Fernando es Fernando. Y, aunque pueda sonar a perogrullada, tiene su sentido. Fernando Colomo, cineasta y actor ocasional, se convierte en Isla bonita, su nueva película, en personaje, Fernando, un creativo de publicidad que acaba de salir de su tercer divorcio, sin un duro ni llamadas de trabajo en su teléfono. Ante ese panorama, acepta la invitación de un amigo, Miguel Ángel, para ir a pasar una temporada a su casa de Menorca y rodar un documental sobre la vida en la isla. Y una vez allí, conocerá a la escultora Nuria y a su hija Olivia, con un importante cacao emocional a dos bandas.
La historia de Isla bonita es sencilla, sin pretensiones, como su factura. En su nuevo trabajo, que el viernes 6 de noviembre llega a los cines, el director de Al sur de Granada y Alegre ma non troppo opta por enhebrar realidad y ficción, personas y personajes. Él es Fernando; la escultora Nuria Román es Nuria; su hija Olivia Delcán es la espontánea y vital Olivia y el creativo de publicidad Miguel Ángel Furones da vida a su amigo, de igual nombre. Pero, a la vez, es arriesgado decir que se interpretan a sí mismos.
No es que sea una biografía, desde luego. El personaje que he compuesto tiene bastantes cosas mías, pero también tiene cosas ficcionadas.
Todo arranca de una experiencia personal: dos años antes de comenzar el filme, Colomo fue a Menorca invitado por Furones. Allí conoció a Nuria. “Descubro que los dos están relacionados con el arte, aunque desde diferentes perspectivas. Un poco medio en broma les comento que se podía hacer una película allí. Es entonces cuando conozco a Olivia, la hija de Nuria, descubro que es actriz, le hago una prueba, veo que es muy buena y me anima a lanzarme a la aventura. La película esta construida sobre el personaje de Olivia y el mío: somos los que estamos implicados al cien por cien”, cuenta el cineasta a EL ESPAÑOL.
Actriz revelación
Como protagonista, Colomo se aleja de los papelitos y cameos que han marcado su trayectoria (tiene 33 películas como director y 34 créditos como actor). “Ha sido una gozada: era lo que más miedo me daba del proyecto, la parte más arriesgada. Una cosa es un pequeño papel y otra es un protagonista. Me di cuenta de que si quería sacar esta cinta adelante, no podía escabullirme”.
Junto a él, la otra presencia de peso en el filme es la de la debutante Olivia Delcán, que a sus 23 años da vida a una adolescente de unos 17 con toneladas de frescura. “Es el gran descubrimiento de esta película. Espero que la nominen para los Goya”, dice el cineasta. La actriz, que ya tenía un papel en Lejos del mar, de Imanol Uribe, que rodó prácticamente a la vez que este filme, acaba de incorporarse a la serie Vis a vis.
La propuesta era, en vez de hacer una película como actores, hacerla como personajes.
Con todo, hay una historia de ficción de fondo. “No es que sea una biografía, desde luego. El personaje que he compuesto tiene bastantes cosas mías, pero también tiene cosas ficcionadas”, explica el cineasta. “La propuesta era, en vez de hacer una película como actores, hacerla como personajes. No rodar de la típica forma en que se hace en cine. Utilizamos dos cámaras, para no repetir acciones. Todos tenían que aportar un poco de sí mismos”, cuenta Colomo.
En la misma lógica, Olivia se debate entre dos amores: el suizo Tim (Tim Betterman) y el menorquín Lluís (Lluís Marqués). “Es una película mucho más abierta”, cuenta el director. “Tenía prácticamente a los personajes. Sólo hay dos actores que hacen uno ficticio, y de los principales, siete nos llamamos igual, pero por una razón práctica de improvisaciones, para no equivocarnos”.
En pantalla se cuelan aspectos imaginarios de la vida de Colomo. Por ejemplo, los tres divorcios del protagonista. “Me hace mucha gracia porque eso es lo que más la gente se ha creído que es verdad. Utilicé la técnica de usar grabaciones antiguas para recrear flashbacks, en función de lo que tenía”, recuerda. Se refiere a la vida sentimental de Fernando recreada con imágenes de filmes del Fernando Colomo actor, desde Todos los hombres sois iguales a Todo es mentira.
También asoman en pantalla detalles en los que la realidad no anda tan lejana, como los problemas económicos de publicista al que da vida Colomo. “Me lo tomo con bastante filosofía. No es la primera vez que me pasa”, cuenta el director sobre que no le llamen para trabajar. “Me encantaría eso que dicen de 'que publiquen su patrimonio', y sobre todo aquello de que en el cine español nos forrábamos con las subvenciones”.
Sin ayudas
Convertido en una suerte de Woody Allen en moto por Menorca, Fernando se enfrenta a sus torpezas con el amor y el dinero. “Me lo dicen mucho”, reconoce sobre el tono woodyallenesco del filme. “No es voluntario, aunque por supuesto Woody Allen me encanta. Hannah y sus hermanas, Annie Hall, Delitos y faltas o Match Point me parecen películas brillantes. Es un parecido superficial, porque él, en la forma de sus interpretaciones, es claramente un cómico. En mi caso hay una comicidad pero involuntaria: he hecho el personaje, pero tomándomelo en serio y con el método Stanislawski, metiéndome en él, sabiendo el objetivo, hablando mucho con los otros actores… Eso me ha ayudado a dirigir desde dentro”.
Echaba en falta la libertad que tenía al principio de mi carrera.
Esa necesidad le ha conducido también a un rodaje sobrio, “con cero subvenciones, nada de nada”, subraya, en el que han trabajado con dos cámaras. “Echaba en falta la libertad que tenía al principio de mi carrera. Rodábamos con un grado de inconsciencia que era bastante sano. Ahora se ha complicado todo: para una película de éxito tienes que contar con televisiones privadas, que son los que producen y promocionan, y es complicado. Te pones a la cola, con el guion… . Tenía ganas de rodar una película ya, sin esperar”. Su experiencia en La línea del cielo fue clave en ese punto.
Entre las anécdotas de esta atípica producción, la presencia en pantalla del presidente de Coca-Cola España, Marcos de Quinto, en un papel con mucho de parodia: el directivo de una agencia de publicidad, al que se encuentran en la isla en su yate.
La otra protagonista es Menorca. Ya desde el título, el filme es un homenaje a la isla. “Yo ya había estado, hace casi treinta años, cuando estuve tres veranos seguidos. Me encantaba la calma que tenía la isla, sus calas. Todo eso que veías que no había sido machacado por el turismo, como en Mallorca. Menorca mantenía una especie de independencia, de naturalidad. Al volver, 25 años después, me di cuenta de que seguía casi igual”. De aquella época viene el nombre del filme: por aquel entonces sonaba en las radios la canción de Madonna.