Antes las estrellas querían un casoplón en la playa, ahora quieren su propia serie (probablemente para pagarse el chalet en Malibú). El poder de Netflix, HBO y Amazon es cada vez más fuerte, y la libertad creativa que dan a los realizadores para dibujar tramas adultas y arriesgadas ha hecho que todo Hollywood quiera estar en la televisión, un medio que antes miraban por encima del hombro.
Primero fueron los directores. Fincher, Scorsese… todos saltaron temporalmente para dirigir algún episodio o ser showrunners de alguna serie de moda. Pronto los actores se apuntaron al carro. La cima llegó el año pasado, cuando Big Little Lies juntó a Laura Dern, Reese Witherspoon y Nicole Kidman en la misma ficción, que arrasó en los premios y que renovó por una segunda temporada que encima ha fichado a Meryl Streep.
Antes una serie era la manera de reflotar una carrera o de alcanzar la fama y saltar al cine. Ahora es el complemento de prestigio necesario. La última en apuntarse a la lista de estrellas de clase A que saltan a la televisión ha sido Julia Roberts. Hasta ahora, y más allá de cameos como el que realizó en Friends, nunca había estado en una serie, pero el momento ha llegado, y Amazon convenció a la antigua reina de Hollywood para protagonizar una de sus series estrella de la temporada.
La carrera de Roberts se ha reactivado en los últimos años, y este 2018 tiene en cartera todavía Ben is back además de Homecoming, la serie que ha creado Sam Esmail y en la que da vida a una mujer que trabaja en un centro privado en el que se trata a soldados con estrés postraumático recién llegados de la guerra para ayudarles a adaptarse a la vida real.
Por supuesto, y como en todo lo que hace Esmail, ese es el principio para levantar una trama conspiranoica en la que nada es lo que parece. Realmente se investiga cómo borrar y manipular los recuerdos de las frágiles mentes de los soldados, y Roberts es una de las que participa en un experimento mediante el que se hace reflexionar al espectador sobre lo poco que vale la vida de aquellos que son capaces de salir a matar por su país.
Roberts está perfecta con un papel lleno de giros y sorpresas, a lo que ayuda la narración fragmentada y en dos tiempos (y estilos visuales) que imprime Esmail al relato. Todo lo sucedido en el centro es el pasado, mientras que el presente se vislumbra en un formato que recuerda a los vídeos de Instagram y en el que Roberts trabaja enun bar y parece no recordar nada de lo que aconteció allí.
A la estrella la acompañan Bobby Cannavale y Sissy Spacek para completar estepuzzle psicológico que tiene muchos puntos de unión con Mr. Robot y que se consume como un bol de palomitas gracias a su efectista puesta en escena, sus giros imposibles y una duración tan agradecida como esos 30 minutos por capítulos.