El mundo es un lugar muy diferente al que se encontró Russell T. Davies cuando estrenó el 23 de febrero de 1999 la primera versión de Queer as Folk, una serie pionera que ya tuvo un popular remake hómonimo en Estados Unidos entre 2000 y 2005. Starzplay acaba de estrenar en España la tercera adaptación de un formato revolucionario que, gracias a los avances en igualdad y representación en la pantalla, ya ha dejado de serlo en la actualidad.
Solo en las últimas semanas se han estrenado Fire Island (una actualización en clave gay de Orgullo y prejuicio para Disney+), Todo es posible (un romance adolescente protagonizado por una joven trans que ha dirigido Billy Porter para Amazon) y La primera muerte (una propuesta de Netflix que mezcla vampiros, adolescentes y lesbianas en su ADN). Heartstopper fue una de las grandes sensaciones de la primavera seriéfila, mientras que la comedia Bros hará historia el próximo otoño como la primera película de un gran estudio en estar protagonizada íntegramente por un reparto de actores de la comunidad LGTBIQ+.
El mayor desafío de Stephen Dunn (el director y guionista de Closet Monster, una original y onírica historia de iniciación homosexual, tomó los galones del proyecto después de vender su visión de la historia a Davies) en la actualización de Queer as Folk era demostrar que todavía había razones en 2022 para construir una serie alrededor de las experiencias de un grupo de amigos que se enfrentan a las particularidades del colectivo en su día a día y sus vidas sexuales, una premisa que también había explorado años más tarde Andrew Haigh (Weekend) en la comedia de HBO Looking.
La masacre de la discoteca Pulse de Orlando, donde un terrorista homófobo acabó con las vidas de 49 personase en un tiroteo, se convirtió en la excusa perfecta para que Dunn explorara las secuelas que sufre una pequeña comunidad de Nueva Orleans después de ser víctimas de un atentado. Aunque la serie nunca termina de aprovechar del todo las posibilidades de su detonante (obsesionándose con un detalle de la trama que no llega a ninguna parte), es un punto de partida poderoso que entablece una interesante conversación con el pasado.
La quinta y última entrega de la adaptación norteamericana de Queer as Folk incluía un atentado con bomba en el Babylon (el nombre del bar es el único elemento común en las tres series) que entonces resultó excesivo y que parecía propio de una serie que ya había agotado sus tramas. 15 años después vivimos en un mundo en el que puede pasar algo similar. La misma semana que Netflix estrena Desparejado, una especie de Emily en París en clave homosexual, esta Queer as Folk recuerda al colectivo LGTBIQ+ que la batalla por la igualdad todavía está muy lejos de acabar.
El regreso de la histórica marca suponía también una oportunidad de ajustar una de las grandes cuentas pendientes: mostrar una diversidad en pantalla que fuera más allá del retrato de la experiencia de un grupo de hombres y mujeres homosexuales y blancos. Desde su primera escena (un encuentro sexual que carece del impacto que tuvieron las revolucionariamente gráficas versiones anteriores del formato) queda claro que la tercera encarnación de Queer as Folk nace con la intención (cumplida) de ser la más diversa y autoconsciente de la franquicia.
Un chiste sobre Déjame salir y los fetiches raciales es la punta de lanza de una adaptación que por fin reconoce las otras realidades del colectivo. Han hecho falta dos décadas y tres series para que las personas no binarias, los trans, las diversidades funcionales, el movimiento drag y hasta la razas no caucásicas pasen a formar parte por fin de su universo narrativo.
Ryan O’Connell participa como actor y guionista en una serie que, en sus mejores momentos, sigue explorando el camino abierto por él en Special, un experimento que Netflix canceló antes de que pudiera alcanzar todo su potencial. Aunque por momentos parece que los guiones solo estén haciendo check en todas las minorías infrarrepresentadas, es en el retrato de las vidas sexuales y sentimentales de las personas con discapacidades (desde la parálisis cerebral de Julian a las amputaciones de Marvin) donde acaba brillando más en 2022 Queer as Folk.
#F*ck Disabled People es, con mucha diferencia, el mejor de los ocho capítulos que componen la primera temporada de la serie. El episodio coescrito por O’Conell y Alyssa Taylor está centrado en una fiesta organizada por Noah (Johnny Silbilly, visto en Hacks) en su casa para que sus conocidos queer y trans con diversidad funcional puedan explorar en libertad y confianza su sexualidad.
Si la anterior adaptación estadounidense de Queer as Folk se convirtió en la primera serie de televisión en mostrar un acto sexual entre dos hombres (uno de los muchos hitos que alcanzó la serie en sus cinco temporadas en antena), su heredera da un paso adelante a la hora de mostrar de forma gráfica y sensual un encuentro sexual protagonizado por una persona dicscapacitada que ha sufrido una amputación bilateral.
Históricamente el cine y la televisión han representado a las personas con diversidad funcional con una mirada empática o condescendiente, pero casi nunca desde el prisma del sexo o el placer. También es refrescante el acercamiento de Dunn y su equipo a las relaciones de Julian, el mejor parado del caótico mapa de personajes de una serie que no se preocupa lo suficiente por construir el arco de la mayoría de sus relaciones y dinámias interersonales.
Su historia de amor en la segunda parte de la temporada es un oásis en un desierto narrativo lastrado por el agujero negro de carisma y empatía emocional de los dos personajes más importantes en la serie: Brodie, de vuelta en Nueva Orleans tras abandonar la carrera de Medicina, y su mejor amiga Ruthie, una mujer trans que está a punto de ser madre de un bebé junto a su pareja, Shar.
Las dos primeras versiones de Queer as Folk se construyeron alrededor del embriagador y casi peligroso carisma de sus antihéroes protagonistas (Stuart en la británica, Brian en la estadounidense), pero Fin Argus no tiene el carisma de Aidan Gilllien y Gale Harold y Brodie simplemente resulta insoportable. Dunn tampoco consigue que la historia de amor de este y Mingus, un adolescente no binario que todavía está en el instituto, siga los pasos de las controvertidas pero fascinantes dinámicas de las parejas formadas por Stuart y Nathan y Brian y Justin anteriormente.
Ruthie, la compañera de travesuras de Brodie en la adolescencia y en un presente que no se aleja demasiado de las dinámicas de entonces, provoca la misma reacción con una trama que no tiene salvación y que acaba afectando hasta a la desubicada madre que interpreta Kim Cattrall. Según pasan los episodios, el caos se apodera de la ficción hasta acabar con un final repentino y cuestionable que intenta cerrar otro de los temas que siempre estuvieron presentes en Queer as Folk y que no desvelaremos por no entrar en el terreno de los spoilers.
Tras ocho episodios, la serie se queda a medias en sus ambiciones iniciales. La diversidad se ha integrado con éxito en el universo creado hace casi 25 años por Russell T. Davies, pero su heredero no ha dado con el tono, los personajes, y la historia adecuados para que Queer as Folk siga siendo especial en el año 2022 más allá de sus reivindicables avances en materia de representación. Y, desgraciadamente, el camino abierto por los últimos segundos de la temporada tampoco invita al optimismo en caso de que Peacock (casa en Estados Unidos de la serie) opten por darle continuidad.
Los tres primeros episodios de la nueva 'Queer as Folk' ya están disponibles en Starzplay. El resto de capítulos se emitirán los domingos.
También te pueden interesar otras críticas...
- 'Por mandato del cielo', Andrew Garfield brilla en este true crime sobre mormones en los 80
- 'Paper Girls', una buena sustituta de 'Stranger Things' con una mitología ambiciosa
- 'Irma Vep', un fascinante y romántico homenaje a la magia y el poder del cine