El 23 de abril de 1989 llegaba a la televisión un personaje único, emblemático: Mitch Buchannon. El mejor socorrista de las playas de Santa Mónica (Los Ángeles) se presentaba ante nosotros para robar el corazón de los espectadores. Fueron diez temporadas viendo cómo se convertía en un héroe atípico en una serie que todo el mundo veía, aunque eran pocos los valientes que se atrevían a confesarlo. El kitsch de Los vigilantes de la playa se fue reivindicando poco a poco, y su influencia en la cultura popular posterior es innegable.
Tanto que Hollywood, en plena fiebre de remakes, reboots, y secuelas ha realizado su propia versión de la serie. La ha convertido en una comedia autoparódica llena de chistes gamberros y salidos, y ha hecho que los míticos personajes que corrían a cámara lenta pasen a estar interpretados por Zac Efron y Dwayne Johnson, que tienen en sus manos una labor prácticamente imposible: igualar al inimitable Mitch Buchannon al que David Hasselhoff dio vida y convirtió en el héroe de una generación por estos cinco (y muchos más) motivos.
Porque no era (sólo) un musculitos
Vale, sí, David Hasselhoff también estaba cachas en aquel 1989 en el que se estrenó la serie, pero fue elegido protagonista con 37 años. Una edad que ahora resultaría imposible para ser cabeza de cartel de ninguna producción con héroe de acción al frente. Además, su propio físico se distanció de esa figura. No era el clásico actor hipermusculado y anabolizado como Stallone o Schwarzenegger, además lucía pelo en pecho sin pudor. Todo lo contrario a la siguiente tanda de Vigilantes, con David Charvet a la cabeza y que ya era el clásico joven guaperas.
También la propia concepción del personaje se distanciaba de lo esperado para una serie sobre gente que se pasa la mitad del tiempo en bañador, luciendo palmito y ligando con el personal. Mitch Buchannon era un padre de familia, divorciado, a cargo de su rebelde hijo. Alguien que había cambiado la arquitectura por su sueño: ser socorrista. Un héroe familiar y campechano que caló pronto.
Porque nos salvó de una bomba nuclear
Uno podía pensar que ser socorrista era aburrido. Estar sentado en la torreta de madera esperando que pase algo. Que a algún turista le pique una medusa, le de un tirón o un corte de digestión para poder lanzarse al agua a lucir palmito. Pero las cosas eran muy diferentes en Santa Mónica. Allí todos los días había fiesta. Siempre se ahogaba alguien, pero es que además era la ciudad en la que más catástrofes pasaban por metro cuadrado. Las hubo naturales, pero los guionistas fueron animándose y los socorristas de rojo se enfrentaron a tiburones, cocodrilos del tamaño de un camión y hasta un asesino en serie.
Valían para todo, y desde luego su entrenamiento debió ser muy duro, porque Los vigilantes de la playa fueron capaces de desactivar una bomba nuclear. Las playas de Los Ángeles -esas en las que no había gente fea o vieja- estaban en buenas manos.
Porque se enamoró de la chica normal y no de Pamela Anderson
Como todos los socorristas -y en diez temporadas da tiempo para mucho-, Mitch Buchannon fue un picaflor, pero en el fondo era un romántico empedernido. Lo demostró en varias ocasiones, y además siempre con una suerte horrible. Su gran amor, Stephanie Holden, moría en la serie dando lugar a uno de los momentos más rídiculos a la par que emotivos de todas las temporadas.
Buchannon encontraría (muchas veces) de nuevo el amor. Pero el azar se cebó con él. En la quinta temporada hasta propuso matrimonio a una nueva socorrista, Tracy Dodsworth, pero los sádicos guionistas de la serie volvieron a cebarse con nuestro héroe. Dodsworth le rechazaba porque tenía un cáncer terminal que volvió a traer la tragedia a las playas de Santa Mónica.
Por lo bien que corría a cámara lenta
Si algo ha quedado para la posteridad -y para las miles de parodias y chistes que se han hecho a posteriori- es la excesiva y constante cámara lenta que llenaba los episodios. Con el atardecer en el horizonte y las aguas del mar a sus pies los esculturales socorristas corrían ralentizados. Ni Terrence Malick ha abusado tanto de dicho recurso. Qué se lo digan a Joey y Chandler, los protagonistas de Friends y fanáticos de Los vigilantes de la playa, que veían en la cámara lenta el mayor atractivo para verla.
El propio David Hasselhoff reconoció años después de dejar la serie en una entrevista que todo vino para rellenar los vacíos de guion y unas tramas tan pobres que no daban para llegar a la duración mínima que quería la cadena. La necesidad dio lugar a la característica más emblemática de la serie.
Por estar en el libro Guinness de los Récords
Los vigilantes de la playa no ganó ningún Emmy, tampoco un Globo de Oro, pero sólo ellos tienen el honor de estar en el Libro Guiness de los Récords, y no es por ser la serie con más cámara lenta de la historia, sino por ser la más vista a nivel mundial, habiendo sido exportada a 148 países y traducida a más de 44 idiomas, lo que supuso en torno a 1.100 millones de espectadores enamorados de Mitch Buchannon.