Un trabajo de fin de curso que salta a las salas de cine
Laia Alabart, Marta Verheyen Alba Cros y Laura Rius no llegan a 30 años y ya han estrenado su ópera prima, 'Las amigas de Àgata'. Un proyecto que comenzó como un corto de la Universidad.
9 junio, 2016 01:23Noticias relacionadas
Un grupo de cinco chicas se encuentran en la calle. No tienen más de 25 años. Se abrazan y besan. Hace tiempo que no se ven y se nota. Una de ellas lleva un callejero en una mano que delata que no es de Madrid, en la otra un cigarrillo de liar. Rápidamente empiezan a ponerse al día entre risas y más abrazos. En unas pocas horas cuatro de ellas estrenarán su primera película en salas de cine de toda España. Acaban de dejar la universidad, y lo que en un principio era un trabajo fin de carrera se ha convertido en un largometraje alabado por la crítica, premiado en festivales y uno de los debuts más sinceros y emotivos de nuestro cine en mucho tiempo. Las amigas de Àgata descubre a Laia Alabart, Alba Cros, Laura Rius y Marta Verheyen, cuatro directoras con talento y una mirada que parece impropia de alguien tan joven.
Una película que se centra en un momento crucial para la vida para todo adolescente, el paso del colegio a la universidad. El descubrimiento de un mundo nuevo, de otros amigos, otro tipo de relaciones y la posibilidad de ser uno mismo el que elija lo que quiere o con quién quiere ir. Un momento que parece poca cosa, pero que trastoca los pilares de Àgata, la protagonista del filme. Su grupo de cuatro amigas de la infancia parece cada vez más algo impuesto. Un mundo se abre ante ella, y el pasado puede que no sea compatible. Es en ese momento casi anecdótico donde las directoras se paran a observar con detenimiento. No quieren contar una historia llena de tramas, giros y personajes. Quieren ir más allá, trasladar a imágenes un sentimiento. Esa sensación de fin de una época, de que no perteneces a ningún sitio. Una poética de lo cotidiano que ellas explican citando a clásicos como Cassavetes, Rohmer o Chantal Akerman.
Las cuatro realizadoras coinciden en que esa es la base del proyecto. “Queríamos buscar la verdad, hablar de nuestras vidas, de nuestras experiencias. Teníamos la legitimidad de hacerlo porque lo habíamos vivido”, cuentan a EL ESPAÑOL. Marta, la más dicharachera de todas, añade que son “la síntesis de Àgata porque es lo que vivimos el primer año de carrera”. Existe un extraño reflejo entre realidad y ficción, ya que, igual que son cuatro realizadoras, hay cuatro protagonistas de 18 años. Ellas insisten que es una casualidad provocada por el trabajo del guion, donde se dieron cuenta que ese número de personajes jugaba a su favor. Una coincidencia que acrecienta esa sensación de verdad.
Para ello también incluyeron pronto a las cuatro actrices que darían vida a estas chicas que ven su amistad en juego. En el cásting les preguntaron que si habían vivido una situación parecida, ya que era esencial que entendieran por lo que estaban pasando. Especialmente en un guion en el que no había frases de diálogo concretas, sino secuencias descritas que iban creciendo durante el momento.
Con la película queríamos buscar la verdad, hablar de nuestras vidas, de nuestras experiencias. Teníamos la legitimidad de hacerlo porque lo habíamos vivido
Todavía no se creen que su proyecto de fin de grado vaya a llegar a las salas. Recuerdan con claridad el comienzo de todo esto. Esa idea inicial que buscaban para presentarla a su tutor (el crítico Gonzalo de Lucas). Ni siquiera sabían si sería un corto, un largo o sólo un borrador tirado a la basura. Era sólo un trabajo de clase más. La historia fue creciendo y creciendo, las páginas de guion se sucedieron y con la ayuda del crowdfunding, de la Univesidad Pompeu Fabra y de la productora Lastor Media, Las amigas de Àgata se convirtió en una realidad. Más tarde entraría la distribuidora Avalon para cumplir el sueño de estas veinteañeras que todavía no se han acostumbrado a las entrevistas y a las jornadas promocionales.
Cuatro chicas y un acantilado
A veces las historias nacen de una historia real, de un libro o de una experiencia. A veces de una simple imagen. Las amigas de Àgata tiene como punto de partida su plano final. Cuatro chicas, sentadas en un acantilado, mirando al mar mientras amanece. ¿Quiénes son? ¿por qué están allí? ¿qué ha pasado? Ese fue el ovillo que tuvieron que ir deshaciendo.
“No sé cómo surgió esa imagen, pero había chicas, viento, rocas, mar.. y empezamos a tirar del hilo”, recuerda Alba. “Es una imagen que está desde el principio, cuando presentamos una pre pre preidea. Era lo que llamamos el corazon de la historia. Yo me imaginaba un plano de chicas amontonadas”, añade su compañera Laura. “Partimos de lo visual, porque el guion era algo difícil, además tampoco era nuestro fuerte. Nos apetecía ir a lo visual, y por eso empezamos con esa imagen”, cuenta Marta uniéndose al coro de voces que empiezan a mezclarse y a parecer una charla entre amigas que quedan para tomar un café y recordar batallitas.
La película se desarrolló en quinto de carrera para que lo hicieran juntas. Esperaron a que dos de ellas volvieran de su Erasmus para comenzar. Era una de las pocas cosas que tenían claras, que tenían que rodarlo unidas. La otra era que se alejarían de lo que suele mostrar el cine de adolescentes. Quitar la paja y encontrar la esencia. “Es verdad que no se ha contado esa pequeña sensación, sí que hay historias de amigas que se reencuentran y se enfadan, pero esto es muy delicado, porque parece una cosa pequeña pero es muy importante. Nos apetecía que fuera algo sutil y sencillo, que no lo contaminaran otras cosas. Aquí no hay historias familiares, novios o amores”, argumenta Marta.
En el cine estamos acostumbrados a que nos cuenten una historia, pero aquí contamos una emoción. Nos apetecía que fuera algo sutil y sencillo, que no lo contaminaran otras cosas
Esa concreción la aleja de otros retratos femeninos como Mustang o Bande des filles, dos filmes franceses también centrados en adolescentes, pero con un toque social que no gustó nada a Laura, que se encuentra actualmente haciendo un máster de cine en Francia. “En el cine estamos acostumbrados a que nos cuenten una historia, pero aquí contamos una emoción. Àgata se siente así y no hay mucho más”, puntualiza Alba.
Homenaje a sus amigas
A pesar de que se cuestionen esas relaciones de amistad forjadas en la niñez y que muchas veces nacen del azar más que de una propia elección, las cuatro realizadoras tienen claro que esto es “un homenaje a nuestras amigas de la infancia”, que aseguran que siguen conservando y que, aunque cambien siguen siendo importantes. “En la Universidad escoges tus amistades, y eso en la escuela ni te lo planteas. Si conocieras ahora a esas personas puede que no fueran tus amigos. Eliges más”, zanja Laura.
En un mundo como el del cine, dominado por hombres, es raro encontrar a cuatro realizadoras debutantes de menos de 30 años. Ellas son una excepción, y su caso hace que la cuota de mujeres al frente de películas suba instantáneamente. Quizás por ello las han encumbrado como ejemplo y visualización de un problema de nuestra industria. Ellas no pretendían convertirse en estandarte de ninguna lucha, pero si su caso sirve para normalizar la situación, bienvenido sea. “Cuando empezamos esto no pensamos en que teníamos que ser cuatro chicas contando una historia de cuatro chicas, fue algo natural, pero nos alegramos de demostrar que las mujeres puedan contar sus historias”, explica Laia.
Ninguna se explica por qué ocurre esto, aunque tienen claro que el problema está en el acceso a la industria y no en la educación, ya que en sus clases la mayoría eran mujeres. Tampoco creen que exista eso que muchos definen como 'una mirada femenina'. “Yo no sé cómo es filmar de una forma femenina”, cuenta Marta con el asentimiento de sus compañeras, aunque Alba cree que eso es porque ellas tienen muy interiorizado el estar fuera del canon que ha dominado durante décadas. “El cine ha estado dominado por una visión masculina desde hace años. Hasta las mujeres perpetúan la manera de representar masculina. No es cuestión del género, sino de ser consciente con lo que quieres aportar”, añade crítica.
El cine siempre ha estado dominado por una visión masculina. Hasta las mujeres perpetúan su manera de representar. No es cuestión del género, sino de ser consciente con lo que quieres aportar
Quizás por ello el cine que les gusta es el que está fuera de la industria. Los autores que arriesgan y que no se parecen a nadie. Una nombra a Pasión de Godard como lo último que ha visto en cine que le haya emocionado. Otra a Retrato de una joven a finales de los sesenta en Bruselas, de Chantal Akerman. Todas coinciden en La academia de las musas, de Jose Luis Guerín. Cuando una de estas cuatro amigas la nombra todas saltan a la vez como un resorte y empiezan a comentarla mientras ríen. En esos momentos es inevitable pensar en una secuela de Las amigas de Àgata que retrate el siguiente paso fundamental al que se van a enfrentar estas promesas del indie español.