, el cine se ha convertido en un reducto para superhéroes y grandes explosiones, y a no ser que alguna de nuestras protagonistas recibiese la picadura de una araña, sería poco probable que las viésemos en la gran pantalla. Es por ello que las chicas Gilmore (ya no tan chicas) vuelven con una octava temporada tras su parón en 2007, y lo hacen en forma de cuatro capítulos de hora y media, todos ellos producidos por Netflix.
Las chicas Gilmore (ya no tan chicas) vuelven con una octava temporada tras su parón en 2007, y lo hacen en forma de cuatro capítulos de hora y media
En esta ocasión seguiremos las cuatro estaciones del año de su mano; invierno, primavera, verano y otoño. Desgraciadamente ya sabemos que no contaremos con el entrañable Richard Gilmore, ya que el actor que lo interpretaba, Edward Herrman, falleció en 2014. Pese a ello, su presencia empaña esta nueva “temporada”, pero aún más su ausencia, ya que la falta de este personaje, un bálsamo entre madre e hija, provoca que la relación entre ambas tenga más altibajos y tiranteces. Otro personaje que sí vuelve es Stars Hollows, ese pueblecito mezcla de la América de postal y del sueño húmedo de cualquier hipster; él es fundamental en la historia, una influencia aún mayor que la del malogrado Richard.
Regalo nostálgico
Por supuesto, la serie no va a estar exenta de cameos y guiños, y así debe ser, ya que nos encontramos ante un producto para fans acérrimos. Las chicas Gilmore tuvieron su momento, hace mucho, y lejos queda el éxito y los premios. Madre e hija han vuelto para deleitar a sus seguidores, en una propuesta nostálgica y hermética si no se ha disfrutado de las temporadas anteriores.
Por cierto, también vuelven sus diálogos endiabladamente rápidos e ingeniosos, una marca de la casa. Los créditos con los que se inicia el primer capítulo son toda una declaración de principios. En ellos escuchamos un popurrí de diálogos de la serie original, con reflexiones y respuestas para todo. Su creadora, Amy Sherman-Palladino, nos está avisando de que no debemos temer, de que no vamos a encontrarnos con una serie incómoda; vamos a volver a sentir el espíritu Gilmore en su máxima esencia, un chute placentero para todos aquellos que han soportado el mono de su ausencia.
Otro punto que delata que nos encontramos ante un producto continuista es el primer plano secuencia de ese primer capítulo ambientado en invierno, donde se nos muestra a un grupo variopinto de personajes anónimos sonrientes yendo y viniendo con sus cafés estilo Starbucks, seguramente capuchinos y otras combinaciones de fantasía con espuma y canela, hasta llegar a Lorelai Gilmore, que da un gran suspiro de alegría, como si nos estuviese transmitiendo la felicidad que le supone al personaje volver a existir en ese pueblo que la acogió y que la ayudó a criar una hija siendo madre soltera. Por supuesto, ella también se está tomando otro café enorme que pondría nervioso hasta al mismísimo Gandhi.
La aparición de Rory
Tras este breve instante aparece Rory Gilmore, y la reacción de sorpresa y alegría de su madre vuelve a convertirse en un guiño que nos indica que estamos ante un reencuentro que va más allá de ese entorno ficticio. Rory acaba de bajarse de un avión, surgida de más allá de las fronteras de un pueblo anclado en medio de la nada, sin cobertura, congelado en ese invierno y encerrado en una bola de nieve que decora seguramente algún salón con una gran chimenea.
Rory acaba de bajarse de un avión, surgida de más allá de las fronteras de un pueblo anclado en medio de la nada, sin cobertura
Y tras este breve respiro, arranca un diálogo rápido e ingenioso que nos da la bienvenida a ese lugar que tanto nos costó abandonar. La propia Rory lo reconoce al dar una réplica aún más ingeniosa y acabar diciendo “guau, me falta el aire”. Ante lo que Lorelai le responde: “Estás desentrenada”. La conversación acaba con un efusivo abrazo entre madre e hija del que nos sentimos una parte importante, un tercer miembro de esa entrañable familia.
Así que abróchense los cinturones, porque estamos a punto de vivir un deja vu agridulce en toda regla, un viaje a través de todas las estaciones del año, donde es probable que asistamos al otoño más melancólico de nuestras vidas.