Todo es economía. Hacer la compra, por supuesto, pero también jugar, comer. Incluso morir. O ir al cine. Nuestras vidas siguen los dictados de países lejanos. El capricho o el olfato de unos ejecutivos sin escrúpulos es el latido de alas de una mariposa capaz de crear un tsunami al otro lado del planeta. Eso fue la crisis de 2008, con la caída de Lehman Brothers y otras firmas, básicamente. Una gran torre de palillos, la de las hipotecas subprime -créditos hipotecarios de alto riesgo de impago- y los productos financieros que especularon con ellas, que creó un efecto dominó.
Todo aquello vuelve el 22 de enero a nuestras pantallas con La gran apuesta, la película dirigida por Adam McKay que posa la mirada en un ángulo inédito: los tipos que vieron venir la crisis e invirtieron, contra todo pronóstico, por la caída del mercado hipotecario.
Contra el sistema
Hasta 2007, y desde que Wall Street es Wall Street, el ladrillo había sido intocable. Los americanos pagaban sus letras. Invertir en deuda hipotecaria era jugar seguro. Hacerlo en contra era estar tarado o querer tirar el dinero. Pero unos pocos supieron interpretar las señales. Tipos como el inversor Michael Burry, interpretado por Christian Bale en este thriller financiero de espectacular reparto -entre otros, Brad Pitt como una estrella ya retirada de la inversión- y espíritu casi documental.
El cine ya había puesto sus ojos en más de una ocasión en los excesos financieros y los hábitos predatorios de los tiburones de Armani. Ahí están Wall Street (1987), de Oliver Stone. Pero quizá su continuación, rodada por el combativo cineasta norteamericano un cuarto de siglo después, Wall Street 2: el dinero nunca duerme (2012), se acerca más a una realidad histórica: la caída del histórico banco Bear Sterns, fruto de movimientos especulativos interesados de la competencia, que acabó comprándolo a precio de saldo. Gordon Gekko (Michael Douglas), el implacable mercenario de la bolsa de la primera, no es ya el malvado de esta entrega: hay chacales peores para los que ética es una palabra griega, como Bretton James (Josh Brolin).
La caída de Bearn Stern aparece también en La gran apuesta. El gran banco de inversión pagó por sus errores con unos productos que detrás tenían humo. Pero, ¿fue culpa sólo del banco? ¿Qué ocurrió realmente? La nueva cita de Adam McKay tiene a cinco antihéroes como protagonistas. Hombres que vieron la vía de agua del sistema, el lugar por el que todo se derrumbaría, pero que, lejos de advertir a las autoridades, apostaron a la contra, comprando en grandes cantidades con sus firmas de inversión opciones sobre la caída de los fondos hipotecarios: si caían, ellos ganaban. El primero, como muestra el filme, fue Michael Burry, pero también vio la jugada otro inversor, Mark Baum (Steve Carrell), acaso el único para el que hacer lo correcto significaba algo, y dos jóvenes brokers independientes.
Irons, el codicioso
Desde 2008, el cine, el norteamericano sobre todo, ha analizado la crisis y ha repartido responsabilidades en películas como Margin Call (2010), de J. C. Chandor, acaso el más eficaz retrato de lo que ocurrió en Lehman Brothers, o cómo la codicia de unos pocos tumbó a millones: allí, asistíamos al impasible ejercicio de cinismo y de codicia de un gran inversor (Jeremy Irons), que tenía claras cuáles eran las reglas del juego que quería seguir.
Para el abogado Fernando Zunzunegui, un destacado representante de afectados por las preferentes en España, el filme de Chandor “es una obra maestra en ese sentido: conjuga el documental con una dramatización”. Sin haber visto aún La gran apuesta, cree, por el tráiler, que “es una mezcla: el planteamiento de Margin Call, el aspecto documental de Inside Job, mientras que como gran superproducción se acerca más a Wall Street 2 y El lobo de Wall Street”.
El nuevo filme de McKay habla de estupidez y de fraude. Zunzunegui prefiere matizar: casos como el de Madoff fueron fraudes. Lehman Brothers se encuadra en otra categoría: “Se utiliza un activo, un bien inmueble o mueble para especular sobre él. No es ninguna estupidez, es el negocio. Un negocio agresivo que no tiene en cuenta las consecuencias sociales de transformar un activo de primera necesidad como la vivienda en uno financiero especulativo”.
En ese juego, legal o al menos no legislado hasta entonces, “se crean enormes productos subyacentes, que llegan a contaminar no sólo las finanzas sino toda la economía”. El crash. El efecto dominó.
De la primera categoría hay ejemplos como el documental Chasing Madoff (2010), de Jeff Prosserman, o el espídico relato ficcionado de ascenso y caída de un granuja de altos vuelos, El lobo de Wall Street (2013), de Martin Scorsese. Allí, un gran Leonardo DiCaprio se metía en la piel contaminada de amoralidad y drogas del hombre que inspiró el filme, Jordan Belfort. "Es muy interesante, porque en el fondo es una clase de aristotelismo ético: si eres un cerdo, lo eres en todas las facetas de tu vida. En el filme se ve el nivel de putrefacción personal", explica Guido Stein, profesor del IESE Business School.
El subgénero del cine de finanzas se ha hecho adulto en estos años de la crisis con un aluvión de títulos: Enron, los tipos que estafaron a América (2009), de Alex Gibney; Capitalismo, una historia de amor (2009), del siempre incómodo Michael Moore; The Flaw (2011), de David Sington; Malas noticias (2011), de Curtis Hanson, centrada en la figura del secretario del Tesoro, Henry Paulson; El capital (2012), de Costa-Gavras; We Are Not Broke (2012), de Victoria Bruce y Karin Hayes; Money For Nothing: Inside the Federal Reserve (2013), de Jim Bruce...
Catarsis necesaria
Para Zunzunegui, el cine ha servido para denunciar a los responsables de la crisis “muy por encima de lo que pueden hacer los políticos o las propias autoridades financieras”. Guido Stein coincide en que este nuevo subgénero es importante: “Se necesita una cierta catarsis. El sistema lo necesita”.
Margin Call, cuenta Zunzunegui, “recoge la situación, el detonante también, igual que La gran apuesta: cómo en un momento todo lo que tiene un valor se desmorona. Esa situación sucede en minutos: lo que antes valía 100 ahora vale 1. Ahí hablamos de Lehman”. Pero le da un “toque” al filme de Chandor, porque en la ficción salvan a los responsables de la firma. "Desgraciadamente, en la realidad, los políticos acaban salvando a los banqueros”.
'Los grandes bancos de inversión siguen actuando de manera agresiva sin medir las consecuencias sociales', opina el abogado Fernando Zunzunegui
El abogado añade un aviso: “Lamentablemente estamos un poco en esa situación. Por mucho que reparemos las cosas y que se haya conseguido la solvencia bancaria, el negocio no se podrá recuperar si no se restaura la confianza, y para eso es necesario que los bancos también cambien su conducta. Eso no se ha producido: siguen realizando las mismas inversiones”. Zunzunegui habla de manipulaciones recientes en el Libor, en el mercado de divisas… “Los grandes bancos de inversión siguen actuando de manera agresiva sin medir las consecuencias sociales”.
La falta de ética de los individuos que tenían al sistema agarrado por el pescuezo se refleja también en documentales como Capitalismo, una historia de amor (2009), de Michael Moore. Aunque si hay otra película que ha sabido reflejar lo que pasó es Inside Job (2010), de Charles Ferguson. La voz de Matt Damon nos conduce por todos los oscuros pasillos de lo que ocurrió: hipotecas subprime, ejecutivos y brokers abonados a las puertas giratorias antes de quen España empezáramos a hablar de ellas, agencias de calificación que repartían triples AAA, la máxima garantía, a productos financieros de alto riesgo como los Reyes Magos lanzan caramelos en un desfile…
Caimanes en piscinas
Todo lo que vemos, una vez más, dramatizado, en La gran apuesta. “Es una película que intenta reflejar varios niveles: la avaricia ilimitada de agentes del mundo financiero, ya sea en los más altos, los medios o los más pegados al terreno”, explica Guido Stein. “Por otro lado, tiene el impacto que sufren los clientes más modestos, con menor conocimiento financiero. Algunos de ellos, como la chica del striptease, son tan ambiciosos o más como los agentes financieros”, sostiene el doctor en Dirección de Empresas.
El profesor de IESE sitúa la responsabilidad en varios niveles. El americano medio compró y se endeudó muy por encima de sus posibilidades. En España pasó algo parecido. En el filme de McKay vemos como Baum investiga sobre el terreno antes de apostar contra el sistema hipotecario y descubre a personas con cuatro o cinco casas y trabajos que apenas darían para pagar una.
'Probablemente hubo mucho miedo de los periodistas y de las agencias de rating, que prefieren mirar para otro lado', analiza el profesor Guido Stein
El escenario fue casi apocalíptico: chalés abandonados en Florida con caimanes en las piscinas y familias en la carretera como en Las uvas de la ira. El mayor crack del siglo. Más que el de 1929, aunque en un escenario social diferente. “Probablemente se dieron estas cosas y luego mucho miedo de los periodistas y de las agencias de rating, que van a una cuestión de hechos y prefieren mirar para otro lado”, añade Stein.
Para el profesor, es especialmente interesante en La gran apuesta cómo explica productos financieros que agrupaban restos de hipotecas previamente descartadas por su alto riesgo, los CDO, en español obligaciones colateralizadas por deuda. “No tenían nada sustancial debajo. Unos productos derivados que se han vuelto a hacer ahora, muy proclives a una cierta especulación. Esto ya se había hecho antes y, como la película muestra, probablemente estemos ahora con otro tipo de derivados que la gente no entiende”. Al margen de todo eso, para muchos espectadores tener a Margot Robbie en una bañera explicando envuelta en burbujas la crisis es un subterfugio narrativo que ayuda.
Los protagonistas de La gran apuesta, hombres reales que se jugaron millones, propios o ajenos, jugaban en realidad una partida enfermiza. Para Stein, es “muy interesante como la ruina de uno es el decrecimiento de otros en un juego que no es de suma cero en realidad”. Y asegura: “Al apostar contra el mercado, lo que hacen ese enervar la situación todavía más. El problema de base de estos productos financieros es el de perder el sentido de la realidad: tanto los que conceden los créditos como los que lo piden”.
Guido Stein defiende un modelo educativo más que legislativo, sostenido desde todas las capas sociales, y en concreto en la Universidad. E insiste en que, aunque hay una responsabilidad de los grandes bancos, fue toda la sociedad la que se metió de lleno en un mäelstrom del que no había salida. “En el fondo, aunque dicen controlar el riesgo, nadie domina esta serpiente de múltiples cabezas”.
Aunque, parece contarnos La gran apuesta, en 2007, alguien sí lo hizo: Jared Vennett, Michael Curry y algunos pocos más.