El próximo domingo se celebrarán las elecciones vascas, y eso en una ciudad con San Sebastián se nota, aunque el lujo y el glamour del festival de cine tapen casi todo. Por las calles se cruzan los carteles de la nueva película de Bayona con los de Otegi lehendakari, y la gente lo mismo se mete en el cine a ver un thriller que después se va a un mitin de Pili Zabala. El Zinemaldia también ha reservado un espacio para la situación política en Euskadi. Se trata de la sección Zinemira, dedicada al cine del País Vasco, y en la que se ha presentado El fin de ETA, dirigido por Justin Webster y con guion de los periodistas Luis Rodríguez Aizpeolea y José María Izquierdo, que explica que todavía “no acaba de entender por qué hay un silencio sobre esta etapa”.
Un documental que busca a los verdaderos artífices del fin de la violencia en Euskadi. El 20 de octubre de 2011, ETA anunciaba el cese de su actividad tras más de 40 años en los que dejaron un rastro de 829 personas asesinadas. La obra va dedicada a ellas, les da voz, pero es una voz secundaria que no quita importancia a los protagonistas del filme. Las dos personas que, sin decir nada a nadie, decidieron que había que acabar con las muertes.
Reunión en el caserío
En el año 2000 el socialista Jesús Eguiguren y el entonces dirigente de Batasuna, Arnaldo Otegi, se reunieron en un caserío de Txillarre. El anfitrión era Peio Rubio, que se encargó de mantenerles alimentados mientras intentaban ponerse de acuerdo. No había condiciones pactadas, y de hecho hiela la sangre escuchar a Eguiguren contar que una de las cosas que quedaron claras era que ese encuentro no hacía que Otegi no pudiera ser detenido, ni que él mismo pudiera ser asesinado.
Hiela la sangre escuchar a Eguiguren contar que una de las cosas que quedaron claras era que ese encuentro no hacía que Otegi no pudiera ser detenido, ni que él mismo pudiera ser asesinado
Dos personas que no tenían nada que ver, pero que estaban obligadas a entenderse. Ambos hablan a cámara en El fin de ETA y desvelan el contenido de sus reuniones y la evolución de las mismas. Mientras ellos cuentan las interioridades de esos encuentros de los que, en un comienzo, nadie tenía constancia, el filme muestra el contexto social y político que ocurría alrededor.
Los atentados, las muertes, los cambios de Gobierno y las declaraciones políticas que giraban en torno a ellos y les ponían en una situación cada vez más difícil. Eguiguren es el centro de todo, una personalidad que, a pesar de ser esencial en el proceso de paz, no ha sido reconocida por ello. “Eso es una injusticia de la sociedad y más aun del partido socialista”, dice a EL ESPAÑOL el guionista del filme, José María Izquierdo, desde una cafetería a escasos metros de la sede del Festival de San Sebastián, donde han presentado su obra.
El guionista -y periodista- destaca que ya hubo intentos anteriores de hablar con ETA. Incluso el Gobierno de Aznar se reunió con la banda, pero fueron estas conversaciones las que llevaron al final que todos conocemos. “Lo que acaba en 2011 tiene mucho que ver con lo comenzó en 2000. Sin esta primera parte la segunda no se hubiera dado igual, porque yo creo que aun así, ETA estaba condenada al fracaso”, explica sobre una negociación en la que “no se cedió en nada”, tal como también apunta Alfredo Pérez Rubalcaba en el documental. “Ni siquiera se han acercado a los presos. Yo estoy a favor del traslado de presos y absolutamente en contra de cualquier amnistía, deben cumplir sus penas. Aznar acercó presos y no pasó nada, porque con el alejamiento castigas al entorno. Cuando había crímenes tenía sentido, ahora ninguno, es pura venganza”, zanja.
El uso político de las víctimas
Un retrato a la evolución del proceso para conseguir la paz. Una paz que muchos quisieron atribuirse y usar políticamente. Diez años en los que se pasó de la clandestinidad a la oficialidad, cuando el entonces presidente José Luis Rodríguez Zapatero anunció en el congreso su intención de dialogar. Todos los grupos menos el Partido Popular dieron su apoyo para entablar relaciones. El documental da voz también a Jaime Mayor Oreja, que años después sigue defendiendo la postura tomada entonces.
“El PP se opuso a la negociación porque no lo consiguieron ellos y por una utilización política, sin ninguna duda. Yo en eso temo ser muy duro, pero creo que la postura del PP en ese sentido es indecente y hacen un uso partidista de las víctimas. Ver a Rajoy decir que se ha traicionado a los muertos me parece una canallada”, declara rotundo José María Izquierdo.
Creo que la postura del PP es indecente y hacen un uso partidista de las víctimas. Ver a Rajoy decir que se ha traicionado a los muertos me parece una canallada
La película destaca, también, la labor de mediación protagonizada por el PNV, personalizada en Josu Jon Imaz e Iñigo Urkullu. Fue la incorporación a las negociaciones de Francisco Javier López Peña, Thierry, representante del ala más dura de ETA, la que desbarata todo lo avanzado. En diciembre de 2006, varias bombas estallan en la Terminal 4 de Barajas. Sólo un mes después de que Zapatero mostrara en el Congreso su optimismo por el estado de las negociaciones, ETA volvía a las andadas y mataba a dos personas en el aeropuerto de Madrid.
Reactivación del proceso de paz
El dolor y la sensación de decepción pudieron con todos. Tuvieron que ser personalidades extranjeras como Tony Blair y mediadores internacionales Brian Currin, Gerry Kelly o Martin Griffiths, que también fueron testigos de esas conversaciones, los que reactivaran el proceso de paz. Currin, Kelly y Griffiths hablan en El fin de ETA y ofrecen una mirada analítica a lo ocurrido. Destacan el valor del Gobierno del momento por volver a intentarlo tras el atentado, pero también de la izquierda abertzale al romper con la banda terrorista y seguir apostando por la negociación.
“No interesa reconocer esos pasos de Otegi, es un proceso que ha tenido muchos enemigos. Lo vemos en todos los procesos de paz, que hay una oposición enorme. El tema del perdón lo llevamos metido en la cabeza o en el corazón, no sé dónde. Lo cuenta muy bien Griffiths en el documental, para los terroristas sentarse a dialogar significaba mucho, porque significaba que lo que habían hecho hasta ese momento no había servido para nada, y por la parte del gobierno era sentarse con los asesinos. De las cosas más duras que hemos visto es que nunca se la ha reconocido a los que negociaron y que además fueron con la aprobación de todo el parlamento menos del PP”, explica el guionista.
Lo cuenta muy bien Griffiths en el documental, para los terroristas sentarse a dialogar significaba mucho, porque significaba que lo que habían hecho hasta ese momento no había servido para nada
Un documental necesario, que repasa esos diez años que cambiaron la historia más negra de nuestro país. Una década en la que entre reuniones secretas, pasos en falso y momentos de tensión se consiguió la paz, aunque todavía quedan “muchos años para el final definitivo, hasta que no acabe el dolor de las víctimas, ETA estará en nuestro imaginario”, dice Izquierdo. Cree llegará un futuro en el que se pase página, un “futuro de convivencia”.