Aquel sábado, 20 de junio, Luaty Beirão, rapero angoleño y activista por los derechos humanos, llegó a casa una hora antes de lo habitual. Mónica Almeida, su mujer, extrañó que tocara el timbre. Cuando abrió la puerta, Luaty estaba esposado y rodeado por seis policías. “Me dijeron que venían para requisar material informático”, cuenta Mónica. “Entraron en casa, se llevaron ordenadores, cámaras fotográficas, discos duros externos, tarjetas de memoria y se fueron, con Luaty detenido”.
La policía sorprendió al rapero en una librería, junto a otras 14 personas, leyendo el libro de Gene Sharp 'De la dictadura a la democracia. Un sistema conceptual para la liberación', que propone 198 maneras pacíficas para llegar a la democracia. Los 15 fueron detenidos, “acusados de preparación de golpe de Estado y atentado contra el Presidente de la República y otros órganos de soberanía”, explica Luis Nascimento, el abogado del rapero.
Soy, como me acusan, un hijo del régimen, pero no entiendo por qué eso debería obligarme a seguir el pensamiento de mi padre
Desde esa fecha permanecen encarcelados, esperando un juicio que empezará este lunes y que puede condenarles a penas de prisión de hasta tres años.
Hijo del régimen
Luaty Beirão tiene 33 años y es un hijo del régimen. Nació durante la guerra civil de Angola, que fustigó el país entre 1974 y 2002. Su padre, fallecido en 2006, era João Beirão, el primer director de la Fundación José Eduardo dos Santos, el presidente del país, líder del partido MPLA, que gobierna hace 36 años. “Soy, como me acusan, un hijo del régimen, pero no entiendo por qué eso debería obligarme a seguir el pensamiento de mi padre. Afortunadamente, pude estudiar y formarme, tengo mis propias ideas y no creo que la genética tenga nada que ver con lo que defiendo yo”, decía el cantante en un vídeo, publicado en 2011.
Fue ese año cuando Luaty empezó a dar la cara por la lucha política. Angola vivía la resaca de la primavera árabe -que había empezado a provocar manifestaciones en países del norte de África- y, por las redes sociales, se convocó una manifestación contra el gobierno de Eduardo dos Santos para el 7 de marzo de 2011.
El 27 de febrero, el músico subió al escenario del Cine Atlántico, en Luanda, delante de 3.000 jóvenes. Entre ellos estaba Danilo dos Santos, hijo del presidente. Luaty cogió el micrófono y lanzó el mensaje: “Soy un kamikaze. ¿Por qué tiene que ser así? ¿Por qué hablar de ellos tiene que ser una amenaza para tu vida? Señor Danilo, dile a tu padre que ya no le queremos aquí, 32 [años] es mucho”. Y convocó el público para participar en la manifestación: “Traed sólo cazuelas, nada de banderas de partidos políticos ni agresiones, sólo queremos hacer ruido”.
En el mismo vídeo donde se presentó como un hijo del régimen, el cantante pedía perdón al hijo del presidente: “Fue injusto porque no había necesidad de exponerte de esta manera. Si te has sentido dolido, lo siento”. Pero volvía a repetir las mismas críticas al gobierno. “Cuando tenemos una élite gobernante que nos amenaza, que nos dice que queremos volver a la guerra, tenemos el derecho de reaccionar. No tenemos acceso a la asamblea [de la República], ni podemos hablar en los medios de comunicación así que estos conciertos son nuestra forma de acción política”.
Sólo una dictadura tiene libros subversivos. Esta acusación no tiene ningún tipo de sentido. Es una cuestión política.
Luaty estudió ingeniería industrial en la Universidad de Plymouth, en el Reino Unido, y luego economía en la Universidad de Montpellier en Francia. Después de concluir las dos licenciaturas regresó a Angola. “Él siempre fue consciente de que era un privilegiado. Era miembro de una élite muy cerrada y eligió escapar de allí. Cuando sales de tu país es cuando empiezas a darte cuenta de algunas cosas: la pobreza, la ostentación de unos pocos frente a la miseria de la mayoría. Entonces eliges: o sigues en esa burbuja o intentas cambiarlo”, cuenta Mónica Almeida.
Presos de conciencia
Intentar cambiar la realidad. Eso era lo que Luaty y sus 14 compañeros hacían en la librería Kiazele, en el centro de Luanda, cuando fueron sorprendidos por la polícia. “Se reunían todos los sábados, entre las 15:00 y las 17:00 y discutían cómo actuar, de forma pacífica, para cambiar la situación en Angola”, explica Mónica.
El libro que les servía de guía, De la dictadura a la democracia. Un sistema conceptual para la liberación de Gene Sharp era considerado subversivo por el régimen de Angola. Pese a que el autor es un teórico pacifista, nominado al Premio Nobel de la Paz por cuatro veces. “Sólo una dictadura tiene libros subversivos. Esta acusación no tiene ningún tipo de sentido. Es una cuestión política. Pero en Angola todo es posible”, explica Rafael Marques, periodista del diario Maka Angola.
Esto es un caso más de atentado a la libertad de expresión. ¿Golpe de estado en una librería? ¿Sin armas?
Sabe de lo que habla. En mayo de este año Marques fue condenado a seis meses de prisión con pena suspensa por difamación, tras haber publicado el libro Diamantes de Sangre, que involucraba a siete generales angoleños en casos de asesinatos, tortura e intimidación. “Esto es un caso más de atentado a la libertad de expresión. ¿Golpe de estado en una librería? ¿Sin armas? Es tan ridículo que no merece comentarios”, añade.
Amnistía Internacional está de acuerdo con el periodista. “Son detenciones arbitrarias, de personas que se han limitado a ejercer derechos consagrados en la constitución angoleña, como el derecho de reunión y la libertad de expresión. Estos activistas son prisioneros de conciencia”, explica Teresa Pina, presidente de la delegación portuguesa de Amnistia internacional, que hizo una petición online para liberar a los 15 detenidos. “Estaban reunidos discutiendo ideas y quizás criticando el gobierno y planificando un cambio en la estructura del país, pero todo eso está consagrado en la constitución de Angola, que además es generosa, cuando incentiva a sus ciudadanos a tener una participación activa en la vida democrática del país”, añade.
En Portugal y en Angola se sucedieron las vigilias y manifestaciones por la liberación de los 15 jóvenes, detenidos hace más de cuatro meses, pese a que la Ley de Prisión Preventiva de Angola “establece que este período no puede ir más allá de los 90 días”. “El plazo puede ser ampliado en 125 días más pero el comunicado dio entrada en el tribunal con 10 días de retraso y nadie nos dio explicaciones”, cuenta el abogado de Luaty. También los sucesivos pedidos de habeas corpus, para que los detenidos esperaran el juicio en libertad, fueron denegados. “Nos dicen que quizás el lunes tengan la resolución. Pero ese es el día del juicio”.
Huelga de hambre
Detenido y cansado de la violación de sus derechos, Luaty decidió entrar en huelga de hambre el 21 de septiembre. “Fui a la cárcel a llevarle la comida pero el guardia me la trajo de vuelta”, recuerda Mónica Almeida. “Pedí para hablar con él y me dejaron verle a través de las rejas del patio. Le dije que si no aceptaba la comida no volvería a visitarle. “Mónica, ellos no están respetando mis derechos y hasta que eso no pase no voy a volver a comer”, me contestó”.
Cerca de un mes después, el cantante fue transferido para un hospital debido al deterioro de su salud que, según la televisión pública angoleña se debía a “un comportamiento diferente con la comida”. “Es la misma propaganda de siempre de los medios afines al poder. Pero es ya tan evidente que resulta hasta gracioso”, dice Rafael Marques.
Prefiero tenerte como marido, padre y amigo a tenerte como mártir.
Durante 36 días Luaty Beirão no aceptó ingerir más que una solución salina para hidratarse y perdió 23 kilos, ignorando los pedidos de su familia y amigos para que parara. Fue sólo la carta de su mujer que le hizo reaccionar: “Prefiero tenerte como marido, padre y amigo a tenerte como mártir”, decía la misiva. “Tuve miedo de que no parara. Le conozco y sé que cuando cree en algo es muy difícil hacerle recapacitar”, recuerda Mónica. Luaty volvió a comer y regresó a prisión.
Ahora espera el juicio, junto a los 14 'revús', los jóvenes revolucionarios de Angola que luchan por un cambio político en su país. “Ésta es una generación que no tiene memoria de la guerra. Los angoleños están muy cansados de luchar y prefieren esta paz podrida, someterse a innumerables sacrificios, antes que volver a pelear por su libertad. Pero esta generación no, ellos aspiran a algo más”, explica Rafael Marques.
Luaty se ha transformado en la cara más visible de esa lucha que, pase lo que pase, no va a dar por perdida mientras viva. “Todos los días hay noticias de anónimos, instituciones y personalidades que se juntan por nuestra liberación”, decía en la carta que envió a su familia poniendo fin a la huelga de hambre. “No desistiré de luchar. No abandonaré. Repito lo que os dije en otras ocasiones: hoy os damos la espalda pero volveremos mañana”.