El 17 de mayo de 1961 el Festival de Cannes vivió un terremoto cinematográfico con la proyección de Viridiana el último día de competición. El jurado no pudo más que rendirse a sus pies y concederle la Palma de Oro ex aequo con Una larga ausencia, de Henri Colpi. El director español había rozado el premio con otros filmes, pero la crítica social y anticlerical que había burlado a la censura de un país sumido en pleno franquismo era demasiado contundente para ser olvidada. Fue la primera vez que un realizador de nuestro país conseguía uno de los máximos galardones cinematográficos que existen. También sería la última.
El premio provocó reacciones feroces del Vaticano, que la calificó como “blasfema” y de Franco, que ordenó secuestrar todas las copias y quemarlas. Tuvieron que pasar 16 años, hasta 1977, para que la obra maestra de Buñuel se estrenara. Desde entonces nuestros directores han intentado repetir su hazaña. Almodóvar es el que más cerca se ha quedado, pero la Palma sigue resistiéndose. En un año en el que ningún largometraje español ha paseado por las salas de Cannes, sí que lo ha hecho el propio Buñuel, o al menos su espíritu, que es lo que llena Buñuel y el laberinto de las tortugas, la película animada dirigida por Salvador Simó que ha podido verse en La croisette el mismo año que se proyectaba una copia restaurada de Belle de jour. No es de extrañar, una de las salas del festival tiene el nombre del realizador que hizo poesía con un ojo y una navaja.
El punto de partida es el cómic de Fermín Solís del mismo nombre que cuenta el proceso de rodaje de Las hurdes, tierra sin pan, el documental que realizó Buñuel en esta zona de Extremadura tan poco desarrollada que no conocían ni el pan. Lo hizo en una época en la que su futuro cinematográfico pendía de un hilo a pesar del éxito de Un perro andaluz. Fue su amigo el escultor Ramón Acín el que produjo este filme con el dinero de una lotería. Una historia que pasará de las viñetas a la gran pantalla gracias a Manuel Cristóbal -responsable de la maravillosa Arrugas- y de José Fernández de Vega, productor extremeño con el sueño de hacer un corto adaptando la historieta y que gracias al apoyo de Cristóbal ha conseguido todo un largometraje animado que se aleja de la tónica infantil de la mayor parte de estas obras.
Todo el proceso creativo está siendo desarrollado por The Glow Animation Studio, el estudio de animación que ambos han formado para dar vida a Buñuel y compañía. “José quería hacerla en Extremadura y Almendralejo, y me pareció fantástico. Era un guiño que casi 100 años después se hiciera allí, y se hace para ayudar a Extremadura”, cuenta Manuel Cristóbal a EL ESPAÑOL. La idea es que el estudio no sea flor de sólo una película, sino el comienzo de una era. El llevar la empresa a tierras extremeñas lo unía con la idea que tenía el director español al rodar Las Hurdes, “hacer denunciar para cambiar las cosas”.
Don Luis, una ventana internacional
La presentación en Cannes también ha servido para dar a conocer el proyecto internacionalmente. La animación es fácilmente exportable, y aunque esta obra esté dedicada a un público adulto, el hecho de que tenga a alguien como Buñuel, lo hace un caramelo para que la película pueda viajar por festivales y estrenar en todo el mundo, como confirma Manuel Cristóbal. “Don Luis es Don Luis. Un personaje fascinante. Es uno de los directores más grandes de la historia del cine. Él y Almodóvar son nuestros creadores más conocidos a nivel internacional, sólo hay que ver que en Cannes una de las salas de proyección es la sala Buñuel, algo que ya marca su importancia. Como personaje era fascinante, era un creador que, cuando te lees sus biografiás, nunca se pasaba de presupuesto con las películas, e incluso a veces las hacía hasta por menos dinero”, cuenta el productor.
Esto es un homenaje hacía él, de una generación distinta, y me encantaría que sirviera para que mucha gente que no lo conozca lo descubra y los que sí lo hacían lo redescubran
Buñuel será el pasaporte para estrenar fuera. Lo hará en 2018 y confirmará que “la animación es internacional y eso es una de las cosas más bonitas que tiene”. Hablar del director de Calanda tenía un riesgo, ser fiel sin abandonar la ficción. “Es revisitar al maestro, aunque al final como dice Salva -el director- hay que hacer ficción y tomar licencias, así que tenemos a un Luis que se sale del guion, pero obviamente es un nombre que marca mucho. Para bien y para mal. Esto es un homenaje hacía él, de una generación distinta, y me encantaría que sirviera para que mucha gente que no lo conozca lo descubra y los que sí lo hacían lo redescubran”, añade
Parece que en España empieza a repuntar una industria, la de la animación, couyos proyectos necesitan tiempo e inversión y que aquí había tirado gracias a producciones concretas. La presencia de Ilion, Lightbox y ahora The Glow Animation Studio demuestran que se puede y que no sólo se tienen que hacer dibujos para niños. Cristobal apuesta por una doble vía en la que conjugar propuestas autorales y otras más familiares como DragonKeeper, que realiza junto a Atresmedia y coproductores chinos.
“Hay estudios, hay nivel profesional, hay tecnología, pero las desgravaciones fiscales si las comparas con otros países son un poco absurdas. Nosotros defendemos la animación y los efectos especiales como forma de crear empleo y con más desgravaciones seremos más competitivos y ambiciosos en los proyectos”, apuntaba justo antes del anuncio del Gobierno de aceptar la enmienda de Ciudadanos que aumentaban las deducciones pero que no corregía uno de los problemas de la animación, cuyos tiempos les hacen producir en dos periodos fiscales diferentes y tienen que esperar al final de la misma para pedir la devolución. Buñuel ha regresado a Cannes, y otra vez abre puertas para toda la industria del cine.