España tiene más de 150.000 muertos a sus espaldas por culpa de Franco. Muchos de ellos están en cunetas. Es el segundo país con más fosas comunes después de Camboya y, sin embargo, las víctimas del franquismo no tienen ni un mísero monumento que las recuerde. En cambio, tienen que ver cómo las personas que asesinaron a sus familiares durante la guerra y la dictadura han sido reconocidos con calles, o incluso un mausoleo como el Valle de los Caídos, donde cada año se realizan misas en honor a Franco y Primo de Rivera. Por si fuera poco, aquellos que se atreven a pedir dignidad para sus muertos son abandonados a su suerte. La justicia no les defiende, y el estado no les apoya. Son otros países u otras instituciones las que les dan el soporte económico para luchar.
España tiene un problema con la memoria histórica. Nunca se cerraron las heridas, y la basura se escondió debajo de la alfombra. Mientras que países como Camboya, Argentina o Alemania pidieron perdón por los crímenes cometidos durante las dictaduras y sus gobernantes fueron juzgados por crímenes contra la humanidad, en nuestro país nunca ocurrió lo mismo. La transición, esa que muchos bautizaron como modélica, estableció que para seguir adelante había que perdonar todo a todos. Lo que parecía un parche provisional se ha quedado enquistado y se sigue manteniendo, de tal forma que mencionar el tema supone una brecha y un conflicto.
Para intentar explicar por qué habría que comenzar un auténtico proceso de revisión de nuestra memoria, llega el documental de Héctor Faver Lesa Humanitat, que plantea dos dudas al espectador: ¿cómo es posible que el franquismo no haya sido juzgado por crímenes contra la humanidad?, y ¿hasta qué punto la herencia de la dictadura ha llegado a nuestros días? Con declaraciones de víctimas de la represión franquista, el juez Garzón, y presidentes de asociaciones por la recuperación de la Memoria Histórica, se construye una película que disecciona qué ha pasado desde aquel fatídico 1936.
Su director explica que este documental “no tiene que ver con derechas e izquierdas, sino con los derechos básicos humanos”. “Queremos que de una vez se trate esto como en cualquier democracia digna. Es inadmisible que tras 40 años de democracia tengamos más de 100.000 personas desaparecidas y que no se haga justicia”, cuenta a EL ESPAÑOL el director del documental. Para Fáver es hora de tomar medidas, y “gobierne quien gobierne lo tiene que resolver, no hay ningún motivo para que no se haga nada y los pocos que lo hacen lo paguen de su bolsillo, en un estado democrático esos gastos deberían ser por parte del estado”.
Queremos que de una vez se trate esto como en cualquier democracia digna. Es inadmisible que tengamos más de 100.000 personas desaparecidas y que no se haga justicia
Para él hay que traer “justicia y reparación” y habría que preguntar a todos los gobernantes que ha habido por qué no lo han hecho, y también por qué nunca se juzgó al franquismo por crímenes contra la humanidad, algo que tienen claro que debería haberse hecho “como en cualquier otra dictadura como la de Pol Pot o las del este”. “Parece ser que estamos en una democracia, porque si estuviéramos en un régimen franquista seria lógico que se protegiera, pero estando en democracia es inentendible que haya trabas para que no se pueda normalizar la situación”, zanja.
Un problema que cree que se ha extendido a la educación, ya que los jóvenes estudian mal la historia de España y peor la dictadura. Una extensión de aquella transición que para el “no ha sido modélica”. “No voy a entrar en si en aquel momento fue lo mejor que se pudo hacer, porque aunque fuera así han pasado 40 años”, añade.
Una de las voces más críticas del documental es Chato Galante, ex preso político torturado por el franquismo, que también señala a la transición. “En España se decidió hacer una transición que renunciara a la justicia. Se decidió que se amnistiaran los crímenes de la dictadura, que no se tocara el aparato del estado y que la dictadura entronizaría a un monarca impuesto por Franco. Eso supone un déficit de ruptura respecto al régimen anterior y eso obligó a que todo girara en torno a una campaña que creó la idea de que fue una transición ejemplar. Eso intenta ocultar ese déficit, y lo que hace es que reaparezca más adelante”, dice con contundencia a este periódico.
En España se decidió hacer una transición que renunciara a la justicia. Se decidió que no se tocara el aparato del estado y que la dictadura entronizaría a un monarca impuesto por Franco
No desprecia los logros conseguidos, y “la ruptura con la etapa anterior, eso lo hubo, te lo asegura alguien que fue torturado y estuvo en la cárcel, pero lo que también es verdad es que hay un déficit democrático en el régimen del 78”. “Y pasa con muchas cosas, hay un problema territorial cuya base es el reconocimiento del derecho a decidir de una parte de la ciudadanía, y antes de la transición el PSOE reivindicaba como principio democrático básico el derecho a la autodeterminación de los pueblos, y hay muchos testimonios orales y escritos de Felipe González diciendo eso que hoy se niega. Debemos enfrentarnos a eso y resolverlo”, apunta.
Tanto Galante como Héctor Faver coinciden en la importancia de la educación para que la memoria histórica no sea tomada como algo ideológico en lo que la derecha se posiciona en contra y la izquierda a favor. “La historia de este país se enseña de forma aberrante. Hace poco un programa de televisión hizo una encuesta y los niños conocían mejor los reyes godos que la dictadura o la transición. No saben quién fue Franco. Mucha gente lo entiende como un Gobierno autoritario, y eso pasa porque los partidos pusieron especial interés para que fuera así. El PSOE gobernó 28 años este país y en ese tiempo ha habido decenas de miles de cadáveres en las cunetas cuyo delito era haber pertenecido al PSOE. El problema de la dictadura no es de sus víctimas, es un problema de la ciudadanía, que ha terminado sufriendo un triple salto mortal a la edad media”, apunta Chato Galante, que aun así está convencido de que no hay marcha atrás, y que en los próximos años veremos cómo por fin se empieza a juzgar aquellos crímenes que siguen debajo de la alfombra.