El próximo 28 de febrero, el actor afroamericano Chris Rock subirá al escenario del teatro Dolby, en Hollywood. Lo hará para presentar la 88 gala de los Oscar, no para recibir una estatuilla. Ninguna de ellas irá a parar a manos de actores negros, porque no hay ni uno entre los 20 nominados. “Las personas de color siempre son bienvenidas para anunciar los premios… incluso para entretener, pero casi nunca somos reconocidos por nuestro mérito artístico”, denunció Jada Pinkett Smith hace unas semanas. Spike Lee y Will Smith se sumaron a las críticas y prometieron boicotear la ceremonia en las redes sociales, bajo el hashtag #OscarStillSoWhite.
En mitad del debate, el Museo Afroamericano de California decidió inaugurar la exposición Coloring independently, que repasa la historia de las race films y su lucha por los derechos de los negros en el mundo de la representación. “Se trata de películas con un reparto de actores negros, hechas para un público negro”, explicó la comisaria de la exhibición, Tiffini Bowers, a la agencia EFE.
Centrada especialmente en los años cuarenta, la época dorada de las race films, la exposición retrata la evolución de los primeros filmes hechos por y para la comunidad negra, entre 1910 y 1960, así como su lucha por la inclusión y la diversidad en el cine. Con fotogramas, carteles y fotografías, la muestra rinde un homenaje al género cinematográfico que se atrevió a rebelarse contra el Hollywood más racista.
Contra el monopolio blanco
En una América definida por los dictámenes de la segregación racial, los actores negros se veían abocados a papeles planos y estereotipados. Ellos eran los criminales o los criados, casi siempre violentos, incompetentes o hipersexualizados. Muchas veces, esos papeles eran representados por actores blancos, con la cara pintada, exagerando los labios y el pelo afro.
Contra ese monopolio blanco se rebelaron algunas pequeñas compañías cinematográficas, que empezaron a aparecer entre 1910 y 1930, con el propósito de hacer películas con un reparto únicamente de actores negros que representaran papeles positivos y diversos.
Ante películas como Hearts and Flags (1911) o Birth of a Nation (1915), abiertamente racistas y que hacían apología del régimen segregacionista del sur de Estados Unidos, surgieron sus antagonistas. The Homestader (1919), de Oscar Michieux, es considerada como la primera race film, una de las películas con las que se inauguró el género, que se consolidaría hacia mediados de siglo.
Michieux, director, productor y escritor, fue el pionero de este tipo de películas y uno de los que más filmes del género realizó, alrededor de 44. Sus producciones retrataban de una manera cruda temas como los linchamientos, la discriminación, la explotación económica y la violencia. Sus personajes eran complejos, controvertidos para la época, e intentaban eliminar los estereotipos del cine ‘blanco’, representando a gente de varias clases sociales.
Las race films empezaron a hacerse un hueco propio, aunque seguían limitadas por las leyes racistas de entonces. Su exhibición se hacía solamente en cines a los que podía acceder la comunidad negra, una vez que muchos eran para el uso exclusivo de los blancos. Pero, al menos allí dentro, los negros podían ser protagonistas, hombres de éxito, abogados o banqueros, alejándose de los papeles menores a los que parecían estar destinados.
Derechos civiles
Con el aumento de las migraciones de afroamericanos de las zonas rurales del sur hacia las más variadas ciudades de EEUU, el paisaje demográfico cambia. Incluso las producciones más mainstream de Hollywood empiezan a hacerse eco de estos cambios, incluyendo a más actores negros en sus producciones. Pero fue en la década de cuarenta cuando el cambio se hizo más real.
La Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color (NAACP en inglés), fundada en 1909, decide volcar sus esfuerzos en Hollywood y hacer presión. En 1942, los representantes de la asociación se reúnen con ejecutivos de algunos de los mayores estudios cinematográficos y llegan a un acuerdo para mejorar la imagen de los afroamericanos en el cine, a través de la creación de nuevos papeles, que no cayeran en estereotipos. La NAACP consigue también un acuerdo para que más personas de raza negra trabajen detrás de las cámaras y formen parte de la industria.
Pese a que el cambio fue lento y que la mayoría de películas no cumplía lo acordado, es verdad que algunos de los estudios más importantes empezaron a incluir a conocidos artistas negros como protagonistas en sus repartos. Louis Armstrong y Duke Ellington, en Cabin in the Sky (1943), o Lena Horne, en Stormy Weather (1942) son algunos de los mejores ejemplos.
Cuando, en la década de los cincuenta, el Movimiento por los Derechos Civiles irrumpió con toda su fuerza en la sociedad americana, sacudiendo sus cimientos, Hollywood no podía quedar al margen. Al mismo tiempo que la sociedad peleaba por una inclusión igualitaria, la industria cinematográfica trabajaba para eliminar los estereotipos de la gran pantalla.
Nacen las grandes producciones con un reparto de actores negros, los papeles cambian y se equiparan a los que entonces estaban reservados a los blancos. Surgen estrellas como Sidney Poitier, Dorothy Dandridge y Harry Belafonte, que acapararon los papeles de los protagonistas. The defiant ones (1958), Edge of the cuty (1957) o The world, the flesh and the devil (1959) fueron algunas de las películas que se estrenaron entonces.
En los años sesenta, las race films parecían haber salido del gueto en el que habían estado recluidas a lo largo de los años. La lucha por los derechos civiles y la presión sobre la industria lograron abrir camino para que los actores negros representaran cada vez más papeles y el término cayó en desuso.
Una lucha aún vigente
“Se consiguió algo más de inclusión”, explica la comisaria de la exposición, “y desde entonces se ha evolucionado mucho, pero todavía estamos luchando por ello”. Una lucha que, ahora, se refleja en la falta de nominados a los premios más importantes de la industria que, una vez más se olvidan de los actores negros..
“¿Cómo es posible que, por segundo año consecutivo, los 20 actores nominados sean blancos? ¿Cuarenta actores blancos en dos años? ¿Qué pasa, que no podemos actuar?”, escribía Spike Lee en Instagram, al anunciar su boicot.
Los números no engañan: sólo una mujer negra ha ganado el Oscar para mejor actriz, Halle Berry en 2002, y sólo un 7% de los hombres ganadores del premio para mejor actor son negros. Pero el problema empieza antes. Pese a los años que han pasado desde el nacimiento de las race films, la inclusión de los actores negros sigue siendo difícil. Según el Informe de Diversidad de Hollywood, realizado por el centro de estudios afroamericanos de la UCLA, en 2013, un 83,3% de los papeles principales de las 172 películas analizadas estaban representados por actores blancos.
Ante la amenaza de boicot, la Academia ya ha prometido cambios para aumentar la diversidad de los premios. “Me siento afligida y frustrada por la falta de inclusión”, dijo la presidenta de la Academia, Cheryl Boone Isaacs. “Es un tema de conversación difícil pero importante, y es hora de grandes cambios”.
Más de un siglo después, se siguen haciendo las mismas preguntas y las mismas reivindicaciones en una industria –y una sociedad– que se resiste a ser igualitaria. ¿Hasta cuándo?
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