Valladolid, sábado 23 de octubre a las 22 de la noche. En el interior de un restaurante, la mesa de al lado comienza a hablar alto sobre una amiga del grupo. Se mofan de ella. Dicen que se ha hecho moderna. “Fíjate, es que está hasta enganchada a la serie de la Veneno, y el otro día estaba súper afectada porque contaron que tuvo que ir a una cárcel de hombres… ¿Pues dónde iba a ir?”, soltó la chica ante las risas de sus dos acompañantes masculinos. Mi compañera, cuando salíamos del restaurante, se acercó educadamente a la mesa y antes de irnos les dijo: “Por cierto, la Veneno es una mujer”.
Esta anécdota, real y que me ocurrió hace sólo unos días, demuestra lo importante que era hacer una serie como Veneno -que se puede ver entera en ATRESplayer PREMIUM-. Los periodistas usamos con mucha facilidad la palabra 'necesaria', pero esta serie lo era. Y en esa mesa estaba la prueba más clara. Los Javis habían conseguido que una chica cambiara su percepción de Cristina Ortiz, pero sin embargo, su grupo todavía se reía de Veneno y de su propia amiga. En 2020, todavía hay mucha gente que sigue siendo como la madre de Cristina, que siempre vio a su hijo como un bicho raro y hasta quiso enterrarle con su nombre de hombre.
Hacen falta muchas series como Veneno. Muchísimas que muestren a mujeres trans empoderadas, que den a conocer lo que han pasado, pero que también enseñen que son capaces de todo, y que durante muchos años las hemos machacado entre todos. Con nuestras miradas, nuestros cuchicheos y prejuicios. En plena época de ataques a las trans, Los Javis han colocado en el centro a un personaje que mucho tiempo fue considerado un mono de feria televisivo y la han dignificado. Cristina ya era un icono para mucha parte del colectivo, pero gracias a la biografía de Valeria Vegas y a esta serie todos han visto a la verdadera Veneno. Su vida, todo lo que sufrió y todo lo que pudo ser pero no la dejaron.
La hemos conocido a ella, pero también a Paca la Piraña, a Valeria, y a todas esas mujeres (una mujer no se define por lo que tiene entre las piernas, como dejan claro en uno de sus episodios) que las acompañaron. Una serie sobre la sororidad y que acierta al no mirarlas con condescendencia y por encima del hombre. Está claro desde las primeras apariciones de Veneno en el primer episodio: como una diva entrando entre humo y focos, aunque sea en pleno parque del Oeste. Igual que en ese comienzo del segundo episodio, con todas las prostitutas mostrando sus cuerpos desnudos de forma orgullosa y con una cámara que sabe de lo importante que es.
La serie corría el riesgo de que no llegara a la gente, que sólo la viera un nicho muy concreto que deseaba ver esta historia. Hubiera perdido su efecto. Pero los datos de ayer, en la emisión de los dos primeros episodios en abierto deja claro que no es así. Más de 2,5 millones de espectadores cayeron a los pies de Veneno y de la forma en la que Los Javis han decidido contarla. Porque este éxito es suyo. Es una ficción en la que se nota su mano en todos los sitios. Su popularidad no ha hecho que dejen de lado el compromiso de contar historias importantes, y hacerlo de una forma que puedan emocionar a todos.
A veces se les ha acusado de sensiblones, de forzar la emoción. Pero lo que Veneno ha demostrado es que conocen perfectamente la forma de llegar al corazón de los espectadores. De tocarles, de engancharles y de cambiarles. Lo hicieron con un fenómeno sorpresa como La llamada, con su Paquita Salas y ahora en este paso adelante en su carrera. No nos engañemos. Si esta serie la hubiera hecho otro director no hubiera conectado tanto con la gente, y probablemente a muy pocos creadores se les hubiera dejad hacer una serie como esta. La voz de Los Javis tiene que escucharse, porque en su forma de contar sus historias hay una mezcla de fantasía, realidad, y denuncia que cala. Historias como Veneno no son para que las vean cuatro críticos sesudos, son para que todo el mundo las conozca.
Su compromiso va más allá de la propia historia. Han colocado a mujeres trans en todos los equipos creativos. Han dado oportunidades a mujeres que no podían dedicarse al cine y han demostrado que hay actrices trans -increíbles Jedet, Daniela Santiago e Isabel Torres- que pueden hacer cualquier papel. Callan las críticas con hechos y con una sonrisa, la misma con la que atienden a la prensa y se desviven por sus productos. Se apasionan por lo que hacen y por contarlo. Son capaces hasta de dar un papel al humorista que hizo en Twitter un chiste sobre ellos lleno de mal gusto.
Hace pocos meses, Netflix sacaba un documental llamado Disclosure sobre la representación del colectivo trans en el cine y las series de EEUU. Es desolador. Estereotipos perversos, siempre como víctimas, actrices cis haciendo de trans… Todo explicado para que el mundo entienda dónde estaba el cambio necesario. No sé si Los Javis han visto este documental, pero está claro que ellos han puesto un punto y aparte para que todo cambie. Su Veneno será recordada por muchos motivos, pero uno que nadie puede dudar es porque abrió los ojos a mucha gente y confirmó que otra industria era posible, que otras historias eran posibles, y que en 2020 los prejuicios seguían ahí.