A veces las despedidas no son tristes ni hay gente llorando. Uno puede decir adiós entre el olor de las palomitas, con la música de Grease sonando a todo trapo y hasta con una copa en la mano. Cada uno se despide como quiere y mejor celebrar que lamentar. Eso es lo que se vivía ayer en el Cine Palafox en la que sería su última proyección tal como lo conocemos ahora mismo.
Los míticos cines de Madrid, que durante 55 años han sido una de las salas más grandes de la ciudad, se despide de sus ciudadanos, al menos de momento. No dejarán de ser unos cines, pero cambian las manos que lo gestionan. Ahora será una gran cadena (Yelmo) la que los explote y muchos temen que se pierda la esencia de una sala emblemática.
De momento muchos rumores y pocas certezas. Que si van a tener seis salas, que si quieren que sean unos cines de lujo… ninguna confirmación de los nuevos propietarios que desde hoy tienen el cine a su disposición para cambiar lo que quieran. Incluido el inmenso órgano que preside la sala más grande de los Palafox y que es una de sus señas características.
Pero ayer no se hablaba de eso. En la cola para entrar y en su hall abarrotado y en las colas para comprar coca cola y palomitas no se oía la palabra Yelmo. Las conversaciones eran sobre los Oscar, sobre Moonlight, sobre La La Land y, sobre todo, sobre Casablanca, la película que puso cierre a los Palafox entre una oleada de aplausos de los asistentes. Nadie quería que acabara y cerraron la proyección como se hacía antes, entre una sonora ovación.
Ojalá pudiéramos ser un país en el que un cine como este, con una sala tan grande, pudiera funcionar con películas en versión original y no sólo con cines que ponen películas como 'Los vengadores'
Y eso que su dueño, Juan Ramón Gómez Fabra, dudó sobre si “hacer una despedida discreta o una cinematográfica”. Al final, los responsables de Sunset Cinema le convencieron para ir a lo grande, también para cerrar la sala con Casablanca -él prefería Cinema Paradiso-. Ayer, en sus últimas hora al frente del cine dejó un mensaje claro. “Lo más importante del cine sois vosotros los espectadores, que hacéis que esta realidad que se transmite en la pantalla tome vida a través de vuestros sentimientos. Luchad contra la piratería ilegal, defended el cine legal. Cuesta mucho hacer las películas, es un ejercicio de muchos años y mucho dinero para que alguien gorronee de él y no lo valore como se merece. Si os guste al cine no dejéis de ir a una sala, porque no hay mejor forma de ver una película, que esto no sea sólo una semana, todas las semanas hay grandes películas que ver”, dijo emocionado.
Nadie se quiso perder una despedida tan cinematográfica. Por allí pasaron Santiago Segura, Pucho -el cantante de Vetusta Morla y cinéfilo empedernido- y hasta políticos como José Haro, director de Gabinete de Cultura y Deportes del Ayuntamiento de Madrid. Tocaban las diez y la gente se resistía a entrar en la sala. Casablanca tenía que comenzar, pero los espectadores estaban arremolinados en corrillos o disfrutando de la música en el hall del cine, siempre con canciones que iban desde el Good Morning de Cantando bajo la lluvia al Don't stop me now de Queen que tanto le gusta a Miquel Iceta.
Durante esta semana de clásicos en versión original parta despedir el Palafox la gente ha llenado las salas, algunos han ido más de una y dos veces, como Jesús y Nuria, que se enteraron por internet del ciclo y “ya es la cuarta vez que venimos esta semana”. “Si hubiera más propuestas como esta vendríamos más a menudo, seguro”, cuentan a EL ESPAÑOL mientras cogen una palomita de su cuenco. Reconocen que hasta ese momento no se habían acercado a los Cines Palafox, pero que “da pena que los coja una cadena, porque en una sala como esta se vera mejor que en otra más pequeña donde la puedan echar”.
Opina lo mismo Antonio, un joven de Sevilla que lleva poco viviendo en Madrid. Por eso no conocía todavía los Palafox a pesar de su cinefilia y de trabajar en el sector audiovisual. “Me enteré por internet del evento y de que el cine iba a cerrar, y viendo la programación y que eran películas clásicas que como cinéfilo me apetecía volver a ver, pues me animé a venir. Creo que es una gran iniciativa que se debería hacer más, pero me imagino que la demanda que hay no es suficiente para hacer este tipo de ciclos y por eso no se hacen y están desapareciendo este tipo de cines. Las grandes cadenas se están quedando con la programación, así que cada vez es más complicado”, cuenta mientras espera para entrar en la sala.
No todo el mundo se muestra completamente a favor de estas iniciativas. Es el caso de Pilar, una joven que trabaja en una empresa editorial y que cree que es irónico que durante una semana se llene el cine pero se cierren aquellos que promueven el cine en versión original. “Me parece bonita la iniciativa, pero me parece otra vez jugar con el juego de la nostalgia, de que sólo vamos al cine a ver películas antiguas y me da un poco de pena que no se defiendan los cines que siguen vivos. Es el comercio de la nostalgia. Ojalá pudiéramos ser un país en el que un cine como este, con una sala tan grande y con condiciones tecnológicas buenas pudiera funcionar con cine en versión original y no sólo con cines que ponen películas como Los vengadores”, cuenta desde la sala y a pocos minutos de que de comienzo la proyección.
Con quince minutos de retraso se apagan las luces. Es la última vez que lo harán. Allí aparecen Humphrey Bogart e Ingrid Bergman, y esta vez no dicen eso de “Siempre nos quedará París”, sino que en la cabeza de todos suena “Siempre nos quedará el Palafox”.