Mustang es la historia de cinco hermanas huérfanas, vecinas de un pueblecito rural de Turquía, que son encerradas en casa por los familiares a su cargo. Los tutores son su abuela y su tío, personificaciones bárbaras de una sociedad machista, ultraconservadora y castrante. Y el objetivo de ambos es frenar el despertar sexual y, por extensión, a la vida de esas adolescentes vírgenes. Y así prepararlas para un matrimonio amañado.
Primer largo de la directora turca Deniz Gamze Ergüven, que no lo tuvo fácil para armar una película tan afilada y necesariamente crítica con su país, Mustang es mucho más poderosa puertas adentro que puertas afuera. Su rabia, su verdad y su desespero está en lo íntimo, en los cuerpos de las chicas, en cómo se mueven en esa casa convertida en prisión, en cómo se tocan, en los deseos que comparten y callan, en cómo escapan con la mente de ese espacio (el cuarto convertido en playa) y se agarran a un clavo ardiendo para abandonarlo…
El objetivo parece ser demostrar desde lo más extremo cómo los defensores de la moral más rígida y asfixiante pueden/suelen ser los peores
Mustang funciona muchísimo mejor cuando habla de lo universal desde la intimidad, cuando describe desde el sentir adolescente lo absurdo y nocivo de una sociedad represora, que cuando se aleja de las chicas para formular una crítica más directa y evidente. El dibujo de ese pueblo a orillas del Mar Negro, en cuyas aguas se bañan las hermanas en una magnífica escena que marca el tono del filme, es algo caricaturesco. Como lo es la descripción poco matizada de la abuela sumisa y del tío machista.
En relación a este último personaje, la directora toma una decisión algo dudosa hacia el final que no conviene desvelar. El objetivo parece ser demostrar desde lo más extremo cómo los defensores de la moral más rígida y asfixiante pueden/suelen ser los peores. Pero, de alguna manera, al villanizar todavía más al personaje, esa decisión singulariza la historia y rompe el perfecto equilibrio entre lo íntimo y lo universal del filme.
Tacto de verdad
La película tiene desajustes y soluciones algo obvias, pero es indudable su fuerza a puerta cerrada, la habilidad de Gamze Ergüven para encerrar en una casa un drama de esas dimensiones e ir al fondo del asunto con arrojo, tacto y verdad. Consigue esa profundidad y esos matices mediante una descripción extraordinaria de las hermanas. Están unidas por un vínculo profundo y por su deseo de libertad, pero sus personalidades están diferenciadas y atraviesan procesos distintos.
Todas luchan, pero no de la misma forma. Todas son conscientes de la situación, pero no todas tienen claro poder cambiarla. Todas están indignadas con el lugar que ocupa la mujer en la sociedad turca y defienden sus derechos, pero no todas se van a ver fuertes para intentar cambiar las cosas.
Además de cine de denuncia, Mustang es un retrato lúcido y lleno de verdad de la adolescencia
La cineasta hace un preciso dibujo de personajes, y los perfila con un sabio manejo de los diálogos, mínimos pero ajustados, y con una atención admirable al gesto y al detalle. Observa la intimidad de las chicas desde la distancia perfecta, y sintetiza en sus movimientos el despertar a la sexualidad, la frustración del deseo reprimido, la resignación, la nostalgia de algo que no llegará, el miedo y la rebeldía. Además de cine de denuncia, Mustang es un retrato lúcido y lleno de verdad de la adolescencia.
Son muchas las críticas que la comparan con la superior Las vírgenes suicidas (1999). Normal. La película de Gamze Ergüven es demasiado esclava de ese referente, y no precisamente para bien. El problema no está en las semejanzas conceptuales y argumentales entre ambos filmes, sino en las evidentes similitudes formales y de tono en las escenas que muestran la intimidad de las vírgenes. El lirismo pop de la película de Sofia Coppola tenía todo el sentido porque conectaba cultural, estética e incluso musicalmente con la historia. En Mustang, en cambio, esa poética resulta algo artificial e impostada.