En el pasado festival de Cannes parecía que 25 años después de que Jane Campion ganara la Palma de Oro una mujer la sucedería. En toda la historia del certamen más prestigioso del mundo sólo la realizadora de El Piano se había llevado la gloria, pero en 2018 se presentó Alice Rohrwacher con una obra tan contundente que parecía condenada al premio gordo.
Los periodistas acabamos rendidos a Lazzaro Feliz, era imposible no hacerlo. Rohrwacher incidía en las constantes que ya la habían hecho ganar el Gran Premio del Jurado con El país de las maravillas, pero daba un paso más allá en la emoción y en lo contundente del mensaje. Tenía eso que tanto se dice: un universo propio. Uno que, además, bebía del neorrealismo italiano mezclado con el género fantástico y encima con un ataque al sistema capitalista tan duro como el cine social más directo.
Lazzaro Feliz conviene disfrutarla sabiendo poco de su argumento para dejarse seducir por las sorpresas de su argumento y por su mezcla indescriptible de tonos y géneros. Rohrwacher nos cuenta la historia de Lazzaro, el ser más bueno del mundo, que vive atrapado entre los sirvientes que trabajan para una marquesa en la finca La Inviolata. Su estilo de vida parece de la época feudal, ya que sufren un sistema de castas y explotación en el que él está en la escala más baja, ya que todo el mundo se aprovecha de su bondad. La llegada del hijo rebelde de la marquesa revolucionará todo.
La magia inunda la película, y la directora trata todo con sensibilidad y de una forma poética. Hasta los arrebatos oníricos y mágicos (los susurros, el lobo…) son hermosos y nada forzados ni pretenciosos. Y cuando el espectador ya se ha acostumbrado a este extraño mundo de explotación laboral…. BOOM. Un giro de guion cambia todo por completo… o no. La historia cambia, quizás avanza al futuro, pero los problemas siguen ahí, o incluso han empeorado.
En esta segunda parte se agudiza la crítica al capitalismo feroz del mundo, se pierde parte del lirismo pero se gana en profundidad mientras el espectador acompaña al pobre Lazzaro en la pérdida de su inocencia. No hay lugar para la inocencia y la solidaridad en un mundo en el que el hombre es un lobo para el hombre -ahí está el innecesario simbolismo final.
Alice Rohrwacher se fue de Cannes con un premio al mejor guion que subo a poco, pero también se fue como una de las cineastas más personales e imprescindibles del cine actual. De momento, Lazzaro Feliz es, de lejos, una de las mejores películas del año.