El terror ‘mainstream’ encuentra a su salvador
James Wan, uno de los mejores directores de cine de terror en activo, firma la irresistible secuela de 'Expediente Warren', uno de los éxitos sorpresa del género de los últimos años.
17 junio, 2016 01:24Noticias relacionadas
Adentrarse en el cine independiente actual de terror es una decisión magnífica. Es un filón de películas buenas. También hay, como en todas partes, cosas terribles. Pero incluso en filmes imperfectos puedes detectar ideas, atrevimiento, ganas de marcha y la voluntad de tumbar más de un tabú. El cine mainstream de terror (tanto el que se hace con presupuestos generosos como el que tiene después un respaldo publicitario casi más caro que la película) ya es otro cantar. Superada la fiebre de remakes y secuelas de hace unos años, el cine de terror comercial está de capa caída. Hay excepciones, como las excelentes La visita (2015) y Calle Cloverfield 10 (2016), pero es obvio que faltan películas… y actitud y energía a las que se hacen. Ante un panorama así, hay que celebrar cada día la existencia de James Wan.
El director de Expediente Warren: El Caso Enfield no da puntada sin hilo. No tiene película mala. Pero lo que le convierte realmente en un señor a admirar y respetar es su demostración constante de que el buen cine comercial de terror es posible. No es ni un renovador del género ni un director demasiado original, pero con cada película que rueda salva un poco el panorama haciendo simplemente las cosas bien, algo que parece sencillo pero que no tantos practican. Wan se toma en serio el terror, género que conoce perfectamente y admira.
Rompe con la tendencia a dar por hecho que un director de fotografía resultón y dos sustos bien puestos te salvan una película de miedo. En esta secuela de la superior Expediente Warren (2013), donde recrea con libertad un suceso paranormal ocurrido en Inglaterra en los años 70, recurre a subgéneros clásicos que ya había tocado antes: el cine de fantasmas y las películas de casas encantadas y de exorcismos. Y, tanto a nivel narrativo como formal, es clásico abrazándolos. Pero lo cuida todo al máximo.
La puesta en escena de Expediente Warren: El Caso Enfield es impecable. Los personajes no son meros peones del juego: Wan saca esta vez más partido, con la guasa que le caracteriza, a la pareja de investigadores de lo paranormal Lorraine (Vera Farmiga) y Ed Warren (Patrick Wilson). La atmósfera de terror es perfecta. La integración de referentes —de La leyenda de la casa del infierno (1973) a The Babadook (2014)— es pura clase. Y está rodada como pocas películas recientes. La elegancia de Wan, su sentido del ritmo y del espacio, su maestría como coreógrafo de pesadillas y el dominio que tiene de la tensión y del suspense son incontestables. Probablemente sea también el director de cine de terror en activo que diseña los mejores sustos, un arte en horas bajas.
En ese terreno no tiene rival, y aquí se esfuerza tanto en probarlo que rompe algunas cosas por el camino. Expediente Warren: El Caso Enfield dispara sustos a la velocidad del rayo. Es una estampida de sobresaltos (algunos memorables) en cadena, el mejor pasaje del terror de parque de atracciones que puedas imaginar. Ésa es la gran apuesta de Wan para la ocasión y un arma de doble filo: Expediente Warren: El Caso Enfield es más verbenera que su antecesora pero, al ir tan a saco, tan acelerada, también es menos inquietante.