La película española más taquillera del año no tiene estrellas, ni está rodada en inglés. De hecho ni siquiera tiene actores de carne y hueso. La segunda parte de Tadeo Jones va rumbo de los 18 millones de euros, una cifra que alcanzan muy pocos filmes al año. Sólo dos títulos han conseguido más dinero que la película de Enrique Gato y David Alonso, Gru 3 y La bella y la bestia. Curiosamente todas están dedicadas al público familiar, porque el negocio está en los niños. Los chavales abarrotan las salas y los padres les llevan encantados para que se entretengan durante un par de horas.
La animación en nuestro país avanza poco a poco hacia una posición más dominante. Antes llegaba una película cada dos años, casi sin promoción y abandonada a su suerte, ahora los productores empiezan a ver un negocio rentable. No sólo dentro de nuestras fronteras, también fuera. La última prueba ha sido Deep, una película española dirigida por Julio Soto, que en su estreno el viernes pasado ha entrado directa al top cinco con más de 350.000 euros. Lo curioso de este filme es que antes que aquí se había estrenado con éxito en otros 13 países, en casi todos entrando entre las más vistas, y en Rusia, México y Corea del Sur superando el millón de dólares. Antes de estrenarse en nuestro país el filme ya rozaba los seis millones de dólares, una cifra a la que casi ninguna película nacional llega.
Para su director es la muestra de que “el cine de animación en general funciona muy bien”. “Estadísticamente es el que mejor funciona, y el por qué es claro, y es que es difícil de hacer, no hay demasiado, porque sale apenas una película al mes, y los padres siempre están atentos a la cartelera para ver cuándo sale alguna para llevar a los niños”, cuenta Julio Soto a EL ESPAÑOL. Los mantenimientos de estas películas son buenos, y cada vez más viajan por todo el mundo. Soto tuvo claro que a la película había que darle “un lenguaje universal”. “Que funcionara en todas partes. No vale hablar de temas locales o hacer bromas que sólo se entienden en un determinado país, porque tiene que viajar, así que hay que usar códigos internacionales, que vienen marcados por la industria de animación americana”, explica sobre las claves de su película, a las que añade que hay que incluir “guiños a los padres que les acompañan”.
Aunque la taquilla esté de su lado, las películas ‘de dibujos’ también tienen inconvenientes que señalan todos los que se dedican a ellas. “Los tiempos de producción son muy largos, se tarda entre dos o tres años para hacerlas, además del tiempo de escribirlas y encontrar financiación. Eso en el cine es trabajar muy a largo plazo, y eso asusta a los inversores. El cine de imagen real, con los incentivos fiscales, en un año tienes la película y el dinero, pero aquí no, y eso asusta a los inversores”, explica Soto.
Los estudios, para hacer la película, necesitan 200 personas, pero eso no lo puedes mantener cuando acaba, así que las empresas se expanden y luego se reducen a lo bestia
La misma crítica que contaba a este periódico el director de Tadeo Jones, Enrique Gato, que cree que “necesitamos unos incentivos parecidos a los de Bélgica al menos”. “Gru nació en España y terminó yéndose”, contaba entonces, y ponía el ejemplo de Canadá, que está llevándose todos los estudios de animación de EEUU allí gracias a su política fiscal de apoyo al cine.
A pesar del éxito de Tadeo y otros títulos como Planet 51, la animación en España sigue siendo algo más propio de cuatro francotiradores que de una industria, como confirmaban Gato y su compañero David Alonso, que explicaban que de momento se hacen “cositas muy aisladas y puntuales, no hay industria tejida. España tiene un tamaño pequeño, así que la cantidad de industria que se puede generar serán cinco o seis empresas grandes, no creo que vayamos mucho más allá”, añadían.
Para Julio Soto partte de la solución es que las televisiones privadas empiecen a apoyar más a la animación, porque hasta ahora le tienen “demasiado respeto”. “Los estudios, para hacer la película, necesitan 200 personas durante la producción, pero eso no lo puedes mantener cuando acaba, así que las empresas se expanden y luego se reducen a lo bestia, lo que no permite que haya industria como tal”, argumenta sobre los problemas de la animación.
La falta de incentivos fiscales a la animación es también el problema que ve Manuel Cristobal, productor de Arrugas que prepara películas como DragonKeeper o Buñuel y el laberinto de las tortugas. “Hay estudios, hay nivel profesional, hay tecnología, pero las desgravaciones fiscales si las comparas con otros países son un poco absurdas. Nosotros defendemos la animación y los efectos especiales como forma de crear empleo y con más desgravaciones seremos más competitivos y ambiciosos en los proyectos”, apuntaba.
Entre todos comienzan a dar visibilidad a una industria que necesita más apoyo para que no todo dependa de Tadeo y dos amigos que se juegan el todo por el todo para estrenar.