El cine español ha encontrado a su niño prodigio. No se atiene a ninguna norma, habla sin filtro, viste como quiere y dice lo que le da la gana. Si tienen que hablar que hablen, parece el mantra de Eduardo Casanova, que con 25 años ya ha rodado su primera película, Pieles, que se presentará este sábado en el festival de cine de Berlín. Una edad impropia para un realizador de cine, pero en su caso siempre ha tenido claro que rodar era su vida, un virus que le corría por la sangre y sin el que no podía vivir.
A tres días de que su filme entre en contacto con el público de la Berlinale, los nervios empiezan a aparecer. Casanova aparece en la sede de la productora de la película con unas gafas de sol y pide disculpas porque ha pasado una mala noche. “He dormido fatal, he soñado que nos estrellábamos yendo a Berlín”, cuenta a EL ESPAÑOL. Durante la entrevista alterna las respuestas con perlas costumbristas que parecen sacadas del cine más español, el de Berlanga, Almodóvar, o su amigo Paco León. Igual que cuando cuenta cómo recibió la noticia de que la película se estrenaría en un festival internacional: “Estaba echándome la siesta, ¿y sabes esa sensación que te levantas con taquicardia? Pues me levanté así y cuando cogí el teléfono y me lo dijeron casi se me sale el corazón del pecho".
Pieles es una película indescriptible. Una mezcla de drama, thriller y humor negro dentro de un universo de colores rosa y morado pastel. Un mundo tan irreal como profundamente cañí, poblado por gente quemada, sin ojos, o con un culo en la cara, y que para él no es excesivo, tampoco esos colores que inundan todo. “Yo lo veo así. Mi casa es así. Lo que me interesa del cine es poder reinterpretar situaciones, emociones y momentos desde un punto de vista que para mí es natural”, añade.
Sus referencias pasan de David Lynch a Cronenberg, pasando por sus dos favoritos: John Waters, al que califica como “mi dios”, y Todd Solondz. Todos ellos usaban la provocación para ir más allá, para lanzar preguntas al público, por ello a Eduardo Casanova no le gusta que se les defina, ni a él tampoco, como provocadores. “Es que esa palabra no sólo es manida, sino que puede ser barata. Provocar me parece una pretensión muy pequeña para alguien como Solondz. Pretende contar cosas que provocan, pero su intención es hablar de lo que le preocupa y obsesiona, como todo el que dirige, en realidad”, zanja.
El cine siempre me ha obsesionado. Creo que es la única forma de hablar de un mundo personal y de encontrar las respuestas al absurdo de la vida, inventarte esas respuestas más que encontrarlas
En una ocasión dijo que prefería gastarse lo que ganaba en rodar sus cortometrajes que en comer, algo que reconfirma a este periódico. “Completamente, además comer se convierte en algo tan secundario cuando ruedas… dejaría todo por rodar. Todo, todo, todo. Es algo que tengo ahí de toda la vida. Escribí mi primer corto con 14 años, pero no pude rodarlo porque no me dejaron y se me quedó clavado, y de pequeñito rodaba películas con mis primos con la cámara. Es algo que siempre me ha obsesionado, porque creo que es la única forma de hablar de un mundo personal y de encontrar las respuestas al absurdo de la vida, inventarte esas respuestas más que encontrarlas”, añade.
La contradicción de la belleza
Para Eduardo Casanova el cine es la forma de hablar de las cosas que le remueven por dentro, “de lo que me perturba y no tengo respuesta”. “En este caso de la forma física, de cómo tenemos que ser, cómo queremos ser y cómo somos realmente. Ese debate que se genera por no saber si somos como queremos ser. También me perturba la figura de la madre y la presión que ejerce la sociedad y en definitiva el humano”, explica.
Todo ello está en Pieles, un canto a los diferentes, pero también a los que quieren ser como manda la sociedad. “Hay que respetar lo que cada uno quiere ser. También respeto a las personas que quieren cumplir con una belleza normativa, porque también son víctimas de una sociedad que le exige eso. Yo estoy a favor de la cirugía estética. Que cada uno camine hacia donde quiera, aunque esté confundido en lo que quiere ser cada uno”, añade el realizador que cree que en esta sociedad obsesionada con la forma podría ponerse de moda amputarse un dedo y “yo si no tuviera fobia a las operaciones a lo mejor lo hacía”.
Hay que respetar lo que cada uno quiere ser. También respeto a las personas que quieren cumplir con una belleza normativa, porque también son víctimas de una sociedad que le exige eso
En ese alegato se choca un evento como los Goya, en el que cada uno luce sus mejores galas y lo estipulado por las grandes marcas de moda. “Claro que hay una contradicción en ello, pero es que no podemos huir de las contradicciones, yo ahora llevo unas gafas de sol porque tengo mala cara y no quiero que la veas, pero el ser humano es complejo y la complejidad está en la contradicción, pero la libertad también está en la contradicción y en las preguntas no resueltas. La libertad es todo, el caos, la anarquía, esa es la libertad”, dice con seguridad.
Una educación diferente
A los 12 años empezó su carrera como actor en la serie más vista del momento. Eduardo Casanova daba vida a Fidel en Aída. Fue “el primer adolescente homosexual de la televisión española, y fue complicado, se estrenó con un 36% de share, más que la entrevista de la Pantoja en El hormiguero”. “Era un personaje diferente a lo que se había visto y la gente recibe lo diferente o muy bien o muy mal, y es normal, yo también recibo así lo diferente, pero cuando estás en el centro es complicado, aunque no hay nada que no te haga más fuerte”, opina el ahora director.
A pesar de todo no se arrepiente de haber dedicado toda su vida a la actuación. “Soy una persona muy feliz, yo lloro de felicidad todos los días porque he conseguido todo lo que quería: escribí Pieles con 23 años, la rodé con 24 y la estreno con 25, producida por Álex de la Iglesia y la estreno en la Berlinale. Actúo desde los 12 años y no quise ir al colegio y pude dejar de ir al colegio, soy muy feliz”, cuenta Casanova. La escuela nunca le interesó y le permitieron un lujo con el que muchos sueñan y que él cree que en su caso fue acertado.
De niño sufrí mucho, pero me defendí muchísimo. A mí me han hecho bullying, pero no me he quedado parado en ningún momento
“No me interesaba, en mi caso la educación estaba en otro sitio, y para mí era una pesadilla. No sólo por la educación, sino también por convivir con niños que me parecía terrorífico. Sufrí mucho, pero me defendí muchísimo. A mí me han hecho bullying, pero no me he quedado parado en ningún momento”, cuenta con una sinceridad aplastante.
Eduardo Casanova ha venido para revolucionar el cine español con su mundo rosa, imprescindible y cañí que no se parece a nada de lo que hemos visto en los nuevos directores que llegan cada año.