La reforma de la antigua Ley del Cine fue uno de los caballos de batalla de la industria durante años. Con el anterior modelo las ayudas llegaban dos años después del estreno de la película, y eso si todo iba bien, porque si la situación económica del país no acompañaba, los productores podían quedarse sin un dinero con el que contaban. Para valorar quién se llevaba la ayuda y en qué cuantía, se usaba la taquilla. Aquellas películas que habían arrasado -y que menos necesitaban ese dinero- eran las que más recibían. Este formato -que la propia exdirectora del ICAA, Susana de la Sierra, calificó de “perverso”- propiciaba la compra de entradas para conseguir la ayuda prometida.
El cambio se instaló en 2016, y parecía la tierra prometida. Adiós al fraude y bienvenidas unas ayudas concedidas a priori y en función de unos criterios objetivos. Los problemas no tardaron en llegar. El primero, la poca dotación económica otorgada por el Gobierno. 30 millones para todas las películas españolas que se produzcan en un año es una cantidad mínima. Una minucia comparado con otros países europeos como Italia, Alemania o Francia.
1. Sólo directores de éxito
La otra, el criterio de puntos, que premiaba a las productoras más grandes y olvidaba a las medianas y pequeñas. Con ello se favorecía la destrucción de la clase media del cine y se potenciaba un sólo tipo de películas: las industriales. El ICAA se comprometió a retocar aquellos puntos que no contentaran a los productores, y hace un mes anunciaba varios de los cambios que se harían para la próxima convocatoria. El principal, y más positivo, era premiar a aquellos filmes que tuvieran mujeres al frente de los departamentos de dirección, guion o fotografía. Con ello ganaron los titulares de todos los medios, pero seguían sin aumentar el dinero otorgado, y han mantenido aquellos criterios que ahogan a las producciones medias.
EL ESPAÑOL ha tenido acceso al documento que analiza los nuevos puntos, y ha comprobado que se sigue premiando el cine destinado a arrasar en las salas. Los productores ya se lo han hecho saber al ICAA, que ha retocado alguno de los puntos, pero que se ha mantenido en sus trece en aquellos más conflictivos. Entre ellos la trayectoria del director, una petición de un sector de la industria, que se ha saldado con un reparto de puntos muy duro.
De los cuatro puntos que se dan, dos son por premios logrados en los Goya o festivales de primera categoría (Cannes, Venecia, Berlín o San Sebastián). Los otros dos son por los éxitos de taquilla que tenga el realizador previo. Dos para aquel que tenga cuatro o más películas con más de 1,5 millones de espectadores. Sólo tres realizadores españoles llegan a esa cantidad. Amenábar, Emilio Martínez Lázaro y Santiago Segura. El ICAA prefiere Torrente y Ocho apellidos vascos, a Verano 1993. Esto deja muy claro el modelo de cine que quieren.
2. Productoras potentes
La “solvencia de la empresa” productora tiene otros 18 puntos destinados (alguno menos que en el primer texto). Para ello se valora el número de espectadores de alguna de sus películas estrenada en los últimos cuatro años. Más de 700.000 espectadores te da el máximo. Pocas películas al año lo logran, y todas pertenecen a las mismas productoras, lo que provoca un círculo vicioso en el que siempre serán las mismas compañías las que consiguen los puntos.
Por ejemplo, Tarde para la ira nunca hubiera tenido una ayuda con este modelo y nos hubiéramos perdido uno de los debuts más prometedores del cine español reciente. Eso sí, el éxito de esa película ha permitido que la siguiente obra de su productora, La canica, entre en la última convocatoria.
3. Puntos para las 'majors'
Lo mismo pasa con las distribuidoras. Tener una distribuidora de mucho éxito da puntos, y hay pocas lejos de las majors que podrían lograrlos. Empresas como Avalon o Vértigo, especialistas en un cine de calidad con proyección de éxito, no sumarían esos 12 puntos que podrían marcar la diferencia para que un proyecto pase el corte o no. Esto hace que cualquier productora o distribuidora nueva este automáticamente excluido de estas ayudas.
El primer criterio en esta categoría es haber estrenado "en salas 25 largometrajes" en el último año. Eso significa una película cada dos semanas. Una cantidad que, lejos de empresas como Fox, Sony o Disney, es casi imposible alcanzar.
4. Devolver las ayudas
Uno de los puntos que más se destacaron en la primera presentación de la reforma, fue que las películas de éxito tendrían que devolver el dinero si superaban un número de espectadores. La medida no fue bien acogida y nunca se aplicó. Fuentes del ICAA aseguraban hace poco a este periódico que no estaba previsto hacerlo en esta nueva reforma, pero al leer el borrador aparece lo contrario. El artículo 13 de la misma se dedica claramente a la devolución de las ayudas. Dice que “podrán ser reembolsadas total o parcialmente en el supuesto de que los ingresos generados por la explotación del largometraje sea tres veces superior al coste reconocido por el ICAA”.