Hubo un momento en el que Disney era sinónimo de talento, de innovación y hasta de riesgo. Todo el mundo esperaba ansioso el estreno de su clásico anual. Casi siempre eran adaptaciones de cuentos clásicos o libros infantiles, pero siempre con una animación exquisita y pasado por su filtro que marcó escuela. Tras llegar a la cima con la nominación al Oscar a la Mejor película con La bella y la bestia (1991) y empalmar otros dos emblemas de la casa como Aladdin y El rey león, Disney empezó a dar muestras de agotamiento. El caos se produjo en el año 2000. La imaginación se había agotado y se produjeron subproductos como Dinosaurio, Hermano Oso, Zafarrancho en el rancho o Chicken Little.
Con el estudio de animación clásica a punto de cerrar se optó por la compra de talento como solución. Disney se hizo con Pixar (anteriormente sólo la distribuía) y maquillaron su falta de riesgo y creatividad con los de Lasseter y compañía. A cambio les introdujeron en la vorágine de secuelas y venta de merchandising con películas menores como Cars 2 o Monstruos University. También a golpe de talonario se hicieron con LucasFilms, y todo el universo Star Wars, su actual gallina de los huevos de oro junto a los remakes de sus propias películas. ¿Para qué pensar en contenido nuevo y arriesgado si basta con rehacer el que ya tenemos? Eso debieron pensar en Disney, a los que la jugada les ha salido perfecta con Maléfica y Cenicienta.
Ahora le ha tocado el turno a El libro de la selva, a priori uno de los más complicados de adaptar, debido a que sólo hay una figura humana en todo el relato, precisamente por ello la animación fue la técnica perfecta para la adaptación de 1967. Pero Disney no quería descartar uno de sus títulos más queridos y no hay nada que unos buenos efectos especiales no puedan solucionar. Un espectáculo de CGI para dar vida a Baloo, Baghueera y compañía, que en su versión inglesa cuentan con las voces de Bill Murray, Ben Kingsley y otros actores de primer nivel para dar empaque a esta nueva operación comercial.
La película funciona tan bien como lo hacía la original. No da un minuto de respiro, y Jon Favreau se saca de la manga un filme espectacular que encantará a las familias, pero que no tiene nada de riesgo en sus fotogramas. Tanto se nota la copia que ni se ha podido apartar de las canciones Disney. Las míticas Quiero ser como tú y Busca lo más vital también están. Las predicciones de los analistas hablan de que será la más taquillera de todas las adaptaciones hechas hasta la época. En los mercados donde ya se ha estrenado ha superado a Cenicienta y Maléfica, y Forbes habla de que podría llegar a los 1.000 millones en la taquilla mundial, una cifra que sólo han conseguido 24 películas, de las que únicamente 7 han sido 'no secuelas'. Disney está dando palmas y ya prepara la secuela.
Historia del reciclaje Disney
El movimiento de rodar de nuevo sus historias con actores de carne y hueso no es tan original, ya en 1996 se intentó con 101 Dálmatas y Glenn Close como la malvada Cruella de Vil. El resultado fueron 320 millones de dólares en todo el mundo. Cuatro años después se produjo la secuela, pero ya no había ningún interés en un filme que no dejó un buen sabor de boca. También se hizo una operación parecida con Alicia en el país de las maravillas en 2010. La nueva versión arrasó con todo. Más de 1.000 millones en todo el mundo (325 de los cuales en EEUU) y una tardía segunda parte que llegará en un par de meses. La versión del libro de Lewis Carroll se vendió más como la visión de Tim Burton que como remake de Disney, aunque puso los cimientos del movimiento actual.
Fue en 2014 cuando explotó el 'boom' de los remakes. Maléfica fue la primera en llegar. La versión de La bella durmiente giró en torno a la figura de la carismática villana gracias al rostro de Angelina Jolie, estrella de un filme que unos meses antes de su estreno olía a fracaso. Los tráilers no habían gustado, no parecía haber un interés en forma de preventa de entradas y Disney se olía lo peor. El 30 de mayo llegaba el estreno y dio la sorpresa. 70 millones de dólares en EEUU para un total de 240 y 758 a nivel mundial. Un pastizal que abrió la veda. Si una película en la que no confiaban había reventado las arcas había que explotar el filón.
Rápidamente se pusieron manos a la obra con otro de sus clásicos, La cenicienta. En esta ocasión cuidaron más el producto desde el primer minuto. Hasta un director de renombre como Kenneth Branagh aceptó el encargo (y el talón) de Disney para dirigirla. También los festivales entraron en el juego. Berlín realizó una premiere que ni el mayor director de culto tiene en el certamen. Las familias volvieron a llenar los cines, 67 millones en sus primeros días, 201 en el mercado doméstico y 542 millones de dólares en total para un presupuesto que ni llegó a los 100. A todo esto sumen el 'merchandising' de princesas y venta de DVD de las películas y las cuentas salen claras.
Esto no ha hecho más que empezar. 2017 será el año de La bella y la bestia. Emma Watson, Ewan McGregor y Luke Evans a las órdenes de Bill Condon en otro título que reventará las taquillas. ¿Para qué arriesgar si simplemente con copiar te puedes forrar?