Hay fenómenos que se repiten en todos los países de Europa. Da igual que sean culturas y gentes diferentes, siempre funcionan como un tiro. Es lo que ha pasado en el cine con las comedias costumbristas, esas que se ríen de los tópicos de un lugar al enfrentarlos con alguien radicalmente opuesto. ¿Les suena Ocho apellidos vascos y su conflicto entre norte y sur? Pues la comedia de Emilio Martínez Lázaro no fue la primera en explotar los estereotipos regionales. Antes estuvo Bienvenidos al norte, y también ese Oriente es Oriente sobre la multiculturalidad británica. Todos usaban el humor para tomar el pulso a la sociedad.

Italia había vivido ya un remake de Bienvenidos al norte, pero faltaba su propia comedia costumbrista que arrasara con todo. Llegó el año pasado, se llamaba Quo vado?, y destrozó todos los récords con 65 millones de euros. La premisa sonará familiar a todos. Un funcionario, aficionado a la buena vida trabajando poco, con todos los beneficios de papá estado y con todos los clichés de los italianos (cuñado, amante de la pasta, las mujeres y algo misógino) es obligado a irse a Noruega si no quiere perder su puesto en las instituciones públicas.

TSR (VE) - UN ITALIANO EN NORUEGA

Allí se enfrentará a una cultura que no comprende sus excesos, ni sus puntos de vista chapados a la antigua, y por supuesto se enamorará de alguien diferente para demostrar que el amor no entiende de topicazos. Vamos, un Ocho apellidos italianos de libro. Es la cuarta colaboración entre el director y guionista Genaro Nunziante y Checco Zalone, todas han ido subiendo en espectadores y éxitos hasta reventar todo con Un italiano en Noruega -así se llama en España-, que ha superado cualquiera de sus expectativas, tanto que Zalone tira de ironía para asegurar que “todo el mundo espera que tengamos un flop”. “Toda Italia espera que caigamos. Bueno no, no todos. Los dueños de las salas de cine me llaman y me preguntan cuándo voy a hacer otra película para que podamos seguir comiendo todos”, cuenta a EL ESPAÑOL en la presentación del filme -que se estrena el 28 de abril-en Madrid.

Toda Italia espera que caigamos. Bueno no, no todos. Los dueños de las salas de cine me llaman y me preguntan cuándo voy a hacer otra película para que podamos seguir comiendo todos

Si en sus filmes es un bufón exagerado, en persona Zalone sorprende por una ironía y sus respuestas con intención. Cortas y al grano. Cree que esas ganas de verles tropezar es “envidia social”. “Eso es un rasgo que pertenece a la población mediterránea, yo te conozco poco, pero si te despiden mañana estaría contentísimo”, asegura sin torcer el rostro como si de verdad lo pensara. Prefiere no pensar en dónde está la clave del éxito y por ello cree “que no hemos sido nosotros los culpables, porque si piensas que depende de ti, te vuelves loco”. “No sé dónde está la clave, no tengo ni idea, me imagino que en que no somos un pueblo demasiado exigente y por tanto no hacemos grandes historias, porque los intelectuales han estado en contra de esta película, me imagino que también lo estuvieron de Ocho apellidos vascos”, añade.

Conoce el fenómeno español, y cree que con ambas existieron “prejuicios”. “Si uno se ríe, la película no se merece a entrar en la historia de la cinematografía del país, parece que casi nos avergonzamos, por tanto mi película no ha recibido ni un premio, ni siquiera una nominación al Donatello”, asegura antes de que le recuerde que sí que tuvo una a la Mejor actriz secunsaria. “Bueno, es verdad, tuvo una, cierto, y me cabreo muchísimo, porque no quería ninguna, ni siquiera esa. Pero claro, Sonia, que es una actriz buenísima, procede del cine de autor italiano y del teatro”, dice con mucha retranca.

Checco Zalone es el actor de moda en Italia.

Por ello afirma con seguridad, o como escudo ante el fracaso crítico, que no cambia el éxito de público por el de los medios especializados. “Nooo, nunca. Eso significaría que no la vería nadie, espero que la crítica siga ignorándome, porque si les gustas trae muy mala suerte”, zanja.

Lo que no puede negar es que su vida ha cambiado radicalmente. Es el hombre de moda en Italia, algo parecido a lo que ocurrió aquí con Dani Rovira tras el pelotazo de Ocho apellidos vascos. Zalone tampoco lleva bien que hablen de él en todos los sitios. “Desde el estreno de la película sólo se ha hablado de mí. Durante un mes ya no se hablaba de los refugiados, se morían en el mar mediterráneo y sólo hablaban de mí, de que me estaba enriqueciendo. Un día el director me llamó y me dijo que encendiera la televisión corriendo y le dije que qué pasaba, y es que ya no se hablaba de mí”, cuenta a este periódico sobre una fama que no parece gustarle del todo.

Desde el estreno de la película sólo se ha hablado de mí. Durante un mes ya no se hablaba de los refugiados, se morían en el mar mediterráneo y sólo hablaban de mí

De los tópicos que pueblan su película asegura que “las generalizaciones no funcionan, pero hay una parte de italianos que sí que son así”. A los humoristas nos interesa esa parte, no vamos a subrayar a los italianos virtuosos o a los muchos funcionarios eficientes de los que podemos sentirnos orgullosos, eso no me interesa”, explica. Para él el éxito del humor costumbrista tiene dos razones, una es que “las personas se identifican”, y el otro “ es que se sienten perdonadas, absueltas”. “Para muchos otros lo que he hecho es un delito grave, porque les he absuelto de sus propios vicios, y eso es un pecado para la gente”, continúa para subrayar que hacer reír no significa “hablar de banalidades”, sino que el humor es una forma de “hablar de situaciones reales y de observar la realidad”.

En Italia, como ha ocurrido en España, en tiempos de crisis han sido las comedias las que han tirado de la taquilla, algo que para Checco Zalone es la prueba definitiva de “que la gente necesita reír”. El actor está muy al tanto de lo que ocurre en nuestro país, y conoce las polémicas sobre lo políticamente correcto y los límites del humor que se ha abierto desde hace meses. Para él, “el límite entre políticamente correcto e incorrecto es la ofensa gratuita, y eso lo da el sentido común, lo dicta la sensibilidad”. “Por ejemplo, Charlie Hebdo en Italia no existe, es impensable, probablemente no tenemos esta medida -señala un listón con la mano-, estamos más abajo, quizás por la cultura o por la sensibilidad del propio pueblo”, cuenta.

El límite entre políticamente correcto e incorrecto es la ofensa gratuita, y eso lo da el sentido común, lo dicta la sensibilidad

Por ello no le gustan las redes sociales, en las que cree que todo el mundo se ha convertido en humorista pero sin buscar hacer reír, sino sólo provocar. “Las redes sociales crea una competición por ser incorrecto, en Italia ya son todos humoristas, todos publican un post para hacer reír, todos quieren ser cómicos, pero tienen el efecto contrario, en vez de hacer reír ofenden gratuitamente”, zanja mientras asegura que no tiene proyecto en mente con el que volver a reventar la taquilla. Sólo descansar de la exposición mediática que el éxito ha acarreado.

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