Ser actor negro en EEUU es una putada. Ser algo que no sea ser caucásico y trabajar en lo que sea en los EEUU, también lo es. Lo bueno de ser actor negro en la industria cinematográfica más potente del mundo es que asuntos como impuestos disparatados sobre la entrada de cine no molestan y las reclamaciones empujan a favor de las grietas sociales que se reflejan sobre el sector como la violencia machista, la pederastia, la homofobia y el racismo. Quizá por eso puede sacar las pancartas contra conductas injustificables de la propia industria, porque el dinero -que es cobarde e inteligente- permite pecar contra la diversidad y criticarse en público por hacerlo. Todo sea por el show.
Cuanto más ahondaba en sus críticas, más se le veían las cuerdas al títere Chris Rock
El espectáculo de la 88 gala de los Oscar corrió a cargo de Chris Rock que no evitó el conflicto racial en ninguna de las partes de su guion. Para eso estaba ahí, para atizar la conciencia de todos los blanquitos de la sala, para lograr que con sus chistes y su corrosión sufrieran una transformación inmediata y al salir del Teatro Dolby (antes Kodak) todos ellos tuvieran listos los contratos para acabar con la denigración. Rock debía aguarles la fiesta y obligarles a reflexionar sobre su mala conducta antes de pasar al canapé. ¿No?
El show es como los cerdos, que se aprovecha todo, hasta el linchamiento. Y cuanto más te gusta, más rico es el show. Y cuanto más linchamiento, más show. Así, a lo Sísifo. Porque todo lo es, incluso las pancartas y los chistes que bromean con el Ku Klux Klan y la violencia policial contra los negros. Nada escapa del espectáculo, nada tiene otro propósito. “Teníamos cosas más importantes que hacer. Nos estaban linchando y explotando. Cuando te cuelgan de un árbol qué más te da quién gana el Oscar”. Hasta el aguafiestas más cenizo de todos queda desarticulado y convertido en un teleñeco que aparece en nuestras vidas para recordarnos lo libre que puede llegar a ser una sociedad sobre un escenario. En la calle, ya si eso.
Boicot malo, gala buena
“¿Hollywood es racista? Sí”. “En la sección “Memorial” va a haber sólamente negros asesinados por policías”. Por si no había quedado claro que el show lo permite todo menos parar el show, el propio Rock apuntó directo a los actores y directores negros que llamaron a sabotear la gala: “No queremos un boicot, sino oportunidades. Queremos las mismas oportunidades de los blancos”.
El actor renunciaba en directo, con un falso monólogo comprometido con la injusticia racial, a protestar contra la injusticia racial
De hecho, en su monólogo no mencionó ninguno de los grandes nombres de productores racistas pero sí señaló a Jada Pinkett, esposa del actor Will Smith, muy activa desde el día que se conocieron las nominaciones contra la gala más blanca de todos los tiempos: “Decir que Jada Pinkett boicotea los Oscar es como decir que yo boicoteo las bragas de Rihanna: no me han invitado”. Spike lee tampoco se quedó sin veneno por quedarse en casa viendo el espectáculo.
Rock pidió trabajo a cambio de silencio. El actor renunciaba en directo, con un falso monólogo comprometido con la injusticia racial, a protestar contra la injusticia racial cargando, además, contra quienes decidieron no participar en la desactivación del conflicto. Cuanto más ahondaba en sus críticas, más se le veían las cuerdas al títere Chris Rock. La guinda ridícula la puso Kevin Hart y Cheryl Boone Isaac, presidenta de la Academia, citó a Martin Luther King para asegurar que ya se han tomado medidas específicas para cambiar la inercia de la industria, porque “no basta con escuchar y asentir, hay que actuar”.
En el resto de la gala creció la indignación racial. Iñárritu aprovechó su minuto de gloria para estirarlo un poco más y firmar la frase de la noche: “El color de la piel se convierte en algo tan irrelevante como el tamaño de tu pelo”, dijo sobreponiéndose a gritos contra la música que trataba de echarle del escenario. La épica debe ser eso, un discurso lapidario, un Oscar reluciente en la mano y un poco de censura en el ambiente.
Guantes negros, mala conciencia
Morgan Freeman salió al escenario con un guante negro en su mano izquierda a leer el premio gordo de la noche: “Spotlight”, dijo, escondiendo su puño tras su espalda. Beyoncé sacó a su ejército Black Panther al campo de la Super Bowl sin tanto miedo (y con más ritmo). Durante los discursos del equipo de Spotlight, Freeman la tapaba con su mano descubierta. La misma con la que le robó un par de galletas a Rock mientras despedía la gala y celebraba que todo quedaba olvidado. Son las galletas de la paz y de ellas comen hasta los panteras negras.
Cambiemos la cultura, cuando permita el abuso sexual, abogó Joe Biden en directo
La reivindicación política tuvo otro gran momento-protesta (además de la llamada al Papa Francisco a actuar contra la pederastia y la de Sam Smith a aceptar la sexualidad en libertad) consentido: Lady Gaga presentada por la administración Obama, con Joe Biden, vicepresidente, dando paso a su “buena amiga”. ¡Esto es Hollywood! La política acercándose al cine (como ya hiciera hace dos años la primera dama Michelle Obama) con naturalidad y sin politizar.
Gaga puso música (Til It Happens to You) al juramento que lanzó en directo Biden contra los crímenes de violencia machista. “Cambiemos la cultura, cuando permita el abuso sexual”, abogó en directo para que “ninguna mujer sufra este tipo de ataques”. Muy en la línea del “No aceptéis que os miren el móvil”, de Soraya Sánez de Santamaría en el debate televisado en campaña. ¿No?
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