Imaginen que existe un sitio en el mundo donde rige la cordura, donde el bienestar es lo más importante y el altruismo y la generosidad los dos valores que gobiernan todo. Ese lugar, que parece una utopía, existe y se llama The square (el cuadrado). Nació como una instalación para una exhibición de arte en el muso de diseño Vandalorum en Värnamo (Suecia) y después se colocó en el centro de la plaza mayor de la ciudad. La idea era simple, cualquiera que estuviese dentro del cuadrado de luz led instalado en la plaza, se encontraba obligado a actuar y reaccionar si alguien necesitaba ayuda.
Para su creador, el cineasta Ruben Östlund junto a su colega Kalle Boman, la idea parte de querer “instalar santuarios humanitarios en el centro de cada ciudad en Suecia. En este santuario – un cuadrado físico situado en la plaza de la ciudad- la igualdad de derechos y obligaciones debe prevalecer”. ¿Pero qué pasaba cuándo uno salía de esas cuatro líneas?, ¿volvían a ser unos cabrones egoístas?, ¿por qué actuamos cuándo creemos que somos observados y tenemos que aparentar? Esas preguntas son las que el propio Östlund ha querido hacer al espectador en su nueva película, que se llama como su conocida obra.
The square, con la que ganó la Palma de Oro en el pasado Festival de Cannes y se estrena este viernes, es una sátira brutal sobre el mundo del arte contemporáneo, la masculinidad actual, lo políticamente correcto, las élites intelectuales y todo lo que pille por el camino este kamikaze que ya triunfó con su anterior obra, Fuerza Mayor. El personaje protagonista, director de un museo de arte contemporáneo joven, de éxito y seductor por naturaleza, tiene mucho que ver con él mismo, no lo niega, pero su postura sobre el arte sí que difiere. Para Östlund “el arte contemporáneo es estúpido”. “Está vacío, y no sólo es un problema de los artistas, sino de aquellos que exhiben a los artistas y la forma en la que lo hacen”, critica el realizador.
La película también se ceba con toda esa élite intelectual que mira por encima del hombre al resto y que les considera inferiores, para ellos su director sólo tiene un adjetivo: “gilipollas”. Confiesa que hay gente en la película que están basados en personas reales, “de hecho, el texto que lee Elizabeth Moss al principio del filme es de un profesor de una Universidad de Fine Arts. Le robé el texto, el texto existe. Y es este tipo de persona que usa ese lenguaje para sentirse que está por encima de los demás y poder decirles: ‘ohhh, no lo entiendes, ¿verdad?’, aunque ese texto realmente no diga nada”, contaba Östlund a EL ESPAÑOL en el pasado Festival de Cine de San Sebastián.
El arte contemporáneo es estúpido. Está vacío, y no sólo es un problema de los artistas, sino de aquellos que exhiben a los artistas y la forma en la que lo hacen
Artistas “pretenciosos que creen que sólo el populismo de derechas critica su arte, si eres tan tonto de pensar eso tienes que verte reflejado a ti miso”, dice el realizador que también señala el ego excesivo de los creadores, quizás también el suyo propio. “Sí, el artista protagonista tiene mucho ego, pero creo que todo el mundo tiene ego, cualquiera que ocupe un puesto en una sociedad tiene ego, todos, hasta la Virgen María tenía ego, quería ser considerada, respetada y amada por los demás”, dice riendo y negando que lo que él tiene sea ego, mejor prefiere definirlo como “mucha confianza en mí mismo.
Entre los muchos temas que trata el filme, está la diferencia entre lo que hacemos y lo que desearíamos hacer si no nos rigiesen las normas o lo políticamente correcto. Para Ruben Östlund esto ocurre diariamente “porque le damos mucha importancia a la imagen que la gente tiene de nosotros e intentamos construir algo”. “El ser humano es un animal herido que siempre está intentando adaptarse a los sitios y creo que siempre está asustado de no ser el más listo del grupo, por lo que siempre está alerta de los demás y de lo que pasa. Cuando de repente tiene que enfrentarse a una situación que no espera, su instinto necesita hacer algo pero al mismo tiempo pertenece a una sociedad que le dice cómo tiene que actuar. Tenemos una dicotomía, porque vivimos como personas civilizadas, pero a la vez somos animales, y en ese momento recordamos que somos animales”, explica.
Es muy difícil ser un hombre ahora mismo. Somos la primera generación que ha reflexionado sobre lo que significa ser hombre, y a sentirse culpable del heteropatriarcado
La crisis de la masculinidad también hace acto de presencia en The Square. Como su filme, Östlund tira de lo políticamente incorrecto y asegura que “es muy difícil ser un hombre ahora mismo”. “Creo que somos la primera generación en mucho tiempo que ha empezado a reflexionar sobre lo que significa ser un hombre, y que ha empezado a sentirse culpable de la sociedad heteropatriarcal que tenemos desde hace tanto tiempo y que hemos creado. No creo que la masculinidad esté en crisis, sino que se está redefiniendo”, puntualiza. Su frases son como los dardos que tira desde su nueva obra al arte contemporáneo, algo que no sólo considera estúpido, sino que lo reduce a “algo que alguien muy rico quiere poner en su jardín en una fiesta”.