Hay historias tan rocambolescas y marcianas que resultan difíciles de creer hasta cuando sabes que son verdad. Es el caso del suceso detrás de la nueva serie de Apple TV+, The Shrink Next Door (El psicólogo de la puerta de al lado, vendría a decir en castellano). Durante tres décadas un empresario judío llamado Marty Markowitz mantuvo una enfermiza relación de dependencia con el psiquiatra Isaac Herschkopf, Ike para sus amigos y famosos pacientes entre los que se incluyeron, por ejemplo, Gywneth Paltrow. Will Ferrell y Paul Rudd son la cara de una perturbadora historia que se acerca más al drama que a las comedias que han caracterizado la carrera de sus protagonistas.
Marty es un hombre tímido y excéntrico que ha heredado el dinero y la empresa de su familia, además de la responsabilidad de supervisar las decisiones vitales de su caótica hermana Phyllis (la siempre interesante Kathryn Hahn, en su primer papel desde Bruja Escarlata y Visión). Su inherente amabilidad se ve lastrada por su ingenuidad que se ve puesta prueba cuando conoce contra su voluntad a un médico que, en primera instancia, parece ayudarle a combatir todos los miedos que le paralizan. Desgraciadamente, será demasiado tarde cuando se dé cuenta de que Ike también ha aprovechado esa conexión para manipularlo, separarlo de sus seres queridos y explotarle de diferentes formas que merecen ser descubiertas por una audiencia virgen.
Cómo es posible que sucediera todo esto sin que nadie lo impidiera o la propia víctima se diera cuenta de lo que estaba pasando es la pregunta que intenta responder la showrunner Georgia Pritchett a partir de las confesiones que hicieron Marty y Phyllis Markowitz en el popular pódcast homónimo. No siempre lo consigue, pero el camino deja numerosas secuencias que hacen que merezca la pena este extraño viaje (como esa trama del episodio seis con otra de las pacientes / víctimas del doctor Herschkopf).
La experiencia de la guionista en Veep y Succession haría pensar que The Shrink Next Door se acercaría más a la comedia negra de lo que finalmente lo hace (sigue habiendo buenos gags, como el último encuentro entre Ike y Phyllis), pero el verdadero foco de interés está en la fascinante y compleja relación de los personajes que interpretan Rudd y Ferrell.
Muchos esperarán con ganas el reencuentro de dos viejos amigos que colaboraron en la comedia de culto El reportero: La leyenda de Ron Burgundy y su secuela Los amos de la noticia. Las dinámicas se invierten radicalmente en su nueva colaboración y, aunque la relación entre ellos se vuelve repetitiva por momentos -como la relación tóxica que es- y se echa de menos la presencia de secundarios que cambien en algún momento las reglas del juego, la química entre ellos sostiene sobre sus hombros el peso de The Shrink Next Door.
El a menudo histriónico Ferrell se queda con el papel más introspectivo y sutil, un registro que ya exploró en la fantástica Más extraño que la ficción. En aquella el cómico interpretaba a un gris inspector de Hacienda que descubría de repente que en realidad era un personaje de una novela que estaba a punto de ser asesinado por su autora, un rol que presenta más paralelismos con esta historia de lo que puede parecer a simple vista.
Su acercamiento a los miedos y conflictos internos de Marty, especialmente cuanto más avanzan los episodios, es el responsable de los momentos más genuinos de la miniserie. La mezcla de empatía, compasión e indignación que despierta el actor de Elf salva a una miniserie que en ocasiones está a punto de romper el acuerdo de verosimilitud entre el espectador y la historia.
Al otro lado del cuadrilátero está un arrollador Rudd que abraza un tono a medio camino de lo carismático y lo amenazante para interpretar a un doctor que ha hecho de la manipulación su herramienta secreta para manejar a su antojo a sus pacientes y, eventualmente, a su esposa (una Casey Wilson, de Happy Endings, que no tiene demasiado más recorrido más allá de las sospechas iniciales de que su marido está cruzando varios límites éticos). Puede parecer una interpretación excesiva, pero es la forma que tienen The Shrink Next Door y el propio actor de explicar un personaje inexplicable.
Después de ocho episodios de una historia que el espectador descubre desde el punto de vista de su víctima, no hay explicación ni justificación de por qué hace Ike lo que hace. Su capacidad para engañar a los demás y así mismo le acompañan hasta nuestros días. Sin entrar en el terreno de los spoilers, el culebrón entre Markowitz y Herschkopf llegó a su final la pasada primavera, casi 40 años después de conocerse.
Su deuda con la historia real provoca algunas decisiones creativas cuestionables. La relación empieza en los años 80 (permitiendo que la serie se divierta recuperando las tendencias de la década más hortera que se recuerda) y se alarga durante varias décadas, pero el tiempo no parece pasar por los personajes y los actores hasta los dos últimos episodios de la serie.
El uso de elipsis temporales también es llamativo. La miniserie prefiere centrarse en los primeros pasos de la relación entre Ike y Marty, una decisión que acelera el paso del tiempo en una segunda mitad (hay un episodio con un salto temporal de una década que deja más preguntas que respuestas) en la que, por fin, el paciente empieza a cuestionarse su lugar en la historia. La realidad debe ser una herramienta que juegue a tu favor, no algo que te convierta en un rehén.
The Shrink Next Door es una serie que pasa de lo magnético (gracias a los duelos de sus estupendos protagonistas, especialmente Ferrell) a lo inconsistente (empezando por la duración de sus episodios, que empiezan por media hora y se acaban quedando entre los 42 y 50 minutos) que nunca llega a responder algunas de las preguntas que va planteando durante su camino. Quizás porque, como la vida misma, no siempre hay una respuesta lógica a las cosas que no lo son.
Los tres primeros episodios de 'The Shrink Next Door' ya están disponibles en Apple TV+. Los cinco restantes se estrenarán semanalmente cada viernes en la plataforma.
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