1. Noah Baumbach y Greta Gerwig vuelven a aliarse para desmenuzar mordazmente el mundillo upper de Nueva York.
2. La joven Tracy queda prendada de la magnética figura a la Gatsby de Brooke (la propia Gerwig), una pija sin oficio ni beneficio.
3. La hipster no es para menos. Esta Mistress es tuitstar de pro, amiga de artistas, y quiere montar un restaurante gentrificador. Un cromo.
4. Ambas mujeres vampirizan su relación para obtener lo que cada una necesita: aquí una mente gregaria; allá, la fuente de inspiración.
5. He ahí el subtexto: la sinceridad entre ‘personajes’ es imposible. La autoconsciencia y el cinismo crean seres incapaces de amar al prójimo.
6. Esta es por supuesto una humillación hecha en público por los creadores, que se ven plenamente identificados en ese discurso, esa realidad.
7. Curioso por tanto que el relato se haga tan insincero, con algunos elementos, como los personajes secundarios, mirados con condescendencia.
8. Esta walking and talking se mueve al más puro estilo Baumbach, ese que en el frenetismo y el tropiezo verbal cree encontrar la naturalidad.
9. Vimos triunfar al director con esta práctica en Una historia de Brooklyn y Frances Ha, ambas parcialmente autobiográficas para Baumbach y Gretwig.
10. Pero lo que otrora sería mala leche y acidez ahora se convierte en algo mal cortado, estomagante. Donde un guión inteligente, ahora desquiciado.
11. El folletín se desmorona en la secuencia del guirigay teatral del tercer acto, ese que se burla de la máxima “enseña, no digas”.
12. Aunque todos verbalizan sus sentimientos, no hemos visto ninguna catarsis que lo propiciara. Cacofonía en una mansión donde debería sonar jazz.
13. El problema es que ese es el cenit de esta historia, el momento que da pie a la reflexión del conjunto, cosa que lastra cualquier resultado.
14. Para haberle puesto Rohmer a su hijo, el creador parece no haber hecho una lectura comprensiva de los Cuentos Morales del de la nouvelle vague.
15. Mistress America forma parte de un díptico completado por Mientras seamos jóvenes. Un estudio diacrónico generacional desatinado.
16. Cierto es que aquí al menos atisbamos algo interesante: la screwball comedy moderna crea farsas amorosas en las que no hay camas.
17. Tres películas en cuatro años lleva el director hablando de sus neurosis. Puede que al final sí que se parezca a Woody Allen, como cuentan.
18. La inmadurez de Baumbach sigue encontrando mejores expresiones cuando deja que dirija Wes Anderson, y Gerwig cuando la retrata Whit Stillman.
19. No hay que irse lejos, basta con visitar el reciente cine de Ross Perry, para encontrar buenos ejercicios de desmitificación de la bohemia.
20. Al menos una última sonrisa: Gerwig está decidida a llevar su recurrente personaje de exnovia/némesis hasta las últimas consecuencias.