La idea era brillante. Nada podía salir mal. Juntar a los dos héroes más carismáticos de la historia del cómic y darles una película juntos hacía relamer a los dueños de DC Cómics y Warner Bros. En sus manos estaba una nueva gallina de los huevos de oro. La necesitaban. Tras el final de la trilogía de El caballero oscuro, realizada por Christopher Nolan, había riesgo de que la franquicia se viniera abajo. Los otros intentos les habían salido rana (acuérdense de Linterna Verde) y no se la podían jugar. Así que Batman y Superman estaban condenados a entenderse y verse las caras -y los puños.
Su enfrentamiento llega como continuación directa de El hombre de acero (2013). La película que quiso revitalizar a Clark Kent y que se quedó a medias. Reventó las taquillas, pero dejó un regusto amargo. Algo había en la visión de Zack Snyder que no convencía a los fans. La sombra de Christopher Nolan se extendía a Superman, un héroe radicalmente opuesto a Batman. Así que en vez de tener una película que fuera puro goce y entretenimiento se optó por otra más oscura y falsamente profunda, con superhéroes con dilemas morales de manual de autoayuda.
La unión de sus dos grandes personajes sonaba a reseteo. Warner quería su propio universo, como lo tiene Marvel y ahora lo tendrá Star Wars. Un mundo propio en el que quepan más héroes e historias y en el que no tenga que aparecer Bruce Wayne para salvar el percal. Batman v Superman: El despertar de la Justicia tenía la posibilidad de paliar los errores de su predecesora y sentar las bases para lo que vendrá. Por desgracia el filme opta por el mal de la secuela -más larga, más grande y más espectacular- y acaba perdida por completo.
La historia empieza contando, de nuevo, los orígenes de Batman (un Ben Affleck que cumple con la papeleta de sustituir a Christian Bale). Un guiño que es la única constante con el resto de filmes del murciélago. Uno de los aciertos es que se evita cualquier presentación del personaje. Rápidamente nos encontramos con un hombre de más de 40 años, que ha sido un héroe en sus tiempos mozos y que ve como otro más joven y con mucho más poder aparece para ser el salvador del mundo. Ese salvador viene, además, de otro planeta, y la destrucción que conllevan sus primeras acciones hace que la gente se pregunte si la Tierra necesita ese tipo de protección o vivíamos mejor sin ella.
La unión de Batman y Superman sonaba a reseteo. Warner quería su propio universo, como lo tiene Marvel y ahora lo tendrá Star Wars
El planteamiento inicial de la película apunta unos cuantos temas más que interesantes. Reflexiones que podrían haber sido el centro, pero que no son más que un trampantojo para lo que la gente quiere ver: acción y juntarse a los dos héroes (más una Wonder Woman que pasaba por allí). Una media hora en la que se pregunta si alguien se merece estar por encima de la Ley, o si las acciones de Superman deberían ser vigiladas por miembros del Gobierno. También hay hasta un atisbo de crítica a la marginación del diferente. Casi todo esto gira alrededor del personaje de Holly Hunter, la mejor incorporación del reparto y la que se lleva los mejores momentos.
Pronto esto se olvida y el guion (que sufre de incomprensibles saltos y sueños metidos con calzador para explicar las cosas pronto y mal) apuesta por una trama de suspense conspiratorio que hará que los dos grandes héroes terminen como el rosario de la aurora. El resorte que hace saltar todo esto es el Lex Luthor de Jesse Eisenberg, que parece estar en otra película. Pasado de rosca y con un tono cómico-cargante, Eissenberg es presentado como la mente maligna detrás de todo, pero sus constantes tartamudeos y soniditos acaban con la paciencia del espectador.
De tanto abrir tramas y subtramas (con apariciones sorpresa que más vale no comentar, pero que no podrían ser más forzadas) hasta se olvidan de lo que la gente quería ver: la pelea entre Batman y Superman. Tarda en llegar, aunque realmente merece la pena verles en acción. Eso sí, la alegría dura poco y al final, como todo el mundo espera, tendrán que unirse para salvar al mundo de un enemigo mucho más peligroso.
Aquí es donde Zack Snyder se despendola haciendo que la última media hora sea un despliegue de fuegos artificiales, colorines y efectos especiales sin ton ni son. Nada se entiende en una megabatalla final en la que falta una onda vital de Goku. Poco importa. La maquinaria promocional está echando humo y gastando millones desde hace meses. Batman y Superman han abierto la puerta a La Liga de la Justicia, y a una saga que quiere hablar de tú a tú (en la taquilla) a Los vengadores.