Hace 22 años el cine español saltó por los aires. Un director de Bilbao, regordete y con gafas estrenaba su segunda película, El día de la bestia. Nuestra industria no parecía preparado para un filme que mezclaba el terror con la comedia, la acción y hasta la serie B. El cine social y de autor se había apropiado de todo y no dejaba hueco para otro tipo de películas. Los espectadores rompieron de un plumazo todos los prejuicios que había hacia ellos y demostraron que otro cine español era posible. Películas que conjugaran lo autoral con lo industrial, hechas pensando en todo tipo de público. La obra de Álex de la Iglesia llegó a los 4 millones de euros de recaudación y rozó el millón y medio de espectadores.
El día de la bestia nos enseñó mucho antes de que llegara Bankia que las torres Kio eran las puertas para el demonio y que existían satánicos de Carabanchel, también que los curas podían empuñar una recortada. La gente disfrutó como enanos en la sala. Se acabó el sufrimiento y la conciencia social. Llegaba el puro disfrute y la entrada para que otros muchos realizadores de género llegaran a la industria. Sin Álex de la Iglesia no hubieran llegado Jaume Balagueró, Paco Plaza, Alejandro Amenábar o Juan Antonio Bayona. Todos ellos son Herederos de la bestia, el mismo título que han elegido Diego López y David Pizarro para el documental sobre la influencia del filme y de su director. La película se presenta en el Festival de Málaga, y no podían haber escogido mejor lugar, ya que De la Iglesia es el elegido para dar el pistoletazo de salida al certamen con El bar, su nueva obra que ya presentó en la Berlinale.
Entre promoción y promoción el realizador ya tiene casi lista su nueva película, porque para él “descansar está sobrevalorado”. “Yo me pongo nervioso en las vacaciones. No sé qué hacer en la playa. Si puedo estar trabajando mejor. Para desconectar lo mejor es ponerte hacer otra cosa. Estar detenido disfrutando del aire fresco no me funciona”, cuenta Álex de la Iglesia a EL ESPAÑOL. En Berlín tuvo que aclarar que su película no era una comedia, y que tampoco tenía un género claro, que era como él, inclasificable. “Es que tampoco hago cine de autor, pero no es estrictamente comercial, no tengo la suerte de tener la cabeza para hacer Cuerpo de élite. Hago una cosa extraña, en la que hay cosas de un cine para el público, pero por otro lado en esa mezcla curiosa me siento a gusto”, añade.
Para sus películas ya existe una etiqueta, es una 'peli de Álex de la Iglesia'. Algo que no imaginaba cuando realizaba cortos a finales de los 80, o cuando Pedro Almodóvar produjo su ópera prima, Acción Mutante. En Herederos de la bestia pasean nombres como Jaume Balagueró, Pablo Berger, Ángel Sala o su guionista de confianza, Jorge Guerricaechevarría. Todos ellos lo tienen claro. Sin él esa generación de directores jóvenes que jugaban a hacer cortos de género en aquella década no hubieran podido hacer cine. La Ley Miró quiso dar prestigio al cine español, y lo hizo dejando el terror o el fantástico de lado.
Era una película muy rara, me hace gracia que ahora sea un clásico. Me emociona, pero me resulta irónico porque era una película muy transgresora, muy loca y en contra del sistema del cine del momento
De la Iglesia no se imaginaba por aquellos entonces que tenía un filme de culto entre las manos. “Era una película muy rara, me hace gracia que ahora sea un clásico. Me emociona, pero me resulta irónico porque era una película muy transgresora, muy loca y en contra del sistema del cine del momento. Cuando dicen en el documental que generó un cambio es cierto que desde El día de la bestia volvió un cine de género y se recuperó el contacto con el público”, añade.
El futuro ya llegó
En los 22 años que han pasado desde El día de la bestia hasta El bar muchas cosas han cambiado en el cine español, pero Álex de la Iglesia destaca que con el tiempo se ha dado cuenta de que “la crisis del cine español es constante”. “Siempre lo hemos estado. No sólo estos veinte años, tengo un Blanco y Negro de mi padre del año 40 guardado diciendo que estaba en crisis y el otro día vi un tuit de Santiago Segura que salía una noticia de Concha Velasco y José Luis López Vázquez diciéndolo”, opina. A pesar de todo él cree que “no hemos vivido mejor momento que este”. “El cine español produce una cantidad de películas muy interesantes. Vayamos a la calidad. Este año ha sido espectacular. Desde las películas independientes a las grandes. A mí me gusta tanto Cavestany como Raúl Arévalo o Bayona”, apunta.
En estas dos décadas le ha dado tiempo hasta a ser presidente de la Academia, uno de los más recordados gracias a aquel discurso en los Goya de 2011 en el que dijo que “Internet es la salvación de nuestro cine” y no el enemigo que hasta entonces -y después- ha querido ver la industria. El tiempo le ha dado la razón y ahora “uno se siente muy orgulloso”. “Es una lástima que no me escucharan los que tenían que escuchar. La industria y los productores ahora descubren sorprendidos que el futuro de la producción pasa por Amazon, HBO o Netflix, eso que decían que era un futuro. Ahora están todos haciendo cola para tener una reunión con ellos. Si algunos se hubieran dado cuenta podíamos haber tenido nuestra propia plataforma digital para ofrecer legalmente nuestras producciones y sería tan potente como el resto. Para la producción en España tener más ventanas no es sólo rentable, sino que en ocasiones hasta pagan la película, eso es fundamental. Hay más demanda, más peones en la partida y eso mejora la producción”, dice con seguridad el director que asegura que si le pidieran volver a ser presidente lo haría aunque “no creo que me lo pidan”.
Es una lástima que no me escucharan los que tenían que escuchar. La industria y los productores ahora descubren sorprendidos que el futuro de la producción pasa por Amazon, HBO o Netflix
Tirando de su peculiar humor cree que en este tiempo “me ha faltado hacer una película buena”. Se considera insatisfecho por naturaleza, y en ello está su motor: “Eso que es un topicazo de que es mantenerse vivo, absorbiendo la energía de la gente de tu alrededor y sin perder el contacto con la calle”. Esa calle que un día vibró y alucinó al descubrir que en España se podían hacer películas satánicas con acento cañí.