El cine construye héroes de la nada. Da al espectador un escape para su dura realidad. Durante un par de horas te hace creer en un mundo mejor en el que hasta un barrendero puede ser un Jedi, como hacía hace poco Rian Johnson en el Episodio VIII de La Guerra de las Galaxias. Y todos sabemos que eso no es cierto, que en la vida real ese niño estaría condenado a recoger basura de por vida y su historia no tendría ninguna épica. Por eso nos gusta creernos las mentiras de Hollywood, y por eso todos los espectadores esperan con ansia cada estreno de Steven Spielberg.
Él es el único que hizo posible una isla llena de dinosaurios, o incluso poner en movimiento a Tintín. Lo que Spielberg no pueda hacer, nadie lo consigue. También en su vertiente más comprometida. Con Munich creímos que la paz entre Palestina e Israel era posible, y con Lincoln aprendimos que un hombre con convicción es capaz de cambiar la historia. Ahora hace lo mismo en Los archivos del Pentágono, la historia de los periodistas y la directora del Washington Post que decidieron publicar los secretos que los presidentes de EEUU habían escondido durante años sobre Vietnam, y que culminó con el Watergate y la caída de Nixon, villano del filme aunque sólo se le vea entre las sombras de la Casa Blanca en la unión más clara que el director hace con el presente.
La última película de Spielberg, con Tom Hanks y Meryl Streep como protagonistas, es un producto impecable. El director hace fácil lo difícil, y construye un thriller de algo tan anodino como el trabajo de un periodista. Un canto a la importancia de una profesión en decadencia y amenazada. Para el cineasta, aquellos hombres fueron los héroes que cambiaron la historia de EEUU y los héroes que el país necesita ahora. Como todo lo que toca Spielberg con su virtuosa varita, el mundo del periodismo se convierte en un universo paralelo en la que los trabajadores se parten la cara por la verdad contra los tiranos que quieren esconderla. Una versión idealizada y alejada de la realidad actual del periodismo. Uno se quiere quedar a vivir en la realidad alternativa que nos propone, pero que conviene no creerse para no darse de bruces con la realidad.
¿Por qué ahora?
Steven Spielberg cuida sus películas al dedillo. No se apresura en rodar (aunque a veces haga dos de golpe), y planifica todo, hasta el último detalle. Sin embargo, en esta ocasión ha sido la urgencia lo que ha caracterizado la producción de Los archivos del pentágono. Desde la primera versión de guion hasta el estreno del filme ha pasado menos de un año. El director ha manifestado que era una película que hablaba del momento y que quería que saliera cuanto antes.
Spielberg habla de Nixon, pero habla de Trump. Es el único paralelismo claro que plantea en la película. Hollywood ha marcado al presidente como su enemigo público número uno, y va a por él. Han visto amenazados su corralito y han vuelto a un activismo que habían abandonado. ¿Tenía menos sentido hacer esta película en la administración Obama? El mismo. Ambos presidentes han demostrado que anteponen la seguridad de EEUU a la libertad de prensa. La diferencia es que con Obama no se atrevieron, pero atacar al mayor villano de los últimos años es más fácil.
¿Y Snowden es un héroe?
Los archivos del Pentágono muestra el valor de las fuentes que filtraron los documentos que destaparon las mentiras sobre Vietnam. Patriotas que fueron llamados traidores por muchos, pero que cambiaron el rumbo de la historia de su país. Nadie duda de que las fuentes de estos periodistas, o Garganta Profunda, fueron héroes.
Sin embargo, el mismo país que ensalza esas figuras, llama traidor y persigue a Edward Snowden, que también se atrevió a destapar un secreto de estado: la vigilancia extrema que las administraciones de Bush y Obama había desplegado entre los ciudadanos. Pero Hollywood (excepto Oliver Stone), no se atreve a defender públicamente a Snowden, tampoco lo hicieron esos medios que sí publicaron su historia, pero que no se posicionaron contra un presidente demócrata.
La Libertad de expresión es lo más importante
Una de las expresiones más escuchadas durante Los papeles del pentágono es: libertad de expresión, o en su defecto ‘primera enmienda’, que es aquella que la defiende por encima de todo. Es lo que pedían el New York Times y el Post para que les dejaran publicar sus historias. Los tribunales quisieron prohibirlas, pero al final los periódicos tuvieron la razón.
A Hollywood se le llena la boca hablando de libertad de expresión, pero en 40 años puede que no hayamos mejorado mucho en ese sentido. En España una persona puede ir a la cárcel por poner un chiste de Carrero Blanco en Twitter o por la letra de una canción.
Los periódicos son el poder del pueblo
En el filme de Spielberg se habla mucho de que los Gobernantes no tienen carta blanca para hacer lo que quieran y que se deben al pueblo. Pero como normalmente los que mandan no escuchan, es la prensa la que ha de tener el músculo suficiente para exigir a los poderes públicos lo que la ciudadanía demanda. En la película se ve cómo tras la primera historia en el Times la gente sale a la calle en tromba para pedir la cabeza de Nixon.
Y el final entronca todo con el caso Watergate que logró la caída del presidente. El periodismo, para Hollywood, es capaz de derrocar Gobiernos, pero en la realidad es al contrario. Especialmente en nuestro país, donde el director de un medio puede ser cesado por publicar los papeles de Bárcenas.
La profesión ideal
Cualquier chaval que vea la película querrá ser periodista. Son astutos, inteligentes, afilados, independientes y además ganan bien. Ese es el modelo que se ve en el filme. Hasta el becario del Post tiene un papel fundamental en esta historia. Todos son luchadores por la verdad, y hasta se rebelan para que esta sea publicada. Nada que ver con una profesión que tras la crisis se encuentra en la más absoluta precariedad, con becarios a patadas y nada de glamour. El guionista, Josh Singer, sí ofreció la cara más gris del periodismo en otro peliculón, Spotlight.
¿Calidad y rentabilidad van de la mano?
Para Kay, la heroína del filme, no hay ninguna duda. Los periódicos tienen que apostarlo todo por contenido de calidad y sólo así tendrán más visitas y más inversión publicitaria. Todos tendrían que viajar al futuro y conocer herramientas como Analytics o Chartbeat, y conocer términos como clickbait.
¿Y las mujeres?
Los archivos del Pentágono es una de las pocas películas de Spielberg protagonizada por una mujer. Lo hace porque el personaje de Meryl Streep hizo historia del periodismo. Katharine Grahan fue una de las primeras mujeres al frente de un medio importante. Tuvo que demostrar más que sus colegas masculinos y a menudo fue menospreciada por su género.
Es una heroína que encuentra la voz y decide jugarse todo por la verdad, la primera de muchas, parece decir ese plano en el que sale del tribunal y muchísimas mujeres la miran admiradas. Sólo hay que mirar a los medios actuales para darse cuenta de que Katharine seguiría siendo una excepción en 2017, cuando los medios no tienen a mujeres en sus puestos de responsabilidad.
Así que Spielberg lo ha vuelto a hacer, demostrar que es uno de los mejores narradores de Hollywood, un fabulador capaz de convencer a todo el mundo de que los medios de comunicación van bien, que son el quinto poder y que hacen caer a los tiranos del mundo como pasó con Nixon. Sólo él podía hacernos creer de nuevo en ese periodismo que, ahora mismo, casi no existe.