Quizás no sea el mejor momento para dedicar 300 minutos a la historia de un hombre blanco y heterosexual que se siente desafortunado y maltratado por la vida. Joseph Gordon-Levitt cree que sí. El actor, director y guionista también piensa que Mr. Corman, el último estreno de la siempre interesante factoría de series de Apple TV+, es una comedia. Que nadie espere reírse demasiado (como sí pasaba en Don Jon, la película con la que debutó como director en 2013). Las reflexiones interesantes acaban llegando a lo largo de su primera temporada de esta historia sobre un treintañero en crisis, pero puede que sea demasiado tarde.
A punto de cumplir los 35 años, con su primer hijo recién nacido y poco después de celebrar el primer aniversario de su aún hoy esposa, Joseph Gordon-Levitt (integrante del exclusivo club de los niños prodigio que fueron capaces de sobrevivir a la transición a la vida adulta en Hollywood gracias a películas como Origen, (500) días juntos y Looper) se hizo una pregunta. ¿Qué hubiera pasado si la suerte no hubiera estado de su lado y sus sueños de tener una vida personal plena y una carrera en la industria del espectáculo no hubieran funcionado?
Esa reflexión vital es el origen de la historia de Josh Corman, un aspirante a músico que se gana la vida como profesor de quinto de primaria mientras lidia con los fantasmas de su frustración profesional; sus problemas sentimentales (su novia le dejó hace un año, según él, por abandonar su carrera como músico); sus traumas familiares (un padre ausente al que culpa de su traumática infancia y una madre que, de nuevo según él, debería haber abandonado antes a su marido), y una sensación constante de infelicidad y ansiedad.
Las crisis vitales son uno de los temas estrella del cine independiente estadounidense del siglo XXI, del que Gordon-Levitt es claramente deudor tanto en la forma como en el fondo. A24, la productora de cine de autor más respetada en el Hollywood contemporáneo, es la responsable, de hecho, de una historia obsesionada por abordar cuestiones con potencial como la suerte, el éxito, la ansiedad o el fracaso.
Desgraciadamente, el tono de la propuesta y el carácter de su protagonista ponen muy difícil ponerse del lado del personaje, que solo encuentra un halo de paz en su convivencia junto a su mejor amigo del instituto (Arturo Castro, cambiando radicalmente de registro respecto a Broad City) y en su trabajo como profesor. Por un momento parece que la serie vaya a caer en el lugar común que dice que el que sabe, hace, y el que no sabe, enseña, pero Gordon-Levitt evita ese cliché y lleva los problemas de su antihéroe protagonista lejos de las aulas.
Desde la exploración de un ataque de pánico al retrato de la vida en el confinamiento para una persona que estaba ya al borde del colapso antes de que una pandemia pusiera patas arriba el planeta, la dramedia no tiene miedo a hurgar en las heridas de Josh. Mr. Corman encaja con la tendencia contemporánea de la comedia de autor que se ha atrevido a explorar personalidades no particularmente simpáticas y agradables. Desde Girls a Podría destruirte, pasando por Louie y Please Like Me, son numerosas las series que han dejado de intentar desesperadamente que sus protagonistas caigan bien a la audiencia.
Es verdad: casi todos conocemos a alguien como Josh Corman, pero eso no significa que nos tenga que apetecer pasar cinco horas sufriendo esa nube negra que pesa como una losa en el día a día del matemático. Gordon-Levitt dedica uno de los episodios a preguntarse qué hubiera sido de la vida del protagonista si las cosas se hubieran desarrollado de otra forma. El episodio explora escenarios de todo tipo. En la mayoría de ellos el balance es, curiosamente, el mismo: independientemente del fracaso o éxito de cada variable, Josh casi siempre queda retratado como un idiota.
La vertiente de guionista y director de Gordon-Levitt parece ser consciente de que la serie necesita un chute de personalidad y energía que no tiene su personaje central. A lo largo de la primera temporada, Mr. Corman sorprende al espectador con ensoñaciones en Technicolor que expresan en imágenes (y aprovechan el abultado presupuesto que ha dado Apple TV+ a una producción, en teoría, intimista) aquello que Josh no puede decir con palabras.
Desde una pelea que parece sacada de Scott Pilgrim contra el mundo a un momento de tensión materno-filial resuelto con un deliberadamente artificial número musical, la producción apela a la fantasía para levantar un viaje emocional que a veces se siente como una travesía en el desierto.
Hay varios pasajes por el camino que dejan entrever una serie que va de menos a más y acaba tocando temas sugerentes, como esos capítulos en los que Josh se enfrenta cara a cara con sus traumas en forma de expareja (Juno Temple, una habitual de Apple TV+ que vuelve a sacar oro de su breve aparición) y padre (Hugo Weaving, con un fantástico diálogo que establece un paralelismo entre la diferencia entre las adicciones del padre y las de un hijo que parece demasiado cómodo regodeándose en el rencor).
Una elocuente frase de la madre de Josh ("Esto es lo que hay. La pregunta es: ¿Qué vamos a hacer ahora?") encapsula el viaje personal de un hombre complicado que, si realmente quiere ser capaz de pasar página y vivir la vida de otra forma, debe comportarse como si realmente quisiera pasar página y vivir la vida de otra forma. Si el espectador es capaz de llegar hasta ahí, se habrá encontrado un relato exigente, a menudo frustrante y ocasionalmente profundo. ¿Merece la pena atravesar el desierto para llegar a un oasis? La respuesta está dentro de cada uno.
Los dos primeros episodios de 'Mr. Corman' ya se pueden ver en Apple TV+. Los ocho restantes de la primera temporada de la serie se estrenarán semanalmente los viernes.
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