Con la resaca del desfile del orgullo gay todavía en el cuerpo, uno recuerda con facilidad la riada sin fin de torsos masculinos desnudos paseando por el centro de Madrid. Muchos respondían a un patrón muy definido. Musculados, exhibiéndose, con chalecos de cuero, gorras de policía o marinero y calzoncillos apretados. Un imaginario concreto que, aunque muchos atribuyan a los Village People, es el resultado de la importancia de la obra de un artista único, Tom de Finlandia.
Touko Laaksone, como se llamaba realmente, consiguió con su pseudónimo popularizar las ilustraciones con contenido sexual gay desde los años sesenta. No eran escenas timoratas, ni tampoco respondían al prototipo amanerado que la gente se encargaba de extender. Sus dibujos mostraban a hombres muy masculinos, muy fuertes, que disfrutaban del sexo con otros varones como ellos. Eran machotes. Todos, además, vestidos con uniformes (o parte de ellos) que utilizaban las figuras de autoridad de la época. Marineros, policías, militares… todos ellos se desnudaban en sus dibujos, que no se cortó en mostrar penes erectos, felaciones, relaciones interraciales o sexo anal en un tiempo en el que se perseguía a los homosexuales.
Aunque en su momento su arte fue perseguido, y él tuvo que recurrir al pseudónimo con el que pasó a la fama, el paso de los años y la normalización de las relaciones homosexuales -gracias a la lucha de gente como él- hicieron que se consiguiera en un creador fundamental, no sólo en Finlandia o en el colectivo LGTB, sino en todo el mundo. Arte sin censura, sin límites, sin tabús. De hecho, su propio, país, que en sus comienzos le persiguió y censuró, lanzó en 2014 una serie de sellos nacionales con sus ilustraciones homoeróticas.
Ahora es el cine el que recurre a la figura de Tom de Finlandia en el primer biopic sobre su figura -ya se ha rodado otro- que se estrena en nuestro país. Lo ha dirigido Dome Karukoski, que tuvo muy claro que el filme tenía que centrarse en cinco momentos clave de la vida del artista: la guerra, la posguerra, su historia de amor con el bailarín Veli, su llegada a EEUU y su contagio con el virus del SIDA.
El filme, un canto a la diferencia hasta en los momentos más difíciles, comienza con un Tom de Finlandia que mira a cámara con lápiz en mano. Un montaje rápido nos muestra a un gran número de hombres atractivos y vigorosos. La imaginación del artista comienza a crear y el dibujo, siempre en blanco y negro, surge de la nada. Lo siguiente que enseña Laaksone es un gran número de jóvenes desnudos y peleándose en un lago. Entre ellos está Touko Laaksone, en su periplo en el ejército de Finlandia, en donde combate en la Guerra de Invierno contra la URSS. Allí tiene contacto con el entrenamiento marcial, pero también con hombres que empiezan a formar en él esos iconos que luego retrataría. En ese ámbito tienen también sus primeras experiencias homosexuales. Soldados que se encuentran en la soledad de la noche en medio de un campo para sentir sus cuerpos desnudos ante el riesgo de ser cogidos. “Lo que suele pasar en la guerra”, dice el ilustrador cuando su hermana le pregunta si ha conocido a alguna chica.
La primera parte del filme se centra en esa aceptación de su sexualidad y como eso se plasmará en su obra. Un momento histórico en el que los gays vivían en la clandestinidad. Buscaban miradas furtivas en baños públicos, o tenían que viajar a ciudades más abiertas como Berlín para sentirse queridos o para intentar vender su obra. También para ser engañados.
Tom de Finlandia sublimó sus sueños eróticos, y los de toda una generación forzada a la represión, en forma de dibujos. Con ellos liberó a su sociedad, aunque tuvo que esperar años para conseguir la aceptación de su propio país. Su obra no estuvo exenta de polémica. Primero por su alto voltaje sexual, y segundo porque se atrevió a incluir a hombres con el uniforme nazi.
La importancia y la influencia de la obra de Tom Finlandia en la cultura pop y el imaginario gay es incuestionable, y ya a finales de los años setenta la diseñadora de ropa Vivienne Westwood utilizó sus imágenes para las camisetas que vendía en su tienda SEX de Londres y que conquistaron a Sid Vicious, de los Sex Pistols. A pesar de ello su figura es más importante que nunca, como recuerda el director del filme, que en una entrevista en un periódico finés reconocía que “al ver lo que está ocurriendo en Europa y EEUU, ves lo lejos que han llegado los movimientos de extrema de derecha y los gobiernos populistas en el uso del miedo para influir en la gente".
"El miedo trata de lo desconocido, y las minorías sufren por ello. Cuando hablo con la gente de la comunidad gay de EEUU, tienen miedo. No debemos permitirlo. Como cineasta me siento orgulloso de contribuir a esta lucha contra el fanatismo”, explicaba. Para todos ellos sería imprescindible una muestra del arte de Tom de Finlandia, que ahora también se verá en pantalla grande.