Si alguien pensaba que la cuestión catalana no iba a llegar a los Goya que piense otra vez. La actualidad se termina colando por cada resquicio, y hasta el desafío independentista tendrá su eco en los premios de la Academia de Cine. A no ser que los chanantes Ernesto Sevilla y Joaquín Reyes realicen una gala blanca y sin mordiente, el tema debería ser objeto de las bromas de los presentadores como lo fueron en los pasados premios Feroz, donde se refirieron a Verano 1993 como “lo único aburrido que ha dado Cataluña en los últimos meses”, y se alegraron de que no hubiera ido Isabel Coixet porque no sabían donde sentarla, con el resto de catalanes o no.
En esas dos bromas del guion de Diego San José, José Antonio Pérez Ledo y Borja Echevarría, queda resumida la pelea por el premio a la Mejor película que se vivirá mañana. Por primera vez en unos cuantos años la cosa está abierta y cualquier resultado entra dentro de lo esperado. Hasta hace un par de meses Verano 1993 era una favorita indiscutible, pero en los últimos compases de la carrera ha sido La librería la que ha tomado la cabeza al ganar los premios Forqué y los del Círculo de Escritores Cinematográficos. Son dos premios menores, sí, pero indican algo claro, los productores clásicos, los tradicionales, los que tienen más peso en la industria, prefirieron premiar al filme de Isabel Coixet que al de Carla Simón.
En la propia película está la clave. La librería es cine clásico, académico, de buena factura, con una productora de peso y una distribuidora conocida. Su rival es una película intimista, lenta, de miradas y no de palabras, que salió en pocas salas y con una distribuidora mucho menos potente.
A este enfrentamiento se une otro ideológico. Muchos académicos no sienten Verano 1993 como una película suya. Es una productora pequeña, que trabaja en los márgenes, y que ha puesto patas arriba la carrera por la calidad del filme, pero también por la ausencia de otra película de nivel. Ninguna de sus rivales ha obtenido tanto consenso, pero en un año con una película de más peso (como ocurrió con La isla mínima frente a Magical Girl), no hubiera tenido nada que hacer
Y aquí es donde entra la cuestión catalana. Premiar a Verano 1993 sería rendirse a un filme rodado en catalán, estrenado originariamente sólo en catalán, y que hace defensa de las señas identitarias del pueblo catalán: su idioma, sus sitios, sus fiestas, sus costumbres… Y tal cual está el patio, puede que los académicos más clásicos no quieran rendirse y hayan buscado un rival en el que aglutinar sus votos. La opción perfecta es Coixet, que se ha manifestado abiertamente en contra de la independencia -Simón ha evitado mojarse y ha preferido no responder cuando se le ha preguntado- y ha sufrido las iras del procés en sus propias carnes tras firmar un manifiesto junto a otros miembros de la cultura.
La librería es una opción perfecta para escurrir el bulto y no premiar a una película tan catalana como Verano 1993. Está rodada en inglés, se desarrolla en un pueblecito inglés y es una metáfora perfecta de todo lo que ha vivido Coixet en estos últimos meses. Ella misma reconoce que la protagonista ha acabado siendo un alter ego suyo.
Las suspicacias están abiertas, y algún académico ya ha manifestado su miedo a que se compense a La librería por motivos extracinematográficos. Mañana será una gala importante para ver si la Academia se ha modernizado, ya que se espera que los votos estén polarizados: los miembros más tradicionales votarán por Coixet, los más jóvenes (y los más catalanes), votarían presumiblemente por Carla Simón.
Será una gala con nombre de mujer, ya que Carla Simón tiene casi asegurados los premios a la Mejor dirección novel y al Mejor guion original, mientras que Coixet parece la favorita en Dirección y Guion adaptado. Si alguna de ellas pierde estos galardones puede ser un indicativo claro de que la balanza se decanta por el otro lado. Igual que si La librería comienza la gala sumando premios técnicos que hace unos meses parecía que ganaría Handía, será una buena señal para Coixet y su equipo. Los Goya, y el cine, vivirán mañana su propio procés.