Octubre de 2012. El cine español palidecía en taquilla, y dependía siempre de los mismos nombres para rescatarla. Torrente, Almodóvar o Amenábar cada vez sonaban más lejanos y se necesitaban nuevos cartuchos para convencer a un espectador cargado de prejuicios. Ese año algo cambió, hubo un clic que hizo que la gente viera que se hacían otras cosas. Un par de meses antes era una película de animación -Tadeo Jones- la que sorprendía a todos, y ahora llegaba la segunda película de un chaval que había comenzado dirigiendo videoclips de Camela y arrasado en taquilla con un debut apadrinado por Guillermo del Toro.
Dentro de Lo imposible había alguien que destacaba. No era Naomi Watts, al fin y al cabo ya sabíamos de lo que era capaz gracias a 21 gramos, tampoco el carisma de Ewan McGregor, sino la capacidad de emocionar de Tom Holland, un chaval de 16 años al que nadie conocía. El hijo mayor de esta familia era el hilo conductor del filme, llevaba la carga dramática en sus hombros y lo hacía todo con una inocencia y picaresca que enamoró a todos. Ahí había una estrella, y Bayona, especialista en elegir y dirigir a niños la había descubierto.
Lo que nadie se esperaba, ni los millones de espectadores ni el director español, es que Tom Holland lograría el papel más ansiado por cualquier chaval joven, el del nuevo Spider-Man. No era un Spider-Man cualquiera, era el primero que entraría en el universo cinematográfico de Marvel tras estrellarse el reboot del superhéroe que protagonizó Andrew Garfield. Así que el reto era doble, superar a los anteriores y demostrar que cuadraba en una serie de películas con un estilo ya determinado.
El cásting para ser el nuevo Peter Parker paralizó Hollywood. Todo el mundo hablaba de ello y todos los actores y estrellas de entre 17 y 25 años querían ser esta versión más joven y cómica del personaje. Holland, a priori, tenía un gran problema: su acento británico. A favor su cuerpo gimnástico, su facilidad para dar piruetas y esa cara entrañable que es una mezcla de nerd gracioso y listillo.
Cuando Marvel anunció su fichaje todos los espectadores españoles se percataron. Spider-Man era el chaval de Lo imposible, ese que hizo llorar a todos en sus butacas al reencontrarse con su padre y hermanos en una de las secuencias más emotivas del filme. A Holland se le cae la baba recordando a Bayona y el rodaje de la película. En la presentación del filme en Madrid, hablaba del director español como su “amigo”. “Esa película cambió mi vida, todo lo que sé del cine lo aprendí de Bayona y Naomi. Son muy amigos míos y me han abierto tantas puertas y estoy tan agradecido de que me dieran esa oportunidad... Tengo muchas ganas de volver a trabajar con los dos”, contaba preguntado por este periódico.
El cásting de Spider-Man no ha sido el primero de gran envergadura al que se enfrenta. Con 12 años protagonizaba el musical de Billy Elliot, todo un fenómeno en Londres y un papel para el que luchó contra miles de niños en un proceso que duró año y medio. Finalmente logró el papel junto a otros tres afortunados. Y entre la escuela de danza a la que acudió y el musical perfeccionó los movimientos que luce en este Spider-Man que apuesta por la comedia y por el carisma de su protagonista.
La gente le ha recibido con los brazos abiertos. La película ya ha recaudado más de 200 millones de dólares en EEUU y ha anunciado su secuela. Pero además, la gente se ha rendido a sus pies. Sus visitas a hospitales infantiles caracterizado como el hombre araña o su aparición en el programa Lyp Sinc Battle vestido de Rihanna y clavando su Umbrella dejaron a todos con la boca abierta. A nosotros no, nosotros ya le conocimos cuando vino a salvar nuestro cine.