1. Para Einar, Lili asomó desde el momento en que su esposa le pidió por favor que se pusiera unas medias de seda.
2. Esa infinita excitación que debió sentir Einar al probar las mieles de la feminidad detonó la historia de esta pionera de la transexualidad.
3. El guión se adapta de la novela de David Ebershoff para contar la vida de la primera mujer que se sometió a la reasignación de sexo.
4. En ‘La chica danesa’ hay actores guapos, preciosas postales de la bohemia de Copenhague en los años 20 y el compositor automático de Desplat.
5. En una escena Einar, vestido de mujer, charla con un pretendiente que no se da cuenta de su condición. Esto ocurrirá también con otros personajes.
6. Sin querer, la risa asoma cuando notamos el evidente engaño. Pero, ¿a qué viene esa incomodidad de reírnos del paripé?
7. Porque esta es una película que enfrenta constantemente al espectador a su transfobia, y que plantea el concepto mismo de límites del género.
8. Evidencia lo líquidas que son las fronteras en el momento de transformación, y lo férreas que eran las categorías de género aquella época.
9. Einar trabajaba como pintor, pero cuando se convierte en Lili se mete a dependienta. “Quiero ser mujer, no artista”.
10. Alicia Vikander es una robaescenas. Pilar de un marido que la va progresivamente abandonando hasta negarla. Menuda santa.
11. Y de hecho todo mejora mínimamente cuando exploramos la faceta psicológica de su figura, el agente que está ahí como puro apoyo.
12. Pero había que centrarse demasiado en Eddie Redmayne y hacer planos de sus sonrisas, que sumados son al menos el 30% de la película.
13. Un melodrama complaciente, que evita cualquier conflicto real del complejo tema que retrata. Sin querer, lo radical se viste de conservador.
14. ‘La chica danesa’ tiene el mérito de hacer algo muy difícil: anular cualquier posible arista y marcar del todo el camino de lo correcto.
15. Y tal vez va ligado a lo siguiente: aunque se habla constantemente del dolor y de lo clínico, nunca se vincula a nada físico. El cuerpo es etéreo.
15. La mirada autoral de Tom Hooper es, por supuesto, tan particular como lo era en El discurso del rey. Es decir, prácticamente nula.
16. Bailarinas y vestidos, espejos y lienzos. El personaje de Redmayne “actúa” en cada una de sus facetas. Es el universo de lo performativo.
17. Pero la obsesión de Hooper por la estética del gesto se desvirtúa en cuanto la supedita a los esquemas del cine de quintaesencia académica.
18. Fórmula, fórmula y fórmula, parece gritar el director tras las cámaras mientras sujeta una copia del libro del guión de McKey.
19. Así que cualquier regocijo que sintamos porque una obra sobre este tema se exhiba como cine comercial… hace que pensemos en Albert Nobbs.
20. ¿Y quién se acuerda a día de hoy de Albert Nobbs?