El 15 de septiembre de 1928, un hombre de 26 años llamado Walter Elias Disney, pero a quien todos conocían como 'Walt', estaba a punto de desfallecer. Se hallaba inmerso en el mayor reto de la animación desde que ésta echara a andar, prácticamente al mismo tiempo que el cinematógrafo, y es posible, aunque improbable, que por un instante pensara que se había equivocado y se encaminaba hacia la bancarrota.
Pero él tenía fe en su idea, la que le había asaltado cuando vio, el año anterior, la proyección de El cantor de jazz, la primera película sonora de la historia, que había convertido en viejo todo lo que se había hecho hasta entonces. Desde ella, nadie quería ver nada en una pantalla que no hablara, cantara o hiciera ruido. Disney no era el único que había comprendido que eso, inevitablemente, llegaría también a la animación, pero los tímidos intentos que había habido hasta ese momento (hay que tener en cuenta que en las primeras películas sonoras el sonido se registraba de manera directa, algo que era obviamente imposible con los dibujos animados) habían sido recibidos con frialdad.
El mismo Disney no gozaba de mejor suerte. Su apuesta más fuerte hasta entonces, Plane Crazy, un cortometraje que seguía la ola de entusiasmo por Charles Lindbergh que anegó al país tras su exitoso cruce del Atlántico, había fracasado poco antes. A nadie pareció interesarle aquella historia en la que un ratón frescales y un poco chulillo utilizaba un precario avión para arrancarle un beso a una ratoncita. Pero Disney no quería renunciar a su personaje, y volvió a darle protagonismo en su apuesta sonora.
Walt Disney, creador y doblador de animales
Anteriormente, había hecho una prueba ante un pequeño grupo de invitados, a los que proyectó una copia muda de la cinta mientras, tras una sábana, varios de los animadores y él mismo (se ocupó de los 'diálogos' entre los distintos animales) interpretaban una versión simplificada de la banda sonora, canciones incluidas. Cuando terminaron, la reacción fue entusiasta, y Walt Disney no pudo evitar sentarse entre el público, mientras pedía al resto de su equipo que repitieran la proyección y la interpretación. "Fue tremendo, pero también maravilloso", recordaría años después, "¡y era algo nuevo!".
El primer intento de sincronizar imagen y sonido fue un rotundo fracaso, pero Disney vendió su coche y lo invirtió en otra prueba
Pero, en aquellos balbuceantes inicios del sonoro, la técnica disponible era escasa, y sobre todo muy cara. Disney no tuvo acceso al sistema original con el que se había rodado El cantor de jazz, pero sí que adquirió otro que era en realidad una copia, el Powers Cinephone. A pesar de ello, las dificultades eran enormes, y el primer intento de sincronizar imagen y sonido fue un rotundo fracaso, como todos pudieron comprobar aquel 15 de septiembre. Sólo quedaba una bala en la recámara, y Disney no dudó en utilizarla. Vendió su coche, un Moon Roadster, y lo invirtió en otra sincronización. Esta vez sí que el resultado fue óptimo, y la cinta quedó lista para su estreno.
El ingenio del 'cartoon'
Steamboat Willie, dirigida y escrita por Walt Disney y Ub Iwerks, se proyectó por primera vez el 18 de noviembre de ese año en el neoyorquino Universal's Colony Theatre (hoy The Broadway Theatre), en un programa doble con un largo de imagen real, El chico del saxofón, que nadie recuerda.
El público se quedó boquiabierto cuando apareció el ratón, que por fin tenía nombre, Mickey Mouse, guiando un barco por el río mientras silbaba una melodía. La gente rió, disfrutó los movimientos de cámara y las melodías que Mickey interpretaba utilizando varios animales. La crítica del Variety lo resumió así: "Representa un alto grado del ingenio del cartoon, inteligentemente combinado con los efectos de sonido. La unión provocó risas en abundancia, se producían tan fácilmente en el Colony, que tropezaban unas con otras". Los críticos vieron en Mickey una mezcla entre Chaplin, Fairbanks y Astaire. Aunque quien no se rió tanto fue Hal Walker, animador de Félix el Gato, hasta entonces el personaje que había reinado en la animación, cuando afirmó lacónico que "Disney nos sacó a todos del negocio con su sonido".
Los críticos vieron en Mickey una mezcla entre Chaplin, Fairbanks y Astaire
El éxito de Steamboat Willie fue monumental, y Disney recuperó con creces los 4.986 dólares invertidos (dos semanas después, las sesiones tuvieron que ser trasladadas al gigantesco cine Roxy). Fue la verdadera piedra angular del imperio que construyó, y hoy en día el MoMA de Nueva York lo atesora en su colección, afirmando que "Disney fue capaz de fusionar tecnología con artesanía, naturalismo con abstracción, una habilidad que, con el tiempo, demostró que se trataba de un artista". También se ha convertido en la muestra más palpable del poder de la compañía que creó: cada vez que se acerca la fecha en que el cortometraje pase al dominio público, sus lobbistas consiguen que ésta se vuelva a retrasar. La siguiente vence en 2023, y se admiten apuestas sobre lo que pasará.