El caso Alcàsser se ha abierto de nuevo, pero esta vez no en los juzgados, sino en Netflix, que ha producido (con Bambú) una serie documental que analiza todo lo ocurrido aquellos meses y las consecuencias que dejó en nuestro país. La teoría de la conspiración, los fallos de la investigación, el circo mediático, la violencia machista… todo aparece en este excelente trabajo que desde hace meses está dando que hablar y se ha convertido en uno de los productos más esperados de la plataforma, por encima de series de ficción tradicionales.
No es el primer caso de serie documental basado en uno de los sucesos más importantes de la crónica negra de nuestro país. El más destacado fue Muerte en León, serie de no ficción basada en el asesinato de la presidenta del Partido Popular de la ciudad, Isabel Carrasco, que tras pasar inadvertida en su emisión en Movistar+ se convirtió en un fenómeno gracias al boca a boca cuando fue adquirida por HBO.
Los motivos fueron su gran calidad, y que Justin Webster y su equipo consiguieron dar un vuelco a la investigación al descubrir cientos de llamadas de la asesina a un alto cargo de la Junta de Castilla y León hasta el mismo día del crimen. Un giro final que hizo que se replanteara todo lo que se sabía del caso. Webster consiguió un testimonio extra en el filme resumen de su serie, que este año emitió la misma plataforma.
Son los dos ejemplos más populares en nuestro país, pero no los únicos. La encargada de El Caso Alcàsser ya tonteó con el género en El Caso Asunta, sobre la muerte de la pequeña niña a manos de sus padres en Galicia, y Netflix ha tenido estos meses la emisión de Examen de Conciencia, serie documental sobre los abusos a menores en la iglesia católica en España.
Lo que se ha hecho en España es reproducir un modelo que ya estaba arrasando fuera, y que con el auge de todas las plataformas está explotando y consiguiendo altos niveles de popularidad y audiencia. Lo han llamado ‘true crime’, aunque se podría resumir en ‘serie documental sobre un suceso conocido’. En España no hay un crimen tan popular como el de Alcàsser, y la muerte de Isabel Carrasco fue una revolución en los últimos años. Se acerca así un género de probada eficacia.
Desde el principio de los tiempos, estas historias se han contado al amor de la lumbre, en las casas, en los campamentos. Si llevaban la coletilla ‘y pasó de verdad’, el interés era doble
Una de las características que lo hacen irresistible es el punto morboso. “Hay algo en la truculencia de lo real atávico, incuestionable. Desde el principio de los tiempos, estas historias se han contado al amor de la lumbre, en las casas, en los campamentos. Si llevaban la coletilla ‘y pasó de verdad’, el interés era doble. Incluso se intentaban de disfrazar de moralejas educativas cuando, en realidad, el disfrute estaba en la atracción morbosa por el drama”, apunta sobre la moda del género Isabel Vázquez, guionista y periodista experta en series.
Para Vázquez, en los ‘true crime’ “la excusa es la ‘investigación periodística’, recopilar todos los datos y servirlos con forma de thriller porque ‘necesitamos saber la verdad’. A veces, incluso, enmendarle la plana a la justicia y a los investigadores. El boom de ahora se justifica en que tienen unos valores de producción fantásticos y una estructura narrativa que propicia el cliffhanger y los puntos de giro muy dramáticos Las historias nos enganchan como siempre nos han enganchado y los más pudorosos tenemos la excusa de estar consumiendo una historia de nivel”, añade.
Para Justin Webster, que probó sus mieles con Muerte en León y estrena en julio una nueva sobre Jesús Gil, el ‘true crime’ “no es un género nuevo”, sino más bien “una evolución que yo llamaría mejor ‘series de no ficción, o lo que es lo mismo, un documental narrativo, y eso es un cambio que ya pasó en la ficción, porque las series potencian la narrativa, dan más posibilidades y da más tiempo a profundizar en todo. Las posibilidades de la no ficción son maravillosas, siempre que esté bien hecha, ya que permite un tiempo para adentrarnos en algo y hacerlo bien, es así de sencillo”.
Aunque la etiqueta ‘basado en una historia real’ existe desde siempre, habría que fijar el comienzo de la pasión por las series documentales o el ‘true crime’ en 2015, cuando HBO estrenó The Jinx, la historia de un millonario acusado de la muerte de una persona encontrada enterrada a trozos en su jardín. El truculento caso había sido inspiración para varios thrillers, pero fue la cadena la que arrasó con su no ficción, especialmente por lograr una confesión del sospechoso que le llevó a un nuevo juicio tras haberse librado de la cárcel.
Las posibilidades del género se abrían, y Netflix apostó el mismo año por el suyo, Making a murderer, que recogía el caso de Steven Avery, un hombre condenado por agresión sexual, que fue exonerado por las pruebas de ADN 18 años después, auqneu volvió a ser acusado de otro asesinato años después. Un nuevo fenómeno que arrasó provocando una segunda temporada que no funcionó igual de bien. Ahí comenzó la tormenta. Algunos en una sola tanda -Amanda Knox, Mommy dead and dearest- y otros en formato de serie documental como Wild Wild Country o Lorena, esta vez en Amazon.
Un género en alza por el que están apostando todas las plataformas y las grandes productoras de ficción como Bambú, que ha confiado en Elías León Siminiani para Alcàsser logrando un producto a la altura de los estrenos de ficción. Las series documentales son la burbuja del futuro, y el público tiene ganas de seguir descubriendo qué hay detrás de los crímenes que marcaron nuestra sociedad.