Al año se estrenan miles de películas. Muchas ni siquiera pasan por las salas de cine españolas, otras lo hacen sin pena ni gloria y unas cuantas triunfan. El cine no es una fórmula exacta, y la clave del éxito es un misterio que hace que uno se encuentre con taquillazos imprevistos y con películas que, sin que nadie entienda bien el por qué se convierten en títulos de culto. Joyas que en su momento fueron masacradas por la crítica, vilipendiadas por el público y cuyo encanto radica en el encanto que desprenden por su inconsciencia. Filmes que se crearon con la seguridad de que el séptimo arte no sería igual tras ellos.
Este fue el caso de The Room, bodrio estrenado en 2003 y que cuenta con un artista del renacimiento como creador. Tommy Wiseau escribe, dirige, produce y protagoniza una película inenarrable que se ha convertido en un clásico entre la cinefilia de todo el mundo. Tanto que hasta James Franco ha dirigido The disaster movie, un filme sobre el proceso de creación del título de Wiseau y que se podrá ver en el próximo Festival de Cine de San Sebastián. Franco sólo es uno de los miles de admiradores de este horror al que es imposible no querer, tanto que todos los años se siguen programando sesiones especiales en EEUU. La gente abarrota las salas para disfrutar de su tono paródico, su estética de cine erótico de canal autonómico y unas interpretaciones de teatrillo de colegio.
Y no es que fuera barata, el propio Wiseau se gastó seis millones de su dinero en promoción de su obra maestra -calderilla comparado con cualquier blockbuster hollywoodiense-. Hasta colocó una enorme valla publicitaria en Los Ángeles con su cara, el nombre de la película y un número de teléfono. Ese es el primer contacto que tuvo Franco con el filme, pero tuvieron que pasar los años hasta que se dio cuenta de que dentro había una película. Fue cuando leyó la novela escrita por el coprotagonista del filme, Greg Sestero, cuando vio que ahí dentro había una comedia potentísima para hablar del cine desde dentro del cine y para darse el regalo de un protagonista a la altura de su histrionismo.
Es difícil imaginar la cara que pondría James Franco cuando se enfrentó a The room por primera vez, esa pérdida de la virginidad con el clásico más cutre del cine moderno no se olvida. Sus primeros quince minutos son inigualables. Después de unos créditos sobre imágenes aleatorias de San Francisco sacadas de postales aparecen los dos protagonistas, Jhonny y Lisa, su aspecto parece de dos décadas atrás y la casa en la que están sacada de Apartamento para tres, pero recuerden que se rodó en 2003. Su look roza el porno barato, ella teñida de rubia y él con una melena negra y cara impasible ante cualquier cosa.
No hay presentación de personajes, de repente entra él le regala un vestido se lo prueba y se van a celebrarlo a la cama. Antes entra un personaje, una especie de vecino con aspecto viejoven que nadie sabe por qué quiere unirse a la fiesta. El chaval, de edad indescifrable, quiere montarse un trío pero Lisa y Tommy no les gusta la idea. La capacidad interpretativa de todos es de altura, pero la frase “Están tan sexy, Lisa”, es el colmo del poco talento. Todo lo que dice Tommy parece hecho bajo los efectos de sustancias extrañas, pero tampoco sabemos si tiene problemas con el alcohol o las drogas, aunque su risa parece decir que sí.
Pasan poco más de cinco minutos cuando llega la primera escena de sexo. Con una música hortera de fondo y con gemidos que no salen de las bocas de los actores. Seguimos sin saber quiénes son estas personas, pero en una cama con mosquitera y jugando con rosas tienen un primer encuentro. A la mañana siguiente él se va a trabajar (en algo importante se supone ya que va siempre con traje y corbata), pero antes huele una rosa y la deja al lado de su amada.
Hay que esperar unos 15 minutos para imaginar que la película va de una chica que no está a gusto con su marido y decide engañarle con su mejor amigo y decir muchas mentiras sobre él. Al compañero tarda 17 minutos en seducirle, esta vez en las escaleras pero con la misma estética de videoclip de canción romántica de los 80. Y así una sucesión de mentiras, encuentros sexuales, traiciones y cromas en una magnífica azotea que, sin entender los motivos, ha enamorado a todo el mundo.
James Franco intentaba desentrañar el misterio de su atractivo en la premiere de la película en Toronto, hablaba de que “no era la peor película del mundo”, sino “la mejor peor película”. “Es muy distinto. Hay miles de miles de películas que nadie ve, y esta se sigue viendo, creo que su ingrediente secreto es que Tommy puso toda su alma y su corazón en ella, y la gente lo notó”, añadía.
Ahora, el batacazo se ha convertido en una empresa rentable. Franco calcula que la película puede recaudar en torno a un millón de dólares todos los años, a eso hay que sumarle lo que haya recibido por los derechos para la versión de Franco y la popularidad creciente de un personaje que parecía condenado al ostracismo. Tommy Wiseau regresa con más fuerza que nunca, ahora sólo queda que intente realizar un filme a la altura de The room.