La estrella del Festival de Málaga no era Guillermo del Toro. Ni todos los Oscar del mundo pueden competir con la pasión que levanta Alejandro Sanz. El cantante presentaba el documental sobre su vida en el certamen de cine español dentro de la sección Málaga Premiere, y desde que se anunció se desató la locura. Las entradas se agotaron en una hora, y antes de su estreno en cines mañana ya se han vendido 12.000 entradas. Por desgracia para sus fans Alejandro Sanz no acudirá a la premiere, y ha dejado las labores de promoción en el festival en manos de sus directores y productores, entre los que se encuentra Telecinco Cinema.
Sanz, lo que fui es lo que soy, no engaña a nadie, es una hagiografía en toda regla. Un regalo a la medida del autor que narra los 20 días previos al concierto que dio el 21 de junio del año pasado en el que se celebraba el aniversario de su disco Más, el más vendido de toda la historia en España. En esos días se desgranará su proceso de creación, y se visitará su vida gracias a los testimonios de sus familiares y amigos, así como a imágenes y audios que ha cedido la familia.
El documental parte de una premisa muy sencilla: Alejandro Sanz hubiera sido un artista sí o sí, era su destino. Su madre su opuso desde el primer momento, le decía que eso le ocurría a uno entre un millón, pero él tenía claro que él era ese elegido y se opuso a estudiar una oposición como ella sugería. La música la había mamado en su casa desde el principio, ya que su padre se recorrió España de arriba a abajo con grupos como Trío Juventud o Los tres de la bahía. Gracias a él y a sus veranos en Algeciras, donde conoció a Paco de Lucía, que fue fundamental en su carrera, se formó su personalidad musical, que mezclaba el flamenco con el pop rock que también le gustaba.
Es en estos inicios donde el espectador descubrirá más sorpresas del cantante. Por ejemplo que su primer grupo, junto a su amigo Carlos Rufo era de Heavy Metal, y que sus primeras actuaciones fueron en puticlubs, como él mismo explica en el filme. Locales en los que “ganaba menos de lo que me costaba el taxi, y la gente no iban a escuchar lo que tocaba”. Allí fue cogiendo tablas, hasta que llegó la persona que le llevaría al éxito Su Paquita Salas particular, Capi. El que fuera descubridor de Mecano o Miguel Bosé tuvo claro desde que le escuchó que ahí había una máquina de hacer dinero.
Capi le escuchó cuando tenía 17 años y ya aseguró que tenía “aura”. Le contrató como corista o para tocar la guitarra flamenca en otros álbumes, y cinco años después le consigue su primer disco. Mientras le mete en su casa, por donde paseaban McNamara y todas las “petardas más grandes de Madrid”, por lo que el productor musical no duda en decir que Alejandro Sanz es “el último hijo de la movida”.
El primer disco del cantante no fue como soñaban. Le cambiaron el nombre, por un hortera Alejandro Magno, y sacaron un álbum con nombre y single imposible: Los chulos no son pa cuidarlos. Esto, que hubiera hundido a cualquiera, sólo fue una piedra en el camino hacia la fama. Sanz pidió su carta de libertad, grabó unas maquetas, y Capi se fue a venderlas por las grandes discográficas. Dos fueron las que se interesaron, y comenzaron una puja que acabaría en 11 millones de pesetas y un ganador: Warner.
Su presidente recuerda que cuando oyó Se le apagó la luz fue cuando supo que estaba delante de una estrella. Al ver el documental parece que todos fueron capaces de adivinar el futuro, también Paco de Lucía, que para su segundo álbum colaboró con él tocando la guitarra y haciendo alguna aparición especial en sus conciertos. El primer CD ya como Alejandro Sanz, Viviendo Deprisa, fue un pelotazo, y ahí se vivió la transformación del músico de chico de barrio a estrella por la que se mueren las fans. La locura que provocó no se había vivido antes. El documental recuerda varios momentos, con un concierto en Algeciras como cumbre en la que las fans derriban las verjas de seguridad y corren como zombies hacia ellos que tienen que huir para evitar ser aplastados.
A partir de ahí el resto es historia conocida, tras un segundo trabajo que no funcionó también, Alejandro Sanz publicó 3, el tercer álbum y fue escalando hasta el histórico Más, que sólo en España vendió más de dos millones de copias, una cifra que nadie ha alcanzado todavía. Porque el cantante sigue siendo una mina de oro para todos, especialmente para Telecinco. Sólo hay que ver la emisión en televisión del concierto que también centra su documental.
La emisión reventó las audiencias: marcó un 13,6%, con casi dos millones de espectadores. Sanz celebró en diferido el aniversario de los 20 años de su disco con un buen pellizco en derechos de autor (a repartir con su editorial). La televisión programó desde las 22:00 horas hasta la una de la madrugada, es decir, 325.200 euros en derechos de autor. Para la cadena el negocio consistió, además de los anunciantes, en la venta de un especial en DVD con el que sacar más partido a uno de los pocos artistas que han sobrevivido a la crisis de la industria, y que siguen vendiendo discos físicos, llenando entradas de conciertos y hasta de musicales que sirven para agrandar más su imagen sin profundizar en los claroscuros que toda estrella tiene.