La dimisión de Antonio Resines pone en jaque a la Academia de Cine: regeneración o muerte
La espantada del Presidente deja en evidencia el desgobierno existente y la necesidad de refundarse.
14 julio, 2016 00:21Noticias relacionadas
“La Academia está en un buen momento”, decía Antonio Resines muleta en mano en su discurso de los Premios Goya el pasado febrero. Era su primera gala como presidente de la Academia de Cine y se esperaba mucho su aparición. No habló de la reforma de la Ley del Cine, ni de incentivos fiscales, pero sí que se acordó de los videoclubes y de recordar que la institución iba viento en popa. Cinco meses después se demuestra que no todo era tan positivo como lo pintaba el actor, que ayer mismo renunciaba de su cargo tras poco más de un año al frente. Alegaba “discrepancias con parte de la Junta Directiva”. También decía adiós el vicepresidente Edmon Roch, que llegó en sustitución de Gracia Querejeta, que también se fue hace menos de un mes.
Es el tercer presidente al frente de su institución en siete años. Todos ellos han dimitido. Bajo ese eufemismo usado en su nota de despedida -discrepancias- se esconde una guerra interna en el seno de la Academia que han hecho que Resines se rinda. Una batalla con la Junta Directiva, que desde la llegada del intérprete han vetado y censurado cada iniciativa propuesta, según cuentan a este periódico varios académicos. Este órgano representa a todas las especialidades del mundo del cine (14 en total), y cada gremio elige a sus dos vocales. Estos actúan y se escogen con independencia del presidente, lo que siempre ha provocado encontronazos, que en los últimos años se han avivado. Un terremoto que puede que no haya hecho más que empezar, ya que el vocal de fotografía de la Junta, José Luis Alcaine, también ha presentado su dimisión.
Eduardo Campoy, presidente de la Academia de Cine en 2009 y director general entre 2009 y 2011 cree que lo ocurrido es el reflejo de “lo que pasa cuando la Junta Directiva difiere mucho de lo que quiere el presidente”. “Ha habido encontronazos con la Junta Directiva por las cosas que quería hacer y eso indica que hay que cambiar el sistema. La presidencia no puede encontrarse con una Junta elegida por sus colegas y que no es representativa. Resines ha llegado y la gente que hay no apoya su programa. Es probable que muchos de los miembros de la Junta ni siquiera le hayan votado. Es un sistema fallido y hay que reflexionar”, cuenta a este periódico.
Cree que no ha sido un acto concreto, sino la constante de ver cómo desde el inicio le han vetado cada acción que quería levantar. La regeneración que propone pasa por defender la independencia de los miembros de la Junta, que ahora son, en muchos casos, ejecutivos de la Academia “y confluyen intereses”. “Hay miembros que llevan demasiado tiempo. Tiene que haber una renovación, me consta que algunos llevan 20 años y no dejan trabajar con libertad”, zanja.
La Junta Directiva no apoya su programa. Es probable que muchos de los miembros ni siquiera le hayan votado. Es un sistema fallido y hay que reflexionar
De la misma opinión es otro académico que prefiere no dar su nombre y que cree que la actual Junta Directiva “se cree poseedora de la verdad”. Cuenta que la situación se había tensado hasta el punto de que una parte del organismo quería controlar los medios y los periodistas con los que hablaba Antonio Resines. Según su opinión, esta situación no es la primera vez que se da, sino que “tanto Álex de la Iglesia como Enrique González Macho lo han sufrido”. “Cuando un presidente quiere aportar y modernizar la Academia ocurre esto”, dice mientras añade que esta dimisión abre un proceso de cambio absoluto que la institución tiene que afrontar si no quiere estar abocada al fracaso.
Otro expresidente de la Academia, Enrique González Macho, ha manifestado su apoyo al que fuera su vicepresidente y ha explicado a este periódico que esta decisión demuestra que “afortunadamente en la Academia no somos borregos y no vamos todos en la misma dirección”. Pide “no buscar culpables” y cree que la numerosa composición de la Junta, “con gente muy diversa hace que se creen fricciones” que considera normales y que él también ha vivido durante su etapa al frente de la institución. Reitera una frase que siempre dijo durante su cargo: “El Presidente de la Academia reina, pero no gobierna”. A pesar de los roces no señala directamente a la Junta Directiva y cree que esta no mira por sus propios intereses. “Para defender tus intereses lo haces en el Ministerio. La gente de la Junta va a colaborar y son generosos”, zanja.
Esto es malísimo . Muestra falta de ideas, de perspectivas y de claridad de lo que queremos que sea la institución
Es el único de los consultados por este periódico que rompe una lanza por ellos. Otro académico que también prefiere preservar su identidad coincide en que “la composición de la Junta es muy delicada porque convergen demasiados intereses”. Este miembro abre otro frente de polémicas: el enfrentamiento del principal órgano de decisión con el Director General, Porfirio Enríquez, elegido poco antes de la reelección de González Macho entre muchas quejas. “No compartían las estrategias que Enríquez estaba tomando”, explica. Tampoco la relación del Director General, persona que lleva la labor diaria y la gestión de las cuentas, con Antonio Resines era mucho mejor: “Estaban enfrentadísimos”, cuenta este académico.
A Eduardo Campoy no le consta este enfrentamiento y explica que en la última asamblea celebrada Antonio Resines defendió a Enríquez. “Dudo que esto haya sido decisivo, porque Resines pudo relevarle cuando llegó a la presidencia y no lo hizo”, concluye.
Todos coinciden en que ahora se abre un tiempo complicado para la Academia de Cine, que tiene que enfrentarse a una renovación si no quiere seguir encadenando dimisiones. “Esto es malísimo . Muestra falta de ideas, de perspectivas y de claridad de lo que queremos que sea la institución”, valora uno de estos académicos que cree que debería nombrarse una gestora durante un tiempo de un año para que no se paren las acciones en marcha y que no se perjudique la organización de los Goya, aunque no vea el futuro con optimismo: “Van a hacer lo que quieran”.