Cuando uno siente la vocación de ser cineasta se encuentra en una encrucijada. No hay tantas escuelas de cine por España, alguna de ellas es muy cara, y uno se enfrente siempre al clásico comentario: “estudia otra cosa, que eso no tiene salidas”. Así que, con los Goya a la vuelta de la esquina es un buen momento para preguntarse si es esencial ir a la escuela de cine o es mejor ponerse a rodar cortos y subirles a Youtube.
EL ESPAÑOL ha reunido a Paco Plaza (director de Verónica), Pablo Remón (guionista de No sé decir adiós )y Koldo Zuazúa (productor de Handia y Morir), exalumnos de la ECAM (Escuela de Cinematografía y del Audiovisual de la Comunidad de Madrid), y a Lino Escalera, director nominado por No sé decir adiós, que no pasó las pruebas de la escuela, pero que también estudió cine en varias escuelas antes de dirigir su primera película.
Pronto comienzan a contar batallitas, profesores que compartieron o recuerdos sobre el examen de prueba. Todos estudiaron antes otra carrera, Koldo Zuazúa hizo arquitectura; Paco Plaza, Ciencias de la Información; Lino Escalera, empresariales y Pablo Remón, Matemáticas. No es que no sintieran la vocación del cine antes, sino que la ECAM tenía una norma: no podía entrar nadie menor de 21 años, por lo que todos optaban por hacer una carrera previa, algo que todos coinciden que creen que debería mantenerse. Ahora a los 18 años ya pueden ingresar en la escuela, una edad a la que consideran que muchas veces quedan cosas por vivir y experimentar que influirán en lo que luego cuentes con imágenes.
Lo más importante que sacaron de aquellos cursos no fueron las clases, sino el ambiente de compartir y estar rodeado de gente que compartía esa pasión. Vivían por y para el cine, y ahora se pueden dedicar a ello. Por ello, Paco Plaza pone en duda el concepto de “formación”. “Mi experiencia en la escuela es que de quién más he aprendido es de mis compañeros y de tener un espacio de gente con mi mismo interés y entusiasmo. Porque el cine no es como el derecho, que el código civil es el que es. Aquí no hay una buena forma de hacer cine, hay que encontrar tu voz y ver mucho cine y hablar de cine. Por eso la formación no es imprescindible que sea académica, pero si que el ir a la escuela de cine favorece que se genere ese entorno. Si estudias farmacia no creo que tengas tiempo de ver la filmografía de Bresson y tengas diez amigos para hablar de eso”, apunta.
Quizás por ello tampoco cree en ese término tan manido de la ‘democratización del cine’. “Llevan 20 años diciendo que todo el mundo puede hacer una película y yo no he visto ninguna en Youtube, lo mismo hay muchas y me las pierdo, puede ser, pero creo que eso no está pasando”, zanja.
Mi experiencia en la escuela es que de quién más he aprendido es de mis compañeros y de tener un espacio de gente con mi mismo interés y entusiasmo
Lino Escalera comparte esa máxima de que la formación es “importante pero no esencial”. Para él, el constante aprendizaje es fundamental, y de hecho incluso ha estudiado interpretación para mejorar la dirección de actores, algo que se nota al ver las dos grandes actuaciones de Lola Dueñas y Nathalie Poza en su ópera prima, por la que ambas optan al Goya. Remón pone la puntilla y deja claro que uno no sale de la escuela siendo director de cine o guionista, sino que ahí empieza la carrera y que “hay que formarse de la forma que sea”.
Una de las críticas que siempre se hace a las escuelas de cine es que son elitistas, algo que comparte Paco Plaza, que cree que “sí que lo son,pero no sé hasta qué punto” pero también destaca que hay becas para los alumnos. Pablo Remón propone tomárselo como una inversión “a largo plazo”: “hay que ver qué inversión supone y hasta qué punto estás comprometido, y si de verdad quieres dedicarse a esto, porque si no, es más fácil estudiar comunicación audiovisual”. Para ellos fue el inicio de una carrera dentro del cine español, y mañana puede que todos levanten su primer premio Goya.