Yemen es un país lejano, de esos que se oyen en las noticias pero que uno no sabe muy bien dónde está ni a quién pertenece. En Yemen la vida es un sinfín de casualidades, los conflictos, la pobreza y el olvido del resto del mundo -hasta su guerra civil pasa inadvertida, eclipsada por los conflictos de Libia y Siria- lo convierten en el escenario para la destrucción y la desidia.
En este escenario las mujeres no son un colectivo olvidado: las mujeres no existen. O al menos no todas. Con once años a Khadija Al-Salami su tío la obligó a casarse, después de la boda su marido abusaba sexualmente de ella cada día. Era una niña, pero consiguió escapar. Volvió a su casa y sólo encontró apoyo en su madre (quien también se casó siendo muy pequeña) el resto de su familia las repudió a ambas. Khadija estudió día y noche y a los 16 años consiguió una beca para ir a estudiar a Estados Unidos. Hoy es la primera mujer cineasta de Yemen y hace dos años rodó la película 10 años y divorciada que se estrena en España el 26 de agosto.
Ser una niña en Yemen
La directora ha contado su historia y la de miles de niñas-esposas yemeníes, pero a través de la vida de Nayud Ali, una chiquilla que tras casarse con diez años consiguió divorciarse gracias a una abogada feminista (la primera mujer que dirigió un oficina legal en el país) y un juez progresista. En Yemen la edad mínima para casarse son 15 años, pero esta cifra no está recogida en las leyes estatales por lo que ni siquiera se acerca a la realidad: la mitad de las mujeres yemeníes se casan antes de los 18 años.
En Yemen la edad mínima para casarse son 15 años, pero esta cifra no está recogida en las leyes estatales
La película de Al-Salami refleja un mundo donde las mujeres son honradas a cambio de vacas, que -por supuesto- poseen los hombres. “Deja de comporte como una cría”, le dice el padre a la protagonista, justo antes de su boda. Mientras, su madre (a la que maltratan y malvive con sus hijos, su esposo y la segunda mujer de este) le pinta los ojos y los labios, como si fuese un juego infantil.
Cada noche Nojood se encuentra con la mista situación, las violaciones son constantes y ella no tiene derecho a réplica: “Has dejado de pertenecer a tu padre, ahora eres mía”, le dice su marido. La niña no es más que una pertenencia.
Historias que no interesa contar
La cinta es un retrato de la sociedad yemení que detalla la vida en el país, desde el mazo que usa el juez (más bien un martillo de carpintero), hasta la actitud de las mujeres entre sí. En abril la directora presentó en San Sebastián la película y afirmó que “el día que le pregunté a mi madre por qué si a ella esa experiencia le había traumatizado también me había casado a mí de esa forma. Me dijo que pensaba que era nuestro destino”. En Yemen las mujeres no sólo están supeditadas al género masculino, la tradición y la religión imperan ante su libertad: “Si te dicen que algo es decisión de Dios, es muy difícil rebatirlo”.
El día que le pregunté a mi madre por qué si a ella esa experiencia le había traumatizado también me había casado a mí de esa forma. Me dijo que pensaba que era nuestro destino
La directora se encontró problemas para hacer la película desde el primer momento. Estuvo cuatro años buscando financiación para rodarla, "pensaban que a nadie le interesaba la historia" dice la directora, y cuando por fin la encontró tuvo todo tipo de problemas, les robaban el material técnico constantemente y el equipo tenía que ir con seguridad. Sin embargo, al acabar la cinta para Al-Salami la distribución de la misma ha tardado dos años en llegar a España y todavía no se ha proyectado en Yemen.