Prometieron un paraíso terrenal: un macro festival en una de las 700 islas desiertas de las Bahamas con todo tipo de lujos y celebridades para disfrutar de lo que iba a ser “el evento de la década”. A su lado Coachella quedaba en nada.
El cerebro de este evento que jamás ocurrió se llama Billy McFarland, un empresario estadounidense de apenas 27 años. Junto al rapero neoyorquino Ja Rule ofrecieron los primeros detalles de lo que significaba Fyre en la conferencia Web Summit de 2017 y todo apuntaba a que la revolución ‘festivalera' había llegado.
La isla elegida fue El Cayo Norman, mejor conocido como la “Isla de Pablo Escobar”, puesto que había sido utilizado como sede de las actividades de sus socios en relación con el contrabando de drogas desde 1978 hasta 1982. Los encargados de llevar las redes sociales del festival montaron un espectacular vídeo en la isla con influencers como Bella Hadid o Hailey Baldwin —incluso Kendall Jenner confirmó su asistencia—. Las entradas costaban hasta 25.000 dólares y en tan solo 48 horas se habían vendido el 95% de ellas.
Tal y como aparece en el documental de Netflix, donde ofrecen imágenes y fragmentos de todo lo ocurrido, la expectación y motivación del principio era brutal. “Brindemos por vivir como estrellas de cine, divertirnos como estrellas de rock y follar como estrellas porno”, llega a brindar el rapero Ja Rule en una de las fiestas de la empresa. En cuanto a Billy McFarland, su ansia por vender un producto único e irrepetible le llevó a hacer comentarios que más tarde se volverían en su contra: “Durante tres días puedes ser Pablo Escobar”.
El comienzo del final
El sueño de McFarland tuvo que posponerse. El actual dueño de la isla prohibió realizar el festival por la mala publicidad que podría acarrearle el uso promocional del narcotraficante más famoso del mundo. El paraíso terrenal que se había prometido tenía que cambiar de terreno. Los encargados de la logística del festival consiguieron cambiar de ubicación pero el resultado ya no era el mismo.
Gran Exuma, la nueva isla elegida para el esperado acontecimiento, no se trataba de una isla desierta. Además, era físicamente imposible dar cobijo a todas las personas que habían comprado la entrada. “En vez de en modelos había que pensar en lavabos”.
Poco a poco la fe que había mantenido unido al equipo se fue resquebrajando. A pocos meses del festival se echó a los que se oponían a las ilusiones irrealizables del empresario. Billy McFarland cruzó la línea de la racionalidad y sus trabajadores empezaron a verle como a un loco y no como a un genio. “No nos centramos en los problemas sino en las soluciones”, respondía Billy cada vez que sus compañeros le presentaban algún inconveniente.
El festival estaba previsto para finales de abril y principios de mayo y ninguno de los asistentes sabía nada a un mes del evento desde que compraron la entrada. Andy King, productor de Fyre y uno de los personajes que más cariño ha recibido tras la estafa de McFarland, trató de ofrecerle una felación al encargado del agua por orden de Billy. El propósito era conseguir las provisiones con el menor dinero posible. No había jets privados, no había comida que no pareciera el menú precocinado de una aerolínea barata y las villas de ensueño resultaron ser tiendas de campaña montadas para protegerse del Huracán Matthew.
En un intento desesperado por arreglar la inminente catástrofe, uno de los trabajadores llamado Marc Weinstein envió un correo advirtiendo que el fracaso debía hacerse público: “Imaginad que 350 personas llegan a una isla remota, se montan en autobuses escolares, y los dejan en un recinto sin terminar, sin un lugar donde dormir y, aún peor, sin forma de volver a casa porque no hay reservados vuelos de vuelta”. La intención de Weinstein era minimizar las futuras consecuencias y evitar que el fallido festival se hiciese viral. “Al menos verán tu sonrisa y tus técnicas de yoga”, fue la respuesta que recibió por parte de los dirigentes.
Los Juegos del Hambre en las Bahamas
El ‘Día D' llegó. Los primeros grupos de asistentes empezaron a llegar a la isla y eran conducidos a lo único que podía mantenerles activos: el alcohol. Sin embargo, horas después comenzaron a preguntar por habitaciones, conciertos y demás actividades que se les había prometido. Ninguno de los grupos que habían confirmado —entre ellos Major Lazer y Blink-182—pisaron jamás la isla.
Los tweets, vídeos y comentarios por parte de los decepcionados con el festival corrieron como la pólvora pero el punto clave fue el hospedaje. Las escasas tiendas de campaña generaron una tensión que acabó en batalla campal. “Hubo un punto de inflexión, al ponerse el sol, en el que la camaradería se acabó”, relata uno de los asistentes. Las tiendas se rajaban para hacerse con los colchones del interior, se robaban equipajes… Era la ley del más fuerte.
El desastre acabó en un escarnio público hacia Billy McFarland y sus socios. Ahora, McFarland se enfrenta a una posible condena de hasta 20 años de prisión. El documental de Netflix muestra imágenes de primera mano que han permitido al público conocer desde dentro la tragedia de Fyre. Una de las campañas más destacables es la que concierne a la bahameña Maryann Rolle, quien también aparece entrevistada y perdió 50.000 dólares por la estafa de Billy. “No quiero volver a hablar en mi vida del Fyre Festival”, decía ante la cámara. Tras el estreno del documental se han recaudado más de 225.000 dólares para ayudar a subsanar el daño que ha producido el festival Fyre a la gente de Gran Exuma.